Corea del Norte quiere ser potencia nuclear

 Corea del Norte quiere ser potencia nuclear

Pyongyang asegura que sus misiles pueden ahora alcanzar todos los rincones de los EE.UU. ¿Pero es eso lo que Kim Jong-un realmente quiere? Su único objetivo es mantener su control sobre el poder, dice Jürgen Hanefeld.

Hace cuatro años, cuando Kim Jong-un anunció que el programa de misiles de Corea del Norte estaría terminado exitosamente para fines de 2017, nadie escuchó. Fue tildado de «loco» o «impredecible». Otros desestimaron su habilidad para gobernar, preguntándose cuánto tiempo estaría en el poder. Y cuando dos años después Kim anunció que Corea del Norte estaba en camino de convertirse en una potencia nuclear, todos se rieron de él. Sin embargo, ahora hay muchas menos razones para reírse y todos deben enfrentar el hecho de que hay que tomar al hombre en serio.

¿Un día histórico?

Jürgen Hanefeld (NDR/Christian Spielmann) Jürgen Hanefeld dirige la oficina de Asia Oriental de la emisora pública alemana ARD en Tokio

Por supuesto que nadie sabe si sus misiles son realmente capaces de borrar a Nueva York o Washington del mapa. ¿Pero queremos en realidad averiguarlo? ¿No tendría más sentido evaluar el riesgo en lugar de aceptarlo? A este punto no podemos saber si la prueba de misiles del miércoles quedará como un día histórico, aunque tiene los elementos de uno: ¡Corea del Norte se ha declarado una potencia nuclear! Eso no solo significa una mayor amenaza, sino también una brecha. Todo el mundo sabe que incluso si los misiles nucleares de Corea del Norte pudieran impactar cualquier lugar de los Estados Unidos, podrían hacerlo solo una vez. Después de eso no habría más Pyongyang, o ninguna Corea en todo caso, norte o sur.

Entonces, ¿qué busca Kim realmente? Él simplemente quiere protegerse a sí mismo. Quiere cimentar su control sobre el poder. Y es por esto precisamente que quiere encontrarse con Estados Unidos como un igual. No con Corea del Sur, un país que sabe que está controlado por Estados Unidos, al menos militarmente. Y no con China, que deambula entre sus intereses económicos y estratégicos. No, Kim contra Donald Trump es el juego en el que Corea del Norte está apostando.

Se trata de la paz

Uno podría tender a gritar «¡qué arrogancia!» Pero visto racionalmente, no hay otra alternativa. Trump no tiene margen de maniobra -no importa cuántos portaaviones envíe  y a pesar de la ventaja militar colosal de su país-, a menos que esté dispuesto a poner a Corea del Sur en peligro y eventualmente arriesgarse a desatar una tercera guerra mundial. ¿No valdría la pena sacrificar un poco de su enorme ego si el presidente de Estados Unidos se sentara y hablara con Kim en lugar de tuitear sobre él? No sería la primera vez que un presidente de Estados Unidos tuviese que sentarse con un dictador para hacer que se comporte. La mayoría de las veces, tales reuniones con déspotas son sobre petróleo, armas o efectivo. Esta vez se trata de algo mucho más importante: la paz.

Autor: Jürgen Hanefeld

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