Glifosato: ¿tóxico para el Gobierno?

 Glifosato: ¿tóxico para el Gobierno?

La confianza es la base de todo: por qué un herbicida puede transformarse en un gran obstáculo para la formación de nuevo Gobierno en Alemania. Un comentario de Jens Thurau.

Amigos ya nunca más van a ser: la socialdemócrata Barbara Hendricks (SPD), ministra de Medio Ambiente y el conservador Christian Schmidt (CSU), ministro de Agricultura, ambos miembros del actual gabinete en funciones de Angela Merkel. Después de las elecciones de septiembre, aún no se ha llegado a formar nuevo Gobierno. Hasta entonces, sigue «en funciones” el actual.

La cuestión de si el controvertido herbicida glifosato podía seguir siendo aplicado en la UE o no es desde hace tiempo una manzana de la discordia entre ambos ministerios. Hendricks está en contra; Schmidt, a favor.

Schmidt acaba de aprovechar la actual apatía del Gobierno y pasó a la acción. Pocas horas antes, Hendricks le había comunicado a Schmidt que estaba en contra de continuar autorizando el uso de glifosato. Schmidt ordenó igual a sus funcionarios votar en la UE a favor de una continuación del uso del herbicida por cinco años más.

No solo las «malas hierbas”

Así, un herbicida destruye no solos las «malas hierbas”, sino también la confianza entre los potenciales socios en una nueva coalición entre conservadores y socialdemócratas. La disputa en relación con el glifosato también sacude los fundamentos sobre los que sigue funcionando el Gobierno actual.

Desde que fue elegido el nuevo Bundestag, Merkel ya no cuenta con mayoría parlamentaria para gobernar. Su Gobierno tiene los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro Gobierno, pero es de uso que un gobierno solo en funciones no implemente medidas con considerables consecuencias, para no maniatar al próximo Gobierno.

Las reglas están para cumplirlas

Si no es posible de otra forma, debe consultar al nuevo Parlamento. La cuestión de una prolongación del uso de glifosato era una de esas medidas con considerables consecuencias. Schmidt no se atuvo a esa regla.

Hendricks sí lo había hecho recientemente. Antes de las elecciones había abogado por un rápido abandono de las centrales carboeléctricas, pero había fracasado ante la negativa de Merkel y de Sigmar Gabriel, el ministro de Economía. Cuando, hace dos semanas, en la Conferencia de Bonn sobre el Cambio Climático COP 23, unos 20 países anunciaron un rápido abandono del carbón, Hendricks solicitó comprensión por el hecho de que ella, como ministra en funciones, no podía adherir.

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