16-O: Apocalipsis cambiario y pacto fáustico

16-O: Apocalipsis cambiario y pacto fáustico

Perico Noticias // La escena está servida. Si Milei pierde el 16 de octubre, el lunes siguiente el mercado irá directo al borde: el dólar romperá la banda superior y la corrección cambiaria —llámesele “deslizamiento”, “armonización” o, crudamente, devaluación— se volverá inevitable. No por capricho: por aritmética. El ancla nominal ya no sostiene expectativas, las reservas netas no blindan y la demanda de cobertura domina. Cuando el techo se vuelve piso, la psicología de manada completa el trabajo.

En ese umbral, el oficialismo empujará un relato de “orden” sostenido por dólares externos. La City ya comenta “operativos de rescate” y intervenciones quirúrgicas para maquillar el cierre. Pero el problema no es el bisturí, es el paciente: sin plan consistente, cada inyección es placebo. Votos y pantallas no cambian la macro.

Aquí aparece el segundo acto —el más peligroso—: la cooptación política. Tras la derrota, el Gobierno buscará un salvavidas en el Congreso y en los gobernadores de Provincias Unidas. El argumento será “responsabilidad institucional”. La traducción: sin ustedes no hay ley ni financiamiento. Y con ese verbo, el costo se socializa. Quien se sume a la coalición deberá coparticipar el ajuste en su territorio. No hay camino alternativo dentro de este guion: el rumbo sólo se sostiene con más ajuste. Lo demás es retórica.

Conviene hablar claro. Integrarse “para moderar” es una ilusión óptica. La dinámica posderrota exigiría:

  • Rebote del tipo de cambio por encima del techo de la banda.
  • Repricing de precios regulados (energía/transportes) para cerrar cuentas.
  • Tasa real positiva que comprima todavía más la actividad.
  • Recorte adicional de partidas para sostener la narrativa de orden.

Ese paquete no se hace “en Buenos Aires” y punto. Baja a provincias en forma de menos transferencias, menos obra, paritarias ahogadas y más conflictividad. Quien ponga la firma, paga la factura.

El tercer acto es cultural. La épica de “la motosierra contra la casta” mutó en motosierra sobre el salario. Los jubilados hacen filas para medicamentos; personas con discapacidad naufragan entre auditorías; la clase media formal no llega al día 10. Si a ese cuadro le agregamos una corrección del dólar que vuelve a licuar ingresos, el riesgo es un punto de quiebre social. No hablamos de trending topics; hablamos de tensión sistémica: piquetes, paros, rotura de cadenas de pago, cierres de PyMEs. Cada devaluación sin red regala un mes de “tranquilidad” a cambio de tres de recesión.

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Cuarto acto: la tutela externa. Habrá guiños de Washington, diseños de “facilities” y promesas de backstops. Útiles para la foto, insuficientes para la vida real si siguen atados a resultados políticos y condicionados a garantías que nadie quiere poner. La estabilidad importada dura lo que tarda el mercado en preguntar por el colateral. Sin acumulación genuina de reservas y un programa verificable (fiscal, monetario y cambiario) los dólares del anuncio se evaporan como anestesia de quirófano.

¿Qué debería hacer Provincias Unidas ante este tablero? Corto y al hueso:

  1. No regalar gobernabilidad a cambio de humo. Cualquier apoyo debe atarse a un roadmap público con metas trimestrales, auditoría independiente y cláusulas de salida si no se cumplen.
  2. Blindaje social mínimo: jubilaciones, discapacidad, AUH, módulos alimentarios. Sin ese piso, toda corrección es inmanejable.
  3. Paritaria federal de emergencia con cláusula de revisión automática; sin ingresos, no hay paz social.
  4. Garantía de coparticipación y obra por ley, no por WhatsApp.
  5. Régimen productivo anticíclico: alivio fiscal temporal a PyMEs a cambio de sostener nómina.

Si el oficialismo no acepta estas condiciones, la respuesta responsable no es “acompañar igual para que no se caiga todo”: es no convalidar un libreto que traslada el costo a las provincias y a los salarios. La moderación no es poner la cara por decisiones ajenas; es cambiar el programa.

Porque el apocalipsis no es una metáfora bíblica: es un cálculo de riesgo. Un salto del dólar sobre la banda, sin red y sin plan, rompe precios, rompe contratos y rompe paciencia. La historia argentina enseña que devaluación + ajuste sin un ancla social y un horizonte productivo no estabiliza: desordena.

El lunes posterior a la derrota puede tener dos guiones:

  • El de siempre: “hay que apretar un poco más y aguantar”.
  • O el que falta: un acuerdo serio, con números, cronograma y protección al que no puede más.
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Provincias Unidas está a una decisión de ser bisagra o ser fusible. Lo primero exige coraje para decir no a la foto fácil y a un contrato macro que no sea una trampa de ajuste perpetuo. Lo segundo es aceptar el pacto fáustico: un instante de poder a cambio de cargar con el incendio.

En la puerta del apocalipsis, la política tiene una única responsabilidad: evitarlo. Con verdades incómodas, con reglas, con protección a los últimos y con un programa que se pueda medir. Todo lo demás —tweets, llamados, salvatajes teledirigidos— es música de fondo para una película que ya vimos demasiadas veces.

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