Perico Noticias // A un día de la fecha que parió a la mayoría nacional, Argentina enfrenta un ensayo de “administración tercerizada”: la economía bajo tutela externa y un presidente que condiciona su suerte a la voluntad de otro país. La respuesta social —sobre todo peronista— ya asoma: no al tutelaje, sí al trabajo, al salario y a la industria nacional.
Un aniversario con olor a urna… y a injerencia
El 17 de octubre fue la irrupción del subsuelo de la Patria: trabajadores, mujeres, juventudes y migrantes peleando por salario, derechos y dignidad. Ochenta años después, ese pueblo vuelve a ser llamado, no por nostalgia, sino porque la coyuntura repite un dilema viejo: soberanía o dependencia.
La “arquitectura” anunciada desde Washington —compra masiva de pesos y esquema de swap— busca, según sus promotores, “estabilizar” hasta el 26. En la práctica, es una limpieza récord del mercado de deuda que deja a la Argentina atada a decisiones ajenas. Cuando el secretario del Tesoro habla antes que el ministro local, la señal no es técnica: es política.
El termómetro social no miente
Las mediciones que circulan muestran un clima anímico partido en dos: bronca e incertidumbre dominan, con esperanza aún viva pero frágil. Y, aun con el dólar planchado a fuerza de intervención, las familias chocan con lo real: consumo deprimido, salarios licuados, empleo informal y deuda de hogar. Difícil vender “milagros” cuando la heladera responde con silencio.
Un “salvataje” con letra chica
El libreto es conocido: estabilizar precios financieros hoy para cobrar en activos reales mañana. Si el Tesoro de EE. UU. se queda con pesos, no es filantropía: son fichas para arbitrar en títulos a tasas altísimas, comprar barato y vender caro. El riesgo es que la estabilización de corto plazo se pague con más ajuste y pérdida de herramientas nacionales después. Eso no es libertad; es tutela.
La política, entre el ultimátum y la urna
El mensaje “si no ganamos, no hay rescate” no sólo es impropio: hiere el orgullo democrático. En Argentina, los cambios de rumbo los decide el pueblo y esa es la piedra basal del 17 de octubre. Todo lo demás es pirotecnia.
Las mismas encuestas que marcan paridad también registran un sesgo antimileísta de magnitud y una mayoría que cree que la situación seguirá igual o peor. Traducido: el “voto billetera” no compra humo financiero; pide salario, empleo y producción.
Qué se vota el 26 de octubre
No se vota Wall Street vs. Pekín. Se vota la mesa de todos: trabajo, salario, industria, ciencia y federalismo productivo. Se vota si seguimos importando ideas de ajuste o si reconstruimos un proyecto nacional capaz de financiar con ahorro propio y mercado de capitales local lo que hoy se implora afuera.
17-O, versión 2025
La mejor conmemoración no es el bronce, sino la praxis:
- Defender el poder de compra con paritarias libres y recomposición de ingresos.
- Reactivar con obra pública inteligente y cadenas regionales (agroindustria, energía, minería con valor agregado, turismo, economía del conocimiento).
- Cuidar la moneda con disciplina fiscal progresiva y crédito productivo, no motosierra.
- Blindar la soberanía: ningún acuerdo externo puede poner condiciones sobre nuestro empleo, tarifas o privatizaciones.
El 17 de octubre original convirtió a los “de abajo” en protagonistas. Ocho décadas después, el intento de convertirnos en administrados choca con la misma muralla: un pueblo que cuando siente que lo empujan, vuelve a la Plaza —física o electoral— y decide.
El 26 de octubre será eso: la versión moderna del cabildo abierto. Entre un plan que necesita que otro país nos sostenga y un proyecto que confía en nuestro trabajo y nuestra industria, el peronismo —con todas sus deudas y aciertos— vuelve a ofrecer una salida desde adentro hacia arriba.
Porque la independencia no se declama: se ejerce. Y se vota.