80 años de legado Sirio-Libanés en Perico se cumplirán el 31 de marzo de 2026: «un faro cultural que renace»

80 años de legado Sirio-Libanés en Perico se cumplirán el 31 de marzo de 2026: «un faro cultural que renace»

En la Estación Perico de 1946 no había city, ni zona bancaria, ni rutas colapsadas de camiones. Había rieles, polvo, viento norte y un puñado de casas que se arrimaban tímidas a la vía. En ese borde del mapa, el 31 de marzo de aquel año, un grupo de hombres y mujeres se sentó alrededor de una mesa de madera e hizo algo inmenso: fundó la Sociedad Sirio Libanesa de Perico.

El acta, escrita a mano sobre un papel ya amarillento, todavía guarda el pulso de esa decisión. Línea por línea van apareciendo nombres que hoy son parte del ADN de la ciudad:
Badi Galo, Manuel Quintar, Mijaill Achi, Amado Hueda, Miguel Cura, Antonio Sapag, Aldo Hiso, Eduardo Bandi, Mario y Nazir Dagum, Jorge Ganam, Augusto Ali, Fares Ochi, Antonio Azmuzi, Jacinto Mohamud, Julio Abraham, Juan Elías, Domingo Chauque, Ernesto Carcur, Maximiriano Antar, Elías Samán, Augusto Alí, y tantos otros.

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En el siglo XIX, llegaron los primeros libaneses al país. Desde 1891 a 1920, 367.348 personas de herencia árabe emigraron a Argentina. Cuando son procesados en primer lugar en los puertos de Argentina, fueron clasificados como turcos porque lo que es hoy en día el Líbano era un territorio del Imperio Turco Otomano.

Más abajo, en la lista de donaciones, las mujeres completan la gesta silenciosa:
Nazira Dagún de Torfe, Adibe Achi de Bandi, Nadima de Sapag, Emilia Abraham de Ganam, entre muchas. Cada nombre, una historia; cada aporte en pesos o en “dos novillos”, una apuesta a quedarse y construir.

No venían de un país rico. Venían de un imperio derrumbado, del hambre y de la guerra, de puertos donde el árabe y el turco se mezclaban con el francés y el inglés. Llegaron a la Argentina cuando la Argentina también era un país de migrantes: sirios-libaneses, bolivianos, españoles, italianos, árabes, todos buscando un lugar donde el futuro no sonara a amenaza sino a promesa.

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Acta fundacional celebrada en casa de Mario y Nazir Dagúm el 31 de marzo de 1946

En aquel entonces Perico no era la Perico que hoy conocemos. Era Estación Perico, un paraje ferroviario que conectaba Buenos Aires con Pocito y La Quiaca. El tren traía noticias, mercaderías y, sobre todo, sueños. En ese paisaje, los sirio-libaneses levantaron tiendas, surtidos, hoteles, galpones; aprendieron el español de la calle, mezclaron el café árabe con la yerba mate y tejieron una cultura nueva, mitad de allá y mitad de acá.

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Las causas de los libaneses de abandonar su patria fueron un aumento acelerado de la demografía en el Líbano, la persecución por parte de los turcos otomanos y la guerra ítalo-turca. Algunos lugares ancestrales prominentes de origen de los argentinos libaneses son: AleyAmiounAmsheetBatrounBeirutBaalbekIaalJoüniéMish MishToulaTrípoliZahlé y Zgharta.

La Sociedad Sirio Libanesa, con sede en 9 de Julio 88, fue la casa de esa mezcla. Allí se discutió política y se jugó al truco; se celebraron bodas, bautismos y bailes; se organizaron colectas para la escuela, el hospital, los vecinos caídos en desgracia. Fue club social, consulado sentimental e institucional, además banco de confianza. En sus salones se aprendió que el comercio no es solo comprar y vender, sino sostener la palabra, fiar cuando hace falta y ayudar al que se cae para que vuelva a levantarse.

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Nicolás Lamas dona el terreno donde se encuentra el edificio actual de la colectividad Sirio-Libanesa

Ochenta años después, cuando Perico se ha convertido en un polo agrícola, comercial y logístico de magnitud, es fácil olvidar que una parte de la columna vertebral institucional de la ciudad se forjó ahí, en esa comunidad sirio-libanesa que pensó en términos de generaciones, no de coyunturas. La forma de “hacer negocio” con honestidad, el hábito de asociarse, la idea de que una institución es más importante que la suma de sus socios, todo eso también viene de ellos.

Hoy, mientras el mundo discute muros y xenofobias, la Sociedad Sirio Libanesa de Perico entra en una nueva etapa. La actual conducción, con el arquitecto Gabriel Abraham como presidente, junto a la comisión ha decidido renovar la sede y reabrirla como faro cultural, no como pieza de museo. Quieren volver a llenar de vida esas paredes: biblioteca, muestras fotográficas, ciclos de cine, enseñanza de danzas y gastronomía árabe, espacios de formación para jóvenes emprendedores, capacitaciones, encuentros sociales y de diálogo intercultural.

No se trata solo de honrar el pasado: se trata de ofrecerle a las nuevas generaciones una brújula en medio de la confusión. En tiempos en que la economía golpea, el tejido social se tensa y la política se vuelve agria, mirar hacia esos pioneros es recordar que la salida siempre fue colectiva. Que una comunidad pequeña, en un pueblo que apenas era una estación de tren, se animó a levantar una institución propia con la única garantía de su trabajo y su confianza mutua.

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Presidente de la primera Comisión Moisés Torfe y Secretario Hualli Dagúm

El 31 de marzo de 2026, cuando se cumplan los 80 años de la Sociedad Sirio Libanesa de Perico, no debería ser solo un aniversario protocolar. Debería ser un acto de gratitud pública. Perico le debe a esos apellidos –Galo, Quintar, Achi, Bandi, Dagum, Ganam, Huedaa, Torfe, Ochi, Lamas, Abraham, Antar, Carcur y tantos más– un reconocimiento que esté a la altura de su legado.

Sería justo ver a sus descendientes, a las nuevas generaciones de periqueños, volver a entrar por esa puerta no como invitados de ocasión, sino como herederos. Llevar fotos, documentos, recuerdos; reconstruir el árbol genealógico de una comunidad que ayudó a convertir un paraje ferroviario en una ciudad con voz propia.

Porque si algo nos enseña la historia de la Sociedad Sirio Libanesa es que Perico no creció por azar. Creció porque hubo quienes, viniendo de lejos, apostaron por este suelo como si fuera el propio. Y tuvieron razón.

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El Dr. Plinio Zabala fué declarado Presidente Honorario desde los inicios de la Sociedad Sirio-Libanesa

Que los 80 años no sean el final de un ciclo, sino el comienzo de otro. Que la casa de 9 de Julio 88 vuelva a encender sus luces como en 1946, pero ahora con la fuerza de toda una ciudad detrás. Que Perico, al mirarse en el espejo de sus raíces sirio-libanesas, recuerde que está hecha de coraje migrante, de trabajo honesto y de una palabra que vale más que cualquier contrato.

Y que cuando alguien pregunte dentro de otros 80 años cómo se construyó esta Perico del siglo XXI, podamos responder con orgullo: se construyó sobre los cimientos de aquellos hombres y mujeres que un día, en pleno ramal al norte, se animaron a fundar una sociedad para que nadie más se sintiera extranjero.

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