Por Redacción Perico Noticias
En tiempos de oscuridad institucional, cuando la democracia parece respirar con asistencia mecánica, hay lugares donde el pulso popular aún late con fuerza. Jujuy es uno de ellos. Y no por obra de quienes gobernaron durante años con promesas vacías y represión organizada, sino por quienes nunca abandonaron la calle: los movimientos sociales, las juventudes empobrecidas, los gremios combativos y una izquierda que, a dos años de la reforma reaccionaria de Morales, mantiene viva la llama de la resistencia.
El economista y diputado provincial Gastón Remy, del Frente de Izquierda (PTS), escribió una columna reveladora en La Izquierda Diario. No es solo un balance de la lucha contra la reforma constitucional que criminaliza la protesta. Es, sobre todo, un llamado a leer esa batalla como anticipo de lo que se viene a nivel nacional: la consolidación de un régimen autoritario, ajustador, blindado por jueces serviles y sostenido por pactos entre patronales y estructuras políticas fosilizadas.
Desde Jujuy, se denuncia un patrón: proscribir a Cristina, endurecer el control social, vaciar de contenido la democracia. Lo insólito es que mientras todo esto sucede, el peronismo tradicional —el mismo que gritaba patria o muerte— guarda silencio o juega a las escondidas. Ni el PJ federal jujeño, ni la Cámpora local logran interpelar a una ciudadanía empobrecida, harta y huérfana de futuro. La imagen de casta los alcanza a todos.
En ese vacío crece algo distinto. Una izquierda que no solo denuncia, sino que propone. Que no solo moviliza, sino que pone el cuerpo. Que construye una épica desde el barro, sin custodios ni discursos editados. En Jujuy, el FITU ya no es una rareza académica: es el único actor político que se planta sin pedir permiso.

La detención de Cristina Fernández puede reordenar el tablero. Mientras algunos sectores del kirchnerismo navegan entre el shock y la nostalgia, figuras como Myriam Bregman comienzan a erigirse como polos éticos frente a un sistema podrido. No hay alianza formal, pero sí hay afinidad táctica: la defensa de las libertades democráticas no tiene dueño, y la calle no admite traidores.
¿Puede el peronismo nostálgico jujeño correrse hacia la izquierda? ¿Puede nacer en octubre una fuerza transversal, popular, rebelde y profundamente patriótica? ¿Puede la juventud que no encuentra futuro ni en el PJ ni en Milei mirar a la izquierda con esperanza?
Sí. Pero depende de que la izquierda comprenda su oportunidad histórica y la abrace con audacia, con generosidad y con calle. La sociedad jujeña no soporta más gerentes de su pobreza. Necesita líderes que griten verdades incómodas, que vivan como el pueblo y que sueñen más allá de las próximas elecciones.
Desde la tierra del éxodo, de la reforma silenciada y de la represión legitimada, puede brotar una alternativa nacional. Jujuy arde. Pero en ese fuego, tal vez, se esté forjando una nueva patria.
Que la vean. Que la escuchen. Que tiemblen.