María Almazán: entre la dignidad del voto y el juego sucio del poder

María Almazán: entre la dignidad del voto y el juego sucio del poder

Hay momentos en que las instituciones deben mirarse al espejo y preguntarse si siguen cumpliendo con su razón de ser o si han sido capturadas por intereses mezquinos. Lo que ocurre hoy en el Concejo Deliberante de Monterrico es, sin duda, una prueba de fuego para la democracia local.

María Alejandra Almazán, legítima primera suplente del Frente Justicialista que ganó en 2021, tiene el derecho constitucional y ético de asumir el cargo de concejal tras el lamentable fallecimiento de Ester Flores. Sin embargo, en lugar de garantizar su jura y honrar la voluntad popular, un sector del peronismo local —el mismo que la llevó en su lista— orquesta una campaña para deslegitimarla, vetarla y someterla al escarnio público.

Los argumentos son tan frágiles como reveladores: acusan a María Almazán de “inhabilidad moral” sin que medie juicio, sumario, ni procedimiento alguno que avale semejante acusación. Reprochan su vínculo laboral con el municipio, cuando ella misma ha manifestado que pedirá licencia, del mismo modo en que lo hiciera su antecesora. Lo que se le imputa, en verdad, no es otra cosa que haber tomado distancia del viejo esquema de poder. Almazán fué designada en el municipio por el ex intendente.

La figura de Almazán incomoda, no por su accionar, sino porque representa algo más profundo: la posibilidad de que emerjan voces con autonomía, que ya no se someten ciegamente a los caudillos de siempre. Y eso, en la política local, es imperdonable. De ahí el intento de montar una comisión investigadora como teatro institucional para una condena mediática previa. De ahí las cartas apuradas, las presiones, los rumores y los “pedidos” disfrazados de preocupación moral.

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Pero la moral no se ejerce a conveniencia. O es principio universal o es herramienta de extorsión. Y en este caso, es evidente que se busca disfrazar una venganza política con ropaje de legalismo.

Mónica Gualpa, actual presidente del cuerpo, tiene la oportunidad de marcar la diferencia. Puede ceder a las órdenes del aparato que aún opera en la sombra, o puede erguirse como garante de los valores republicanos. Puede honrar su cargo, o hundirse con quienes creen que el Concejo es una escribanía del dedo político.

No se trata solo del derecho de Almazán, se trata de todos los que creemos en la igualdad ante la ley, en la soberanía del voto, y en la necesidad de una política más ética, más humana y menos cobarde.

El pueblo de Monterrico observa. Y no olvida.

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