“Francisco hizo historia: La Quiaca pone primera en el mapa mundial del gaming con su política de Estado”

“Francisco hizo historia: La Quiaca pone primera en el mapa mundial del gaming con su política de Estado”

Este sábado, el Mini Estadio de la Juventud Católica en La Quiaca fue el escenario de un hecho tan insólito como potente: Francisco, un niño quiaqueño, venció en la primera ronda del torneo gamer local nada menos que a SHIFU, el capitán de la Selección Argentina de e-sports. El aplauso fue inmediato, la emoción contagiosa, y la declaración contundente: “Los juegos gamer son una política de Estado”, afirmó Dante Velázquez, el referente político que impulsó el evento y presenció con orgullo el talento juvenil en acción.

La escena no fue casual ni aislada. Este evento forma parte de una iniciativa más amplia que ya fue convertida en ordenanza municipal, convirtiendo a La Quiaca en la primera ciudad del país en institucionalizar los e-sports como política pública. En otras palabras, no se trata de una actividad ocasional, sino de una estrategia decidida para incluir, formar y visibilizar a las juventudes en una de las industrias más potentes del siglo XXI.

“Esto no es una moda, es una puerta. Una oportunidad para entender a nuestros jóvenes, brindarles espacios y reconocer sus talentos. Desde este rincón del país estamos dando un salto al mundo”, expresó Velázquez con entusiasmo, destacando que la ciudad más al norte de la Argentina también puede ser vanguardia en cultura digital.

El mensaje tiene un componente simbólico y político potente. Desde un territorio históricamente postergado, donde “se defiende la patria” —como bien lo expresó Velázquez—, hoy se abre un nuevo frente de soberanía: el digital. La Quiaca no solo resiste, también propone y se reinventa. El gaming, lejos de ser un escape, se convierte en una herramienta de inclusión, innovación educativa y desarrollo económico.

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Dante Velázquez no dudó en convocar a todas las instituciones de bien público de la ciudad a sumarse: “Este es solo el primer paso. Lo que viene será mucho más grande. El juego responsable debe ir de la mano de la cultura, el turismo, el deporte, y tiene que ser parte del futuro social”. La frase resuena con fuerza en una ciudad que, desde su geografía fronteriza, está dispuesta a jugar en primera.

La victoria de Francisco es, en este contexto, una metáfora y un llamado. Es el triunfo de una generación que pide ser escuchada, que se expresa en nuevos lenguajes y que no quiere ser excluida por prejuicios o nostalgias conservadoras. Como dijo Velázquez, él mismo fue un crítico del mundo gamer hasta que lo entendió a través de los ojos de su hijo: “Yo no jugué nunca. Pero aprendí escuchando. Y hoy mi hijo me enseñó que tenía razón”.

Esta historia —la de un chico que juega en La Quiaca, que vence a un campeón nacional, y que lo hace en una ciudad que apuesta políticamente por él— debe recorrerse de punta a punta del país. Porque demuestra que los talentos están distribuidos por igual, aunque las oportunidades no. Y que cuando hay voluntad, política y amor por el pueblo, todo puede cambiar.

El gaming no es solo entretenimiento: es cultura, es industria, es posibilidad. Y desde el Norte Grande, Francisco y su ciudad lo gritan al mundo.

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