Por Jorge A. Lindon // El último intento del gobierno de Javier Milei por captar financiamiento voluntario en moneda dura naufragó sin atenuantes: la licitación de Bopreales apenas logró adjudicar 26 millones de dólares a pesar de ofrecer una tasa del 9% y un dólar implícito de 1.450 pesos. La cifra resulta insignificante frente a la necesidad urgente de colocar 1.000 millones antes del 31 de julio. ¿Conclusión? El mercado le soltó la mano al Presidente. Se acabó la confianza, y no hay motosierra ni relato de déficit cero que lo disimule.
Los llamados “Bopreales” —bonos para importadores que buscan contener la bola de nieve de deuda comercial privada— se presentaban como una herramienta para sincerar pasivos y oxigenar las reservas del Banco Central. Pero el mercado, ese juez ciego y voraz que Milei idolatra, acaba de darle la espalda. Ni las tasas astronómicas, ni el cepo feroz, ni la promesa de un futuro paradisíaco dolarizado sirvieron para torcer el brazo de quienes manejan los dólares.
Peor aún: el fracaso no es sólo financiero, es político. Porque revela que los actores económicos, esos mismos a los que el Presidente considera aliados “naturales”, no creen en su programa ni en su capacidad de sostenerlo. Rechazan la bicicleta sin pedales, la fantasía de que ajustar hasta el hueso creará prosperidad mágica. El mercado habla, y lo que dice es simple: no les creemos más.
Mientras tanto, el Ministro Caputo intenta disfrazar el fiasco con tecnicismos y promesas de futuras emisiones. Pero los datos son concretos: quedan por colocar 974 millones de dólares en menos de un mes y la primera rueda se pinchó. No estamos ante un error aislado, sino frente al comienzo del repliegue inversor, el anticipo de un “no” que puede volverse un grito si no hay viraje.
En este escenario, la confianza que Milei decía tener asegurada se evapora. Lo grave no es sólo el desplome de una licitación, sino el mensaje que deja: el gobierno no encuentra credibilidad ni siquiera entre los suyos. Si el mercado financiero —libre, racional y meritocrático como lo idealiza— le da la espalda, ¿qué queda para los asalariados, los jubilados o las economías regionales que ya padecen su plan de demolición?
Lo que estamos viendo no es una simple mala semana en Wall Street. Es el principio del fin de una fantasía. Sin dólares, sin confianza y sin política, Milei se enfrenta a un desierto mucho más arduo que el que pronosticaba para la “herencia recibida”.
📌 Desde el Norte Grande, Perico Noticias pone el foco donde otros callan: cuando fracasa el gobierno más market friendly de la historia, es hora de prender las luces rojas.