“Fin del DNU: El Kuzushi democrático que puede salvar a los jubilados”

“Fin del DNU: El Kuzushi democrático que puede salvar a los jubilados”


Como en el arte milenario del judo, la política argentina busca hoy el Kuzushi, esa maniobra esencial que rompe el equilibrio del adversario antes del derribo. Y en este presente de ajuste, miseria planificada y recorte brutal, el desequilibrio que enfrenta Javier Milei es institucional: el Congreso finalmente ha descubierto que para frenar la motosierra del Ejecutivo hay que ir por el corazón de su estrategia autoritaria: los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU).

Desde su asunción, el presidente ha gobernado como un emperador plebeyo: decretando desde la cima y vetando desde la trinchera. Se jacta de seguir los pasos de Bukele, pero su verdadera inspiración es Menem con turbo. Su mega DNU de diciembre, con más de 300 derogaciones y reformas estructurales sin debate legislativo, fue un asalto a la división de poderes, a la república misma. Las víctimas inmediatas: jubilados, universidades, personas con discapacidad, pacientes del Garrahan y cada eslabón del Estado protector.

Milei no gobierna con leyes, las arrasa.
Y cuando el Congreso osa devolverle una señal de humanidad —como el aumento de haberes jubilatorios votado por mayoría—, su respuesta es brutal: veto, desprecio y asado con sus “85 héroes”, mientras los jubilados hacen huelga de hambre frente a Olivos.

La narrativa oficial busca legitimarse en el 56% de los votos, pero la Constitución no otorga cheques en blanco. Los DNU solo deberían aplicarse en emergencias reales y acotadas, no como norma de gobierno. Sin embargo, la arquitectura institucional vigente permite que un presidente con apenas 39 diputados y 6 senadores tenga más poder que el Congreso completo. Esta asimetría es insostenible.

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Por eso, la verdadera batalla no está solo en frenar un veto o un recorte, sino en reformar la ley de DNU, para que el Parlamento vuelva a ser lo que debe ser: el guardián de la soberanía popular. La propuesta está sobre la mesa. Alcanzar los dos tercios necesarios es difícil, pero no imposible. Especialmente si la oposición —desde el peronismo hasta los radicales críticos— comprende que lo que está en juego no es una elección, sino la República.

Los jubilados lo sienten primero.
En su cuerpo, en sus medicamentos que no pueden pagar, en su plato vacío mientras otros celebran. Pero lo que hoy padecen ellos, mañana alcanzará a todos. Si el Congreso no actúa ahora, si no rompe el equilibrio autoritario con su propio Kuzushi institucional, el derrumbe será de todos y el país se volverá rehén de un iluminado sin frenos.

No hay justicia social sin freno al autoritarismo.
No hay democracia sin límites al veto imperial.
No hay futuro si la motosierra decide el presente.

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