¿Plan o quimera? Milei disuelve entes históricos y concentra el poder del transporte: la Argentina del asfalto bajo sospecha

¿Plan o quimera? Milei disuelve entes históricos y concentra el poder del transporte: la Argentina del asfalto bajo sospecha

La creación de la Agencia de Control de Concesiones y Servicios Públicos de Transporte implica la disolución de organismos clave como Vialidad Nacional. ¿Reforma audaz o desguace institucional? Mientras el presidente promete eficiencia, las rutas se agrietan bajo el peso de un dólar ficticio y sin inversiones concretas.


Javier Milei volvió a prender fuego la institucionalidad argentina con su reciente anuncio: la disolución de los entes de transporte, obras y mantenimiento —incluida Vialidad Nacional— para crear un nuevo organismo centralizador: la Agencia de Control de Concesiones y Servicios Públicos de Transporte. Con este movimiento, el presidente apuesta a “romper con la decadencia”, pero lo que promete eficiencia podría convertirse en un experimento costoso con implicancias de alto voltaje institucional, económico y social.

La nueva agencia, cuyo nombre destila tecnocracia y espíritu liberalizador, promete ser el brazo de control para las concesiones y los servicios públicos de transporte. El trasfondo, sin embargo, revela un proceso de concentración de poder en el Ejecutivo, desmantelando estructuras centenarias como Vialidad Nacional, uno de los organismos técnicos con mayor expertise en infraestructura vial del país.

¿Un cambio de paradigma o un salto al vacío?

En la retórica presidencial, el diagnóstico es claro: los entes actuales están infectados por “la casta”, la corrupción y la burocracia improductiva. En este marco, su disolución es vista como un paso necesario hacia la desregulación completa y la privatización eficiente. Pero, ¿es este el momento económico, político y operativo para un cambio de tal envergadura?

En el corto plazo, las consecuencias podrían ser graves. La desaparición de entes tradicionales implicará la interrupción de obras en ejecución, la parálisis de mantenimiento de rutas y una reorganización de competencias sin un plan logístico visible. Los trabajadores estatales, muchos con décadas de formación técnica especializada, podrían quedar desplazados por contratistas privados sin garantías de continuidad ni experiencia territorial.

El dólar de papel y el espejismo de las inversiones

El plan de Milei también tropieza con la realidad económica: el tipo de cambio oficial está fuertemente atrasado respecto del dólar libre, lo que encarece las importaciones de maquinaria, materiales e insumos necesarios para cualquier tipo de obra vial. ¿Quién invertirá en rutas argentinas con márgenes de rentabilidad licuados y un Estado que renuncia a su rol estructurador?

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El gobierno apuesta al sector privado y al financiamiento externo. Pero ni las licitaciones ni los créditos de organismos internacionales llegan sin estabilidad, previsibilidad y un Estado garante. La disolución de Vialidad no solo pulveriza esa garantía, sino que instala un interrogante sobre la continuidad institucional del desarrollo vial, vital para un país continental como Argentina.

Del delirio doctrinario a la erosión del federalismo

Vialidad Nacional, además de construir y mantener rutas, coordinaba con provincias y municipios. Su disolución no solo altera la cadena de mando técnica, sino que vulnera la estructura federal del sistema de transporte. Las provincias, ya golpeadas por el recorte de subsidios y transferencias, quedarán a la deriva sin un interlocutor técnico estatal que las asista.

Además, la centralización en una agencia con “control” en su nombre levanta sospechas sobre los criterios que se usarán para asignar concesiones, ejecutar inversiones o fiscalizar servicios. ¿Será un modelo basado en eficiencia o en fidelidad ideológica? En la Argentina de Milei, el discurso anticasta empieza a parecerse demasiado al viejo caudillismo neoliberal de los 90.

El riesgo de una Argentina desconectada

Las rutas no solo conectan pueblos: sostienen economías regionales, garantizan el abastecimiento de alimentos, vinculan a millones de argentinos en su vida cotidiana. Desmantelar el sistema vial sin una transición ordenada y transparente puede desatar un colapso en cámara lenta. No se trata de defender estructuras obsoletas, sino de reconocer que sin Estado no hay Nación que circule.

En nombre de la eficiencia, Milei está jugando con la columna vertebral de la logística nacional. ¿Podrá una nueva agencia, nacida entre rumores de ajuste brutal, absorber las funciones de décadas de experiencia acumulada? ¿O asistimos al preludio de una crisis estructural disfrazada de modernización?

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La Argentina del futuro no se construye con slogans, sino con rutas seguras, inversiones reales y Estado presente. El tiempo corre, y el asfalto se agrieta.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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