Editorial por Jorge A. Lindon // La Argentina ya no está en una transición: está en una transfiguración institucional. Como en un thriller distópico, el misil ya fue lanzado desde Balcarce 50 y surca el aire a toda velocidad. Pero mientras las alarmas suenan entre gobernadores indignados por una coparticipación que se achica como la piel del diablo, el verdadero blanco es otro: la demolición del sistema federal tal como lo conocemos.
La motosierra no fue metáfora. Fue programa. Y el desguace no se detiene. El déficit fiscal ha vuelto con fuerza en junio –según datos ya inocultables– y encima la inflación da señales de rebote. Pero lo que realmente enciende el pánico en las gobernaciones es lo que ya nadie puede tapar: la Nación ha decidido prescindir de ellas. Milei, con el respaldo inquebrantable de Estados Unidos, ha activado un rediseño institucional en el que los municipios serán las nuevas terminales del poder central, y las provincias, un estorbo administrativo en vías de disolución fáctica.
La implosión silenciosa del federalismo
¿Qué ocurre cuando se sigue recortando transferencias a las provincias y aun así el gobierno nacional vuelve al déficit? ¿Qué queda cuando los gobernadores, por más indignación que acumulen, son meros convidados de piedra en el nuevo juego de poder? Lo que queda es la constatación brutal de un nuevo régimen en marcha, uno en el que el Estado se desmiembra como un organismo atacado por su propio sistema inmunológico. Ya no se trata de ajustar el Estado: se trata de vaciarlo por dentro hasta que no tenga posibilidad de regresar.
En el mismo movimiento, Milei achica, desfinancia, y desjerarquiza el Estado Nacional… para convertirlo en un hipercentro de comando directo, sin intermediarios territoriales, sin gobernadores molestos ni sindicatos con poder. El modelo que se gesta –y que Caputo dejó entrever con su brutal anticipo a Fantino: “se vienen meses muy complicados”– no es el de un ajuste, sino el de una refundación vertical, con ADN libertarista, cripto-feudal y autoritario.
Gobernadores: la patética resistencia de los que ya perdieron
Mientras el Pacto de Mayo sigue sin fecha y el DNU permanece sin caducar, Milei ya ganó la verdadera batalla: se hizo con el poder institucional sin negociar con nadie. Gobernadores del norte, del sur, del centro, todos por igual, ya no deciden nada que no esté permitido desde Buenos Aires. Las obras públicas se paralizan por WhatsApp, las transferencias se evaporan por decreto, y la recaudación provincial no alcanza ni para pagar salarios en algunos distritos.
La bronca crece. Pero no hay poder real en los gobernadores para revertir nada. Y esto es lo que Milei sabe. Por eso los desafía, los ignora, los humilla. Porque su única preocupación es consolidar una nueva hegemonía plebiscitaria, con intendentes como aliados tácticos y municipios como nodos ejecutores del programa libertario. Las provincias, en este tablero, son piezas decorativas en una vitrina polvorienta.
El misil no ha explotado aún. Pero el temblor ya empezó.
El gobierno de Milei sobrevive al misil inflacionario, al déficit, al caos social, porque su lógica no es la de la gobernabilidad, sino la del shock permanente. Caputo y Sturzenegger lo saben. La crisis que se avecina será de tal magnitud que, en vez de debilitar al régimen, lo reforzará. Porque cuando la catástrofe ocurre y nadie más ofrece certezas, el que simula tener un plan se convierte en líder mesiánico.
La demolición continúa en el ámbito público, pero también avanza sobre lo privado: subsidios que desaparecen, derechos laborales que se evaporan, contratos que se licúan. Es la nueva matriz. El nuevo país. Y todo lo que no se ajuste, será eliminado.
El peronismo ya leyó el juego (y no lo va a romper)
Ni Axel Kicillof, ni los gobernadores PJ, ni los renovadores, ni la CGT: nadie va a romper el tablero. Porque el endeudamiento, la fragilidad fiscal y la desconexión con la calle son demasiado grandes. Nadie quiere quedar como el que “volteó a Milei” justo cuando todavía retiene el fervor de las redes y el blindaje de Washington. Entonces, el peronismo se resigna a disputar la administración de lo poco que quede, mientras el Estado-nación se convierte en plataforma de emisión de decretos y manejo de divisas.
Con Milei o sin Milei, el nuevo régimen ya está aquí
Argentina ya no volverá a ser la de antes. Ni los sindicatos volverán a manejar paritarias como antes, ni las provincias controlarán obras públicas, ni los gobernadores podrán extorsionar con la coparticipación. En este esquema, la centralidad vertical del poder se impone por default, no por consenso.
El peronismo lo sabe. Los radicales lo temen. Y los libertarios lo celebran.
Final: sobrevivir será un acto de imaginación
En esta tormenta perfecta, la única salida no es resistir, sino crear. La creatividad, la resiliencia social, las redes comunitarias, los municipios empoderados, el arte, la cultura, la tecnología, serán las únicas armas del pueblo frente a un régimen que viene a arrasar con todo. Como dijo Caputo, los meses que vienen serán duros. Pero también serán la incubadora de un nuevo sujeto social, capaz de oponerse no con burocracia ni clientelismo, sino con inteligencia y coraje.
La historia está en marcha. El régimen cambió. Solo queda decidir si seremos espectadores… o protagonistas.