“Mientras Milei y los gobernadores hacen teatro, el dólar habla: 10% devaluación y el pueblo en manos de la nada misma”

“Mientras Milei y los gobernadores hacen teatro, el dólar habla: 10% devaluación y el pueblo en manos de la nada misma”

En el vértigo político argentino, donde los escándalos del Congreso capturan la escena como una tragicomedia mal ensayada, el dólar subió más de un 10% en las últimas semanas. Silencio. Silencio en cadena nacional. Silencio en los grandes medios. Silencio en las redes institucionales. ¿Qué es esto, si no una devaluación? Una que no se dice, que no se reconoce, que no se comunica. Pero que licúa el poder adquisitivo, reactiva la inflación reprimida y redefine el presente de millones.

Esta devaluación, que ya impacta en los costos de la cadena comercial, especialmente en los precios de bienes transables, viene escondida bajo la alfombra de la victimización presidencial y la disputa tribal de los gobernadores por cajas, prebendas y sobrevida política. Como si el pueblo no existiera. Como si el hambre no tuviera urgencia. Como si los precios no golpearan todas las mañanas en la góndola y el colectivo.

Una república de simulación

Javier Milei acusa complots. Se victimiza. Habla de gobernadores golpistas. Del otro lado, los mandatarios provinciales montan un show de federalismo herido cuando en verdad defienden sus feudos, sus cajas, sus empleos públicos, sus redes clientelares, y no a sus pueblos.

La realidad es otra. Más cruda. Más incómoda. Más urgente. La economía argentina ha iniciado un nuevo round de inestabilidad cambiaria, y la inflación, que parecía anestesiada, vuelve a respirar con fuerza. Las palabras mágicas de “ancla fiscal”, “meta de base monetaria cero” y “superávit primario” se diluyen cuando el tipo de cambio paralelo se dispara y el dólar oficial empieza a moverse sin que nadie lo anuncie.

Y sí, hay una devaluación en curso. Que no se formaliza en conferencia, pero sí en la remarcación sorda de los formadores de precios, en el dólar blend para exportadores, en el crawling peg que pisa el acelerador. Una devaluación sin épica, sin bandera y sin explicación pública. Una devaluación que paga el trabajador, el jubilado, el comerciante de barrio, mientras los de arriba juegan su partida de ajedrez con sangre ajena.

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Los verdaderos titiriteros: agro, finanzas y silencio

Tanto Milei como los gobernadores están arrodillados ante los verdaderos dueños del país: los exportadores agroindustriales, los fondos financieros, los holdings dolarizados, y hasta los lobbys internacionales que no conocen otra lengua que la de la renta.

Son ellos quienes deciden cuándo liberar stock, cuándo acelerar liquidaciones, cuándo mover los precios. El gobierno “libertario” no es libre. Y los gobernadores “federales” no federan. Todos responden a un orden no electo, pero muy eficaz.

¿O acaso alguien cree que la inflación sube porque la política pelea? No. La inflación sube porque el poder real mueve las fichas. Lo demás es cotillón. El plan económico, que se jacta de ortodoxia, ahora se ve jaqueado por el humor de Wall Street, las tasas del Tesoro de EE.UU. y la volatilidad global. Se mueven las expectativas, se cae la confianza, y el “milagro argentino” que vendieron al mundo se deshilacha en las primeras curvas.

Una sociedad huérfana de representación

Nadie habla claro. Nadie defiende el interés común. Milei desprecia la política, pero gobierna con sus peores vicios: falta de consenso, verticalismo mesiánico, desprecio por los sectores vulnerables. Los gobernadores, mientras tanto, no son la resistencia: son la corporación del Estado bobo que quieren seguir administrando sin reforma ni modernización.

En el medio, el pueblo argentino está cautivo. Huérfano de representación. Sin amortiguadores, sin relato, sin horizonte. A la deriva entre dos proyectos fracasados: el ajuste sin humanidad, y el estatismo sin eficiencia.

Nadie, en este momento, está discutiendo lo importante: una nueva arquitectura social, una economía popular tecnológica, un federalismo real con recursos genuinos, una democracia con participación y transparencia. Todo eso está fuera de escena. Porque el guión es otro. Un país que se devora a sí mismo mientras simula que debate.

El futuro será nuestro o será de nadie

La devaluación en curso es más que una variable técnica. Es una confesión de derrota encubierta. Es la prueba de que el “plan de hierro” tiene pies de barro. Y que el pacto con el pueblo ha sido reemplazado por un acuerdo silencioso con el poder concentrado.

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Pero todavía hay margen. La Argentina ha sobrevivido a peores incendios. Lo que falta no es sólo dinero, es sentido, sensibilidad y liderazgo colectivo. Alguien que se atreva a decirle la verdad al pueblo. Que no lo trate como ganado para urnas o estadísticas. Que convoque a la inteligencia argentina a pensar de nuevo.

Hasta que eso ocurra, seguiremos en manos de la nada. De la política que no siente. Del poder que no habla. Del dólar que sube mientras todos miran hacia otro lado.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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