Por Jorge A. Lindon
1. El espejismo fiscal se agota: entre la motosierra y la dinamita
La economía argentina está sentada sobre un barril de pólvora. Javier Milei lo sabe. Por eso, en vez de mostrar soluciones, busca culpables. A ocho meses de gobierno, la fiesta de la motosierra llega a su fin y empieza el “despertar resacoso” de una gestión que —más que ajuste— es un sabotaje económico disfrazado de épica libertaria. Las palabras que pronunció el Presidente en la Bolsa de Comercio no fueron advertencias: fueron disculpas anticipadas. Porque lo peor está por venir, y él lo sabe.
Los números no mienten: el grueso de la recaudación impositiva —retenciones, Ganancias y Bienes Personales— se cobra en la primera mitad del año. El gasto público, en cambio, se ejecuta mayoritariamente en la segunda. Y ese desfasaje financiero es el talón de Aquiles que dinamita la ilusión de superávit. Mientras Milei juega al “Napoleón libertario”, la demanda de dólares se acelera y el sistema cambiario colapsa desde adentro.
2. Una estacionalidad que desangra al Tesoro
La oferta de dólares del agro ya pasó. El calendario lo condena: desde julio hasta octubre, las importaciones pisan fuerte, el Tesoro sangra divisas y las provincias (ya arrasadas) piden oxígeno. ¿Cuál es la respuesta del Presidente? Gritar “ratas inmundas” desde el atril. Como si insultar a los demás hiciera mágicamente sostenible un modelo que ni siquiera sus propios asesores comprenden del todo.
Se repite una secuencia trágica conocida: tipo de cambio atrasado, fuga de capitales, caída de reservas, dólar que se recalienta y miedo en las calles. El mismo miedo que Milei traduce en euforia paranoide y fantasías de “libertad” para ocultar que ya está fracasando.
3. Medicamentos y vejez: el ajuste inhumano
En su informe, el economista Claudio Zuchovicki dio un dato demoledor: los medicamentos que consumen los adultos mayores aumentaron un 160% desde que asumió Milei. Pero no es solo inflación: es también demolición del PAMI, reducción del vademécum y un ajuste que deja a millones sin acceso básico a la salud.
¿El resultado? Un pensionado que podía comprar 10 pastillas con su jubilación ahora solo accede a seis. Y encima, lo poco que consigue lo paga un 409% más caro. Este es el “milagro liberal” de Milei: menos oferta, menos consumo, más sufrimiento. Y ninguna respuesta.
4. Empresas ahogadas, empresarios furiosos
Las pymes ya no rezan: putean. En todos los idiomas posibles. Del norte al sur, lo que prometía desregulación se convirtió en una maraña de improvisaciones donde los únicos que ganan son los fondos buitre y los prestamistas usureros de la deuda pública. Milei pidió “inversión” pero trajo miedo. Subió el riesgo país, aumentó el costo de capital y paralizó la inversión productiva.
Lo admiten sus propios votantes: están desilusionados, pero no ven alternativa. “Me está matando, pero que no vuelva el peronismo”, dicen muchos empresarios. Esa es la tabla a la que se aferra Milei. No es mérito suyo, sino vacío ajeno.
5. De la política de shock al síndrome de desgaste
La historia argentina demuestra que los planes económicos sin músculo social ni anclaje productivo tienen fecha de vencimiento. Como dijo Ferreres, el rebote post devaluación terminó en enero. Desde entonces, la economía volvió a caer. Pero el gobierno, aferrado a sus delirios mesiánicos, niega la realidad con la violencia de quien no puede corregirse.
¿Y cuál es el plan? Esperar. Estirar la agonía hasta abril, cuando se reactive la liquidación del agro. Pero hasta entonces, todo es caída: consumo, inversión, confianza, poder adquisitivo. El esquema cambiario no aguanta 14 meses. Tal vez ni 10. Y si cae, no hay red.
6. Milei es funcional al peronismo: la trampa electoral del ajuste
Paradójicamente, al peronismo le conviene que Milei no se hunda del todo. Porque necesita tiempo. Para reorganizarse, para encontrar liderazgos, para ver quién queda en pie después de la tormenta. Mientras tanto, Milei hace el trabajo sucio: ajusta brutalmente, reprime derechos, liquida el gasto público y dinamita el Estado. Cuando el péndulo cambie, el peronismo podrá volver con aire fresco, promesas de obra pública y un Milei erosionado.
7. La estafa emocional: gobernar para el algoritmo
La pregunta de fondo es esta: ¿quién gobierna? ¿Milei o su personaje? ¿El economista o el youtuber? Porque en lugar de diálogo, hay insultos. En vez de liderar, antagoniza. Cuando debería negociar, se atrinchera. En un mundo donde los dólares no llueven y la inflación no se baja con tuits, el delirio libertario no es una utopía: es una bomba de tiempo.
Cada día que pasa sin cambios profundos, Argentina se acerca un poco más al colapso. Pero no será culpa de las “ratas inmundas”, ni de “la casta”. Será responsabilidad de un presidente que eligió incendiar el país para salvar su ego.