La batalla del relato: cómo ganar sin mayoría

La batalla del relato: cómo ganar sin mayoría

Por Jorge A. Lindon – En la Argentina de Milei, el relato es la trinchera. Con el Congreso fragmentado, sin mayorías propias, sin una base territorial fuerte y con gobernadores que ya le han dado la espalda, el gobierno sabe que su único bastión de poder real es el relato: esa construcción simbólica que lo muestra como único, puro, perseguido por una «casta» que en realidad le vota las leyes. Milei no gobierna por consenso, gobierna por narración. Su discurso es el escudo que protege un ajuste inhumano, y el arma con la que ataca a todo intento de oposición.

El problema no es solo que este relato funcione; es que el peronismo, su adversario histórico, no ha logrado contrarrestarlo con otro relato potente. La parálisis discursiva del movimiento nacional y popular, su tendencia a mirar para adentro, a encerrarse en la nostalgia o en la interna de listas, ha cedido el territorio simbólico a una derecha que avanza con memes, frases vacías pero efectivas, y un aparato de comunicación que convierte cada veto en una muestra de fortaleza y cada cifra manipulada en una victoria.

La batalla del relato no es un capricho estético: es la clave para sobrevivir políticamente en un país donde la economía está devastada y la democracia, en jaque. Cuando Milei veta leyes de emergencia y lo transforma en acto heroico, cuando exhibe una inflación anestesiada por la recesión como éxito de gestión, no está gobernando: está narrando. Y mientras tanto, gana tiempo, blindaje y votos.

El peronismo tiene dos caminos: replegarse sobre sí mismo y seguir discutiendo candidaturas entre codazos y susurros, o entender que lo que está en juego no es solo una elección sino la supervivencia misma de un modelo de país donde el trabajo, la justicia social y la soberanía sigan siendo palabras con peso y no ironías de TikTok. Para eso, necesita construir un nuevo relato: uno que sea épico pero concreto, que conecte con el dolor cotidiano de la gente sin caer en el lamento, que proponga futuro sin negar el pasado.

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La narrativa no se decreta: se construye en la calle, en las redes, en los medios, en cada acto de gobierno y en cada palabra que pronuncie un dirigente. El ejemplo de Brasil, donde Lula arrincona judicialmente a Bolsonaro, contrasta con la tibieza argentina frente a los Caputo, Bullrich o Sturzenegger, que siguen moviéndose con total impunidad. Si el peronismo no logra imponer la idea de que el ajuste es un crimen y que hay responsables con nombres y apellidos, no solo perderá votos: perderá autoridad moral.

La batalla del relato no se gana solo con data ni con consignas de archivo. Se gana con verdad, con sensibilidad, con coraje. Se gana cuando un comerciante dice que este es el peor año de su vida y un dirigente no le responde con tecnicismos, sino con una propuesta concreta, una escucha real, una acción inmediata. Se gana cuando se demuestra que hay otro camino, y se lo recorre.

Y sobre todo, se gana cuando se comprende que la mayoría que falta en el Congreso puede construirse en la calle, en la conciencia popular, en las urnas, pero solo si primero se gana en el corazón y la cabeza del pueblo. ¡A reconstruir el relato, compañeros!

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