¿Qué pasaría si el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, es despedido en 2025?
La pregunta, que podría sonar lejana o técnica, podría ser en realidad el principio de una tormenta perfecta. Porque en un mundo globalizado y ultra financiarizado, los movimientos en Washington se sienten con crudeza en los bordes más olvidados del mapa. Y el NOA —tan castigado por el ajuste doméstico como olvidado por el mercado internacional— podría ser uno de los primeros en sentir el temblor.
¿Por qué la Fed importa en América Latina?
Powell es el rostro de una política monetaria que, con altibajos, intentó domar la inflación norteamericana con subas agresivas de tasas de interés. Esta estrategia elevó el precio del dinero a nivel global, encareciendo el crédito, incentivando la fuga de capitales desde economías emergentes y fortaleciendo un dólar que arrasó con monedas más frágiles.
Ahora bien, si un eventual presidente demócrata —como Biden reelecto o incluso un progresista más agresivo— decide remover a Powell, es probable que llegue una Fed más flexible, con política expansiva, tasas más bajas y estímulo monetario. A simple vista, eso suena bien. Pero ¿para quién?
¿Una Fed más blanda es buena para el Sur?
Depende. Si baja la tasa de interés de referencia, el dólar podría debilitarse y los capitales podrían fluir hacia mercados emergentes en busca de mayor rentabilidad. ¿Eso significa más inversiones para la región? Tal vez, pero la lógica especulativa no elige con justicia: elige con velocidad, y no siempre con criterio productivo.
Argentina no es un destino amigable para la inversión extranjera directa. Con controles, desconfianza política, inseguridad jurídica e inestabilidad macroeconómica, lo más probable es que esos flujos se canalicen hacia activos financieros, no hacia industrias reales. En otras palabras: entran, hacen la bicicleta, y se van. Y cuando lo hacen, dejan un tendal.
¿Y el NOA? ¿Qué tiene que ver con Powell?
Todo. Porque el Norte Argentino es el más vulnerable a los vaivenes de los capitales globales y la macro desquiciada del país. Basta ver qué pasó con el litio: ante la caída del precio internacional y la suba del dólar global, las inversiones en exploración se paralizaron. Las economías regionales, con fuerte exposición a commodities, sufren directamente el shock externo.
Si la Fed cambia de manos y de rumbo, la volatilidad será moneda corriente. Y en un país sin política monetaria propia —como la Argentina de Milei, que renunció de hecho al control del crédito interno—, esa volatilidad se multiplica por mil en zonas como el NOA, donde el financiamiento productivo es escaso y la asistencia estatal está en retirada.
¿Quién piensa en estos efectos de segunda línea?
El gobierno nacional parece más atento a las fotos con Elon Musk que a las curvas de tasas de los bonos del Tesoro. La oposición, entre la nostalgia y la fragmentación, aún no formula una agenda internacional. El federalismo, mientras tanto, sufre el recorte y el silencio.
Y sin embargo, lo que se juega en los próximos meses en la Fed —la continuidad o no de Powell, y la orientación de la política monetaria norteamericana— puede ser el punto de inflexión para la estabilidad cambiaria, la inflación importada y las condiciones estructurales de desarrollo regional.
¿Qué puede hacerse desde el NOA?
El Norte Grande necesita mirar más allá de Buenos Aires. Requiere una diplomacia regional, con agenda productiva, financiera y monetaria propia. Debe articular con Brasil, con organismos multilaterales, con la banca de desarrollo. Y sobre todo, debe construir capacidad de lectura del mundo, porque la soberanía también se ejerce entendiendo cómo nos impacta lo que pasa afuera.
No se trata solo de Powell. Se trata de si estamos preparados como región para enfrentar —y aprovechar— los reacomodamientos del tablero global. O si seguiremos siendo apenas la última ficha en caer, cada vez que alguien en Washington mueve la mano.