El giro silencioso de Milei: ¿Por qué ahora el Gobierno compra reservas?

El giro silencioso de Milei: ¿Por qué ahora el Gobierno compra reservas?

Javier Milei prometió barrer con todos los vicios del Estado, y entre ellos, la obsesión del Banco Central por intervenir en los mercados. Sin embargo, como una sombra que siempre vuelve, el gobierno libertario acaba de pegar un volantazo pragmático: comenzó a comprar reservas. Y no solo eso, lo hace en silencio, sin la épica de sus cadenas nacionales, sin admitir públicamente que aquella idea de “libre flotación del dólar” ya no es viable. La realidad, como siempre, impone sus propias reglas.

¿Por qué este giro?

La acumulación de reservas fue uno de los pilares del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El mismo gobierno que durante semanas defendió la “no intervención” como un dogma, hoy reconoce que necesita mostrar dólares en el Central. Pero la cuestión no es estética, sino política: la sostenibilidad del plan Milei está bajo fuego, y los mercados ya encendieron sus luces de advertencia.

El contexto no perdona: caída en la liquidación de divisas del agro, creciente déficit de cuenta corriente y una economía que, al apretarse para controlar la inflación, sufre un enfriamiento brutal. Empleo en baja, salarios licuados y consumo desplomado son los efectos colaterales de una estrategia donde la inflación es el único enemigo a vencer. En este marco, comprar reservas se convierte en un acto defensivo: evitar que la presión sobre el tipo de cambio dinamite la narrativa del éxito.

Riesgo país alto y dólares escasos

El Gobierno enfrenta una paradoja monetaria: necesita absorber pesos del mercado para que no se vayan al dólar, pero no puede emitir sin desatar una corrida. Por eso paga tasas altísimas —más del 40% anual— para colocar deuda a cortísimo plazo. La “desmonetización” forzada genera una trampa: retrae el crédito, frena la actividad y condena a la economía real a la asfixia, mientras el Tesoro y el Banco Central giran en un loop de emisión encubierta y colocaciones carísimas.

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La narrativa oficial dice que no se emite para financiar al Tesoro, pero el endeudamiento en pesos es, en la práctica, otra cara de la misma moneda. Y ahora, encima, ese dinero se usa para comprar dólares. Es decir: el propio Estado se convierte en demandante del billete verde que intenta controlar. ¿Libre mercado o intervencionismo selectivo?

¿Qué cambió? Todo.

El gobierno de Milei ya no está montado en la ola de entusiasmo post-electoral. Los números del segundo semestre se anticipan oscuros: menor ingreso de divisas, más presión sobre el tipo de cambio, y una inflación que, aunque más baja, se sostiene con andamiaje artificial. La baja del dólar en el mundo y la suba de los depósitos en dólares locales ayudan, pero no alcanzan para disimular el atraso cambiario creciente, que ya se discute en todos los informes técnicos.

En ese escenario, acumular reservas se convierte en una señal para el FMI, para los acreedores, para los fondos especulativos que aún evalúan si Argentina puede sostener su experimento monetario. Pero también es una señal interna: la de un gobierno que empezó a negociar con la realidad, a costa de su propio relato.

Conclusión: el pragmatismo siempre gana

La compra de reservas por parte del Tesoro, lejos de ser una anécdota técnica, marca un cambio profundo en el rumbo económico. El liberalismo de manual choca contra los límites de la economía real, y el discurso de la flotación pura se estrella frente a los objetivos de corto plazo: mantener el dólar a raya, calmar los mercados, y sostener la ficción de que el plan está bajo control.

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Milei dijo que venía a romper con todo. Hoy, con el BCRA recomprando dólares y con el Tesoro emitiendo deuda cara para sostener el relato antiinflacionario, parece cada vez más claro que el león terminó domado por los mismos grilletes que venía a destruir. El problema es que, en el camino, las heridas en el tejido productivo y social podrían no tener retorno.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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