Epstein, Ucrania y la sombra de Viena: el tablero geopolítico según Jalife

Epstein, Ucrania y la sombra de Viena: el tablero geopolítico según Jalife

En el siempre vertiginoso ajedrez del poder global, las piezas se mueven al ritmo de las operaciones encubiertas, los acuerdos no firmados y los escándalos que rebasan los márgenes del sistema judicial. En este escenario, el análisis de Alfredo Jalife-Rahme se convierte en una herramienta indispensable para entender lo que los medios callan y los diplomáticos susurran. Esta vez, su diagnóstico conecta los hilos de una crisis ucraniana agónica, el retorno de un Donald Trump debilitado, y el tsunami judicial que amenaza con arrastrar a la elite de Washington: el caso Jeffrey Epstein.


Trump cercado por su pasado: el “efecto Epstein” se vuelve búmeran

Jalife advierte que el caso Epstein ya no es solo un escándalo sexual, sino una bomba geopolítica de fragmentación. A pesar de la pretensión de Trump de erigirse como mártir del sistema, el analista sostiene que el “tsunami Epstein” lo ha alcanzado de lleno. Su intento de dirigir la furia contra sus enemigos demócratas no le ha servido de escudo: la red de complicidades tras los vuelos a la isla, los testimonios sellados y la posible publicación de agendas lo ha colocado en el centro de un huracán judicial que ni su retórica incendiaria ni su conexión con la ultraderecha logra contener.

La paradoja es brutal: Trump, quien prometía “limpiar el pantano”, ha sido devorado por él. Y con el calendario electoral pisándole los talones, su margen de maniobra se reduce a un puñado de operadores políticos, entre ellos Tulsi Gabbard, quien intenta reactivar el “Obama Gate” como maniobra de distracción. Pero el péndulo del descrédito golpea hacia ambos lados del espectro político. Jalife apunta que lo que se cocina en las cloacas del FBI y las fiscalías federales no es solo una ofensiva contra Trump, sino una depuración profunda del viejo régimen imperial estadounidense.


Ucrania en agonía: Zelenski, peón descartable

Mientras en Washington la elite política se desangra en su propio fango, en el frente oriental la guerra de Ucrania da señales inequívocas de desenlace. Jalife, en tono quirúrgico, sentencia: “Zelenski ya es desechable”. El régimen que Occidente alimentó con miles de millones de dólares, armas y propaganda, empieza a resquebrajarse sin que nadie quiera pagar la cuenta.

El gobierno ucraniano, calificado incluso por The Guardian como el más corrupto de Europa, pierde aceleradamente legitimidad y control territorial. Pokrovsk es el último símbolo del avance ruso en el Donbass, mientras las negociaciones reales ya no se dan con Kiev, sino entre Moscú y Washington, con China como mediador latente. ¿El objetivo? Una reunión trilateral en Tianjin, el 3 de septiembre, en una suerte de “Segundo Congreso de Viena” que redefina el equilibrio global post-Ucrania.

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El 3 de septiembre y la tentación del orden multipolar

El analista mexicano sitúa el 3 de septiembre como una fecha bisagra. Ese día culmina el ultimátum de 50 días que Trump habría dado a Rusia, mientras su equipo busca establecer un canal de entendimiento directo con Putin, que excluya al debilitado Zelenski. En esa lógica, Tianjin sería el escenario ideal para una cumbre geoestratégica entre Trump, Xi Jinping y el propio Putin. No para firmar la paz, sino para redefinir el nuevo tablero donde Europa pierde peso, Ucrania queda amputada, y China toma el rol de estabilizador global.

La comparación de Jalife con el Congreso de Viena de 1815 no es casual. Allí se recompusieron los equilibrios tras la derrota napoleónica sin castigar a Francia, asegurando la estabilidad continental. Pero esta vez, señala el analista, habrá un perdedor claro: Ucrania, quizás también la OTAN.


De Ucrania a Israel: las guerras espejo

Jalife conecta los conflictos de Europa del Este con los de Oriente Medio. Para él, Ucrania e Israel funcionan como espejos deformantes del mismo experimento bélico: guerras proxy, tecnologías de vigilancia, drones autónomos y una narrativa épica de defensa nacional que esconde intereses geoestratégicos mayores. En ambos casos, la supremacía moral es utilizada para justificar lo injustificable.

Zelenski soñó con convertir a Ucrania en una suerte de “gran Israel” europeo, una fortaleza militarizada sostenida por occidente. Pero esa ilusión ya no seduce ni a Bruselas ni a Washington. La fatiga de guerra es real, y los misiles hipersónicos rusos —como el Oreshnik— han terminado de inclinar la balanza.


Sudeste Asiático: el nuevo flanco caliente

En paralelo, Jalife llama la atención sobre las tensiones emergentes entre Tailandia y Camboya, que según él, son inducidas por intereses anglosajones para desestabilizar la región del Sudeste Asiático. El objetivo no sería otro que contener a China desde sus márgenes más vulnerables. A diferencia de lo que ocurre en Europa, en esta zona el conflicto aún es larvado, pero no menos peligroso. La guerra psicológica, económica y diplomática está en marcha.

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Epstein, Yalta y los fantasmas del siglo XXI

En la visión jalifista, todos estos movimientos tienen una lógica profunda. El poder mundial está en transición, y los imperios agonizan entre escándalos sexuales, derrotas militares y pactos secretos. El caso Epstein no es una anécdota sórdida, sino un espejo del colapso moral de una elite sin proyecto. Ucrania no es una causa justa, sino un campo de pruebas geopolíticas. Y el silencio de los medios no alcanza para frenar el colapso del relato imperial.

Lo que viene es incierto, pero según Jalife, Tianjin podría ser la nueva Yalta. No para dividir el mundo en zonas de influencia, sino para evitar que la decadencia termine en guerra global. Pero para eso, alguien tendrá que hablar del elefante en la habitación… y de Epstein.

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