Perico Noticias // El presidente Javier Milei ha dado un nuevo paso hacia el abismo económico y simbólico. En julio, ejecutó una silenciosa pero brutal devaluación del 15%, mientras su ministro de Economía, su gurú libertario y su círculo más cercano repiten conceptos propios de una distopía fascista. En medio de esta tormenta, los datos no mienten: los argentinos comen menos, se higienizan menos y sobreviven como pueden.
Comemos menos. Nos lavamos menos. Sobrevivimos.
No es una metáfora: la caída interanual de las ventas en alimentos y productos de limpieza ronda el 20%, según datos mayoristas. Esta estadística es más que un número: es el relato frío de una tragedia cotidiana. En las góndolas, en los changuitos de los supermercados de barrio, la clase media y los sectores populares están eligiendo entre comer y asearse. Y muchas veces, no pueden hacer ninguna de las dos cosas.
Una caída de ese calibre en los mayoristas implica menos reposición en los comercios de cercanía. Esos almacenes donde compra la enorme mayoría de los argentinos. Eso quiere decir que, aunque Milei diga que los salarios crecen, la heladera está más vacía que nunca.
Y no es casual: la devaluación del 15% de julio, que muchos medios oficialistas evitaron nombrar como tal, se trasladó de inmediato a los precios, particularmente de alimentos. Las listas nuevas de las alimenticias llegaron con aumentos que duplican y hasta cuadruplican la inflación promedio. El «milagro desinflacionario» del presidente no sólo fue falso: fue un espejismo armado con estadísticas manipuladas, mientras las góndolas estallan.
El ajuste es brutal. Pero el odio, también.
Milei no solo ajusta. También odia. Y no lo disimula. En un nuevo evento de la Fundación FARO —la usina ideológica del neofascismo argentino— el presidente repitió como mantra que los que piensan distinto están infectados de “virus mentales”, que “son zombies” y que “la única salida frente a un zombie es matarlo”.
Esa frase, que podría estar en una película de terror, fue pronunciada por el presidente de una república. Es el mismo Milei que vetó el aumento a los jubilados, que recortó fondos para discapacidad, que paralizó la obra pública y que ahora transfiere miles de millones al FMI mientras los comedores populares cierran sus puertas.
Agustín Laje, Axel Kaiser y otros exponentes del nuevo totalitarismo libertario no son sólo provocadores: son los diseñadores del andamiaje cultural que justifica la violencia simbólica, el odio político y el ajuste brutal. Quieren convencernos de que hay que erradicar ideas, no discutirlas. Que hay que exterminar parásitos, no debatir argumentos.
Dólar: el piano que vuela
Mientras Milei asegura que el dólar “va a seguir bajando”, el blue ya superó los $1.360 y el oficial ajustó un 15% en julio. Esa suba, inevitablemente, se traslada a los precios. Pero como cada vez menos argentinos acceden a bienes esenciales, el consumo se desploma, y con él, también la ilusión de una recuperación.
Los sueldos reales no crecen. Los datos del INDEC muestran que, incluso en el sector privado registrado, los salarios pierden hace meses contra la inflación real, y ni hablar del sector público, jubilados o informales.
Milei dice que, si hubiera hambre, habría cadáveres en la calle. La brutalidad de esa frase no solo es falsa, es inhumana. La gente no muere de hambre en la calle en 24 horas: se desnutre, se enferma, se deteriora lentamente, se apaga en silencio.
Fuga de dólares, fuga de democracia
Miguel Boggiano, asesor económico de Milei, reconocía meses atrás que no había garantías de que el dinero del FMI no se fugara. Hoy, más del 70% del último crédito ya se evaporó. ¿Dónde está esa plata? ¿Quiénes se beneficiaron?
La narrativa oficial pretende instalar que hay un enemigo interno —la “secta cuca”, “los zombies”, “los parásitos mentales”— que hay que eliminar. Mientras, los verdaderos parásitos financieros, los que especulan y fugaron divisas, se sientan en las mesas del poder, brindando con los fondos que debían llegar al Garrahan, al PAMI, a las obras de cloacas, a las provincias.
Hitler también hablaba de parásitos
El discurso de Milei no es nuevo. Ya lo usó Hitler en la Alemania de 1933, en una economía colapsada tras la Primera Guerra Mundial. Hablaba de bacterias, de enfermedades, de infecciones. ¿La solución? El exterminio. Milei dice: “no se puede hablar con zombies”, y replica la misma lógica que condujo al horror.
Hoy no hay campos de concentración, pero sí hay exclusión social, muerte lenta por pobreza, desnutrición infantil, angustia generalizada y una clase media destruida. Y todo en nombre de un «ajuste» que, lejos de salvarnos, profundiza la decadencia mientras se multiplican los dólares para los especuladores.
Basta. No hay épica en el hambre.
El discurso de Milei no es heroico. Es salvaje. Ajusta a los más vulnerables mientras premia a los mismos de siempre. Lo único que hay en esta Argentina es más miedo, más odio, menos comida y más deshumanización. Y todo eso, envuelto en una retórica peligrosa, cavernaria y, sí, nazi.