¿Estamos ante la expulsión del “mejor ministro de economía de la historia”?

¿Estamos ante la expulsión del “mejor ministro de economía de la historia”?

Perico Noticias // El gráfico del precio de la caución en pesos, que supera el 75 % en pleno mercado abierto, es una llamada de atención feroz: los inversores piden tasas que triplican la inflación ante el temor masivo de impago. La economía de Javier Milei y Luis Caputo comienza a desmoronarse en público, justo cuando se pavonearon elevando a Caputo a la categoría de “mejor ministro de economía de la historia argentina”.

El reciente informe de La Política Online ratifica el derrumbe: el Gobierno no pudo renovar el 40 % de los vencimientos, a pesar de ofrecer tasas estratosféricas. El ajuste no alcanza, la deuda explota y el default ya no es escenario remoto: es inminente. Oxford Economics lo deja claro: ni siquiera un recorte fiscal sostenido del 3 % del PIB evitaría el colapso en 2025.

El relato del superministro se queda corto. Caputo, exaltado por Milei como un “gigante”, está siendo arrojado al vacío por la lógica despiadada de los mercados. Y lo que se está cocinando no es una renuncia: es una expulsión. El modelo económico se resquebraja, y las valijas ya están en marcha hacia la salida más rápida posible.

La oposición, hasta hoy dispersa, comienza a alinear providencias legislativas motivadas por esta debacle. Las provincias ya advirtieron que no acompañarán nuevos ajustes sin consensos claros. Si el gobierno libertario sigue sin respaldo político, las elecciones de Buenos Aires y todo el país anticipan una derrota electoral histórica.

Este episodio no se trata solo de Caputo o de Milei: es el colapso de un experimento que apostó todo a la austeridad despiadada y los mercados autorreguladores sin construcción institucional ni social. Estamos en la antesala del adiós del ministro mejor nombrado y de un fracaso que dolerá más que un default.

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En este instante crítico, el tablero nacional no se mide solo en tasas, bonos y vencimientos: se mide en la dignidad que un pueblo está dispuesto a defender. La caída de Caputo no es la historia de un hombre, sino el epitafio de un experimento político que confundió motosierra con reforma, que creyó que la patria era un Excel y que el mercado sería el único árbitro de la historia. El resultado está a la vista: números que se desploman, provincias que se agrupan como muralla defensiva, y una sociedad que empieza a entender que la palabra “libertad” no paga el pan ni la luz.

Si la política argentina quiere sobrevivir al naufragio que se avecina, deberá recuperar el pulso de la Nación, no el pulso de Wall Street. Es hora de un pacto fundante que supere la miseria de los oficialismos y oposiciones atrapadas en la trampa del cortoplacismo. La derrota libertaria que asoma no es solo electoral, es cultural: es el repudio a una lógica de desprecio por el interior profundo, por la producción nacional y por el pacto social que nos sostuvo durante generaciones. Aquí no se trata de salvar a un ministro: se trata de salvar a la Argentina de sus sepultureros.

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