El Senado argentino acaba de dar un golpe político que sacude los cimientos del poder presidencial: la modificación del régimen de los DNU fue aprobada con una mayoría aplastante, poniendo un freno institucional al estilo de gobierno de Javier Milei.
- El oficialismo sufrió su mayor derrota política desde que asumió, quedando expuesto a los límites que la democracia impone a la improvisación.
- El voto mayoritario en contra del manejo discrecional de los DNU es, en los hechos, un mensaje de advertencia al Presidente.
- Milei ya no podrá gobernar por decreto sin enfrentar el control legislativo, lo que reduce drásticamente su margen de acción.
- El resultado deja claro que incluso sectores que lo acompañaron en otros temas ahora marcan distancia frente a sus excesos.
- Este domingo, las elecciones en la provincia de Buenos Aires serán un termómetro clave: una derrota allí podría dinamitar su capital político.
- Sin respaldo electoral y con un Senado hostil, Milei corre el riesgo de convertirse en un “pato rengo” mucho antes de lo previsto.
- La economía ya está en ruinas: inflación desbordada, reservas en caída y riesgo país en alza auguran una tormenta mayor.
- El fracaso de su equipo económico lo condena a buscar un recambio, no por convicción sino por mera supervivencia.
- El mensaje de la política y de la calle es claro: gobernar sin consensos y contra la gente tiene un límite, y ese límite ya llegó.
El desenlace de esta semana confirma lo que muchos advertían: la Argentina no tolera liderazgos mesiánicos que pretendan someter al Congreso y a la voluntad popular bajo la excusa del ajuste. El peronismo, los gobernadores y gran parte del arco opositor demostraron que todavía existe músculo político para defender el federalismo y los derechos sociales frente al capricho de un poder central debilitado.
Lo que viene será decisivo. Octubre no solo dirimirá bancas, sino el futuro del proyecto libertario: si Milei tropieza en Buenos Aires, su mandato entrará en una fase agónica, sin sustento político ni económico. El país no necesita un showman acorralado, sino un gobierno con rumbo, diálogo y un nuevo equipo que al menos logre garantizar estabilidad.