Milei es un lastre que arrastra al fondo a toda Argentina

Milei es un lastre que arrastra al fondo a toda Argentina

El discurso del presidente Javier Milei, junto con las políticas que impulsa y la coalición que lo respalda, ya no solo son fuente de controversia, sino de alarma. En estos momentos de “horas desesperadas”, como advirtió Ignacio Fidanza, se palpa que los símbolos del liberalismo radical que él pregona —mercados sin control, despidos orientados, recortes sin perfil técnico, confrontaciones con instituciones del Estado— ya no son argumentos ideológicos abstractos sino hechos que golpean al ciudadano de a pie y ponen en riesgo los pilares básicos del tejido social.

El lastre que no disimula

Milei encarna una promesa: “destrabar” la corrupción, suprimir lo que considera burocracia insoportable, liberar la economía nacional de regulaciones. Pero esa misma promesa, en su praxis, arrastra costos pesados: inflación descontrolada, pérdida del poder adquisitivo, endeudamiento externo creciente, tensiones sociales, polarización institucional.

Cuando la economía se contrae, cuando los salarios pierden valor cada vez más rápido, querer convencer al público de que la austeridad sin un plan ordenado ni acompañamiento social es suficiente, es caer en la ideología sin responsabilidad. Argentina no se puede permitir el lujo de que una administración sea un experimento desesperado que deja cicatrices profundas.

Instituciones puestas a prueba

Un rasgo ominoso de esta presidencia es la tendencia al enfrentamiento institucional. El Poder Judicial, el Congreso, los organismos autónomos: todos son vistos como obstáculos que hay que domar, en lugar de espacios de diálogo y pesos y contrapesos.

Cuando un presidente pide obediencia hacia fuera pero critica o presiona hacia adentro, lo que hace es erosionar la confianza ciudadana en la democracia. En argumentaciones recientes se expresen esas tensiones, una que sostiene que “hay que cambiar la Constitución”, o que ciertos poderes “sobran”, se insinúa un modelo presidencialista autoritario o de concentración de poder. Eso —más allá de la retórica— genera inestabilidad económica, fuga de capitales y desconfianza.

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Responsabilidad y demanda ciudadana

No están exentos los referentes opositores, los medios, los ciudadanos que creen en la democracia. Es momento de exigir claridad, de poner fecha límite para planes concretos, de no aceptar palabras bonitas sin resultados palpables: precios bajo control, estabilidad monetaria, empleo decente, salud, educación.

Porque lo que se debate hoy no es solo si Milei derrota una crisis o si su gobierno supera elecciones. Lo que está en juego es si Argentina recupera la estabilidad institucional, la confianza ciudadana y el contrato social que parece resquebrajarse. Si cada vez que se alienta la polarización queda menos para construir colectivamente, la democracia misma está en riesgo.

Hacia una salida con dignidad

Argentina necesita un rumbo claro: una política económica que contemple inversión productiva, no solo ajuste; una política social que garantice lo imprescindible, no solo recortes; una institucionalidad fuerte, no solo obediencia; una cultura política que valore el diálogo, no solo la confrontación.

Milei tiene la responsabilidad histórica de enderezar el barco. Pero también cada fuerza política, cada ciudadano, cada sector organizado tiene deberes: no permitir que el chantaje del caos se convierta en excusa para entregar derechos.

Porque para arrastrar al fondo, se necesita inacción de unos, complicidad de muchos. La salida exige valor, exige verdad y exige responsabilidad colectiva. Argentina puede levantarse, pero para eso hay que reconstruir sobre bases firmes. No hay más tiempo para medias tintas.

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