Hasta Macri deduce una derrota de Milei y no quiere quedar pegado

Hasta Macri deduce una derrota de Milei y no quiere quedar pegado

El anuncio público del expresidente Mauricio Macri de asumir —o al menos sugerir— que podría ser oposición tras el 26 de octubre no es un acto menor: es una sentencia política tácita. En su discurso, Macri advierte que la debilidad institucional podría poner en riesgo el plan económico de Milei. Esta voz crítica desde dentro de la coalición reviste un dato clave: Macri no quiere quedar pegado al posible fracaso que muchos ya vislumbran.

Milei contra el mundo: la presión que lo desborda

Ya no enfrenta sólo a los partidos tradicionales ni a los medios. Ahora, hasta sus aliados empiezan a dar señales de desesperación. La tensión entre Milei y Macri —quien en algún momento fue su aliado táctico— habla de una grieta interna: si el triunfo no llega, Macri sabe que cargar con el costo político podría ser letal para su propio legado.

El hecho de que Macri alerte públicamente, plantee límites o condicione su apoyo, es como adelantar su tabla de salvación: “si eres victorioso, te acompaño; si eres derrotado, no me hundas contigo”. Esa estrategia puede interpretarse como un intento de evitar que su proximidad lo arrastre al naufragio.

¿Derrota inevitable? El contexto lo anticipa

No es una suposición extraña: todo indica que Milei podría perder, incluso con el respaldo financiero externo que los medios hoy amplifican. La presión económica, el desgaste institucional y las contradicciones internas lo ubican en un terreno más débil que potente.

Macri advierte que el débil andamiaje institucional, la falta de consensos y la concentración de poder pueden poner en jaque el experimento libertario. Si un operador político que ya llevó al poder un proyecto liberal detecta estos riesgos y decide ponerse a distancia, podemos asumir que el escenario del fracaso no es sólo posible: es plausible.

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Macri no quiere sumar otro fracaso

El exmandatario está acostumbrado a jugar con garantías. Dice que no será candidato (o al menos dice que no aspira ahora) y evita comprometerse como sustentador acrítico. Al hacerlo, marca: “no me uses como garantía si no quieres pagar el costo político completo”.

Este movimiento delinea una lógica prudente: si Milei fracasa, que no se lleve puestos a quienes lo apoyaron. Macri da señales de blindarse, de no quedar atrapado en un proyecto que, de confirmar su caída, sumaría un nuevo fracaso a su mochila política.

El gesto de Macri no es solo una advertencia: es una luz roja en el tablero del oficialismo. Si hasta uno de sus aliados teme la derrota, el escenario de triunfo para Milei comienza a desdibujarse.

Lo que viene después del 26 no será sólo una elección: será la ratificación o el repudio a un proyecto que jugó fuerte, hizo promesas radicales y confrontó al mundo. Si cae, muchos que hoy lo acompañan se apartarán con sigilo.

Y entonces quedará claro: no será solo la derrota de un hombre o un gobierno, será el colapso de una utopía que apostó a audacias sin redes. Porque cuando hasta tus aliados huyen del naufragio, es que el barco comenzó ya a hundirse.

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