Basta de pirotecnia. La Argentina no está para shows. No hoy, no así. Con una economía exhausta, empresas en modo supervivencia, familias con la heladera administrada al milímetro y un Estado mendigando salvatajes, vimos al Presidente en un escenario que confundió liderazgo con estridencia. Lo dijeron anoche en redes: “Nerón cantando mientras arde Roma”. Duele, pero sintetiza una sensación transversal: con este guion no salimos.
Hablemos claro. Muchos compatriotas votaron a Javier Milei de buena fe. Hartazgo, enojo, ilusión de cambio. No hay culpa en buscar una salida; equivocarse en democracia no es pecado: persistir en el error, sí. Hoy, a casi un año, la evidencia es cruda: el plan económico no estabiliza precios ni expectativas, licúa ingresos, parte el aparato productivo y deja sin brújula a las provincias. La política, en lugar de madurar, se infantilizó. Y la jefatura del Estado quedó atrapada entre el slogan y el disparate, entre recitales y pedidos desesperados de auxilio externo.
Un cuadro de inhabilidad: ética, técnica y de conducción
- Ética: La vara la pone el propio Presidente. Mientras proliferan denuncias, contradicciones y prácticas que lesionan la ejemplaridad, la respuesta no puede ser un estribillo ni un video viral. La investidura no es un personaje; es un compromiso con la verdad, la ley y la sobriedad.
- Técnica: La macro no se ordena por decreto ni por tuit. La secuencia elegida —motosierra, ancla cambiaria artificial, licuación del salario real y apuesta a “llegar” con prestamistas— no funcionó. Subieron la incertidumbre, cayó la actividad y se dinamitó el crédito.
- Conducción: El liderazgo se mide cuando se apagan las luces. Insultar, provocar y buscar enemigos cotidianos no es gobernar. La épica adolescente ya no calza en un país adulto.
26 de octubre: un plebiscito sobre la coherencia
El 26/10 no se decide una interna de redes; se plebiscita la coherencia. El oficialismo pedirá fe; la sociedad exigirá resultados. Probablemente llegue una reprimenda clara en las urnas. ¿Qué pasará después? Dos caminos:
- Negación y fuga hacia adelante: más shows, más blame game, más “ellos tienen la culpa”. Resultado: parálisis, mayor prima de riesgo, pobreza in crescendo y conflictividad.
- Rectificación institucional: reconocer límites, ordenar la cadena de mando, profesionalizar el gabinete, abrir un canal serio con gobernadores, Congreso, sectores productivos y laborales. Resultado: tiempo social para corregir sin que el tejido se rompa.
Nosotros elegimos el segundo. Y lo decimos sin eufemismos: el modelo Milei se terminó; lo rifó en la mediocridad de sus propios excesos. La Argentina, en cambio, no terminó: la Argentina empieza cada mañana.
Llamado al electorado libertario: coraje para rectificar
A quienes apostaron por Milei: no están solos ni estafaron a nadie. Se vota con lo que se sabe y se siente. Si hoy sienten vergüenza, bronca o cansancio, transformen esa emoción en coraje cívico. Rectificar no es traicionar; es aprender. El voto no es un tatuaje: es un instrumento para corregir a tiempo.
Agenda mínima de salida
Nada de grandilocuencias. Cinco movimientos concretos para encarrilar en 90 días y bajar la fiebre:
- Mesa de Estabilización Federal (48 horas): Presidente, Jefatura de Gabinete, oposición parlamentaria, gobernadores y Banco Central. Objetivo: secuencia creíble para tipo de cambio, ancla fiscal y programa monetario. Sin eso, no hay confianza posible.
- Presupuesto de Emergencia con cláusula social: protección explícita de canasta básica, medicamentos esenciales y tarifas sociales, con financiamiento transparente. Ajuste sin red es ajuste fallido.
- Plan PyME 180 días: alivio tributario focalizado, crédito a capital de trabajo y moratoria simple. Si no rebotan las PyME, no vuelve el empleo.
- Acuerdo de precios-salarios puente (120 días): paritarias “rápidas” con revisión bimestral y un esquema de devolución de IVA/ingresos a trabajadores formales e informales, mientras baja la inflación.
- Gobernanza y decencia pública: auditorías independientes, reglas de integridad y fin del show permanente. Comunicación sobria, datos abiertos semanales, cero insultos oficiales. El respeto baja el riesgo país más que un thread en inglés.
Institucionalidad: derechos y obligaciones, sin atajos
- Al Ejecutivo: gobernar no es humillar. Negociar no es rendirse. Cumplan la ley, respeten fallos, dominen la lengua y el presupuesto.
- Al Congreso: no al obstruccionismo por deporte. Sí a la negociación seria, artículo por artículo. Sin Parlamento, no hay estabilización posible.
- A la Justicia: celeridad, transparencia y ejemplaridad. La impunidad —de cualquiera— corroe la moneda tanto como el déficit.
- A los Gobiernos provinciales: responsabilidad fiscal, pero también voz firme. El federalismo no se mendiga: se ejerce.
¿Hay esperanza?
Sí, y no es naíf. Hay capacidad productiva dormida, talento científico, energía y agroindustria que quieren reglas claras. Hay provincias con proyecto y sociedad civil que resiste sin romper. Hay cultura que sostiene comunidad —desde la Manka Fiesta en La Quiaca hasta cada biblioteca popular del conurbano—. Lo que falta es conducción adulta.
La esperanza no es un atributo mágico del Presidente de turno. La esperanza es una política pública: previsibilidad, decencia, respeto y un norte compartido. Un país no se rescata con recitales ni con trolls: se rescata con silencio de trabajo, acuerdos verificables y metas mensuales.
Apagar la música, encender el Estado
El Presidente puede seguir cantando. La sociedad, no. Nuestro deber es apagar la música y encender el Estado. No es odio; es amor propio. No es grieta; es coherencia. No es rencor; es memoria y aprendizaje.
A partir del 26 de octubre, cuando la ciudadanía hable —y todo indica que hablará con claridad—, exigiremos tres gestos inmediatos:
- Reconocimiento del mensaje electoral, sin eufemismos.
- Reconfiguración del gabinete con perfiles técnicos y solvencia política.
- Convocatoria a un Acuerdo de Estabilización y Desarrollo con plazo, metas y auditoría externa.
Si eso ocurre, hay salida. Si no, que nadie se llame a engaño: la historia no absuelve al que incendia mientras canta.
Argentina merece más que un estribillo. Merece gobierno. Y el gobierno empieza por una palabra que parece olvidada: responsabilidad.