Mientras Caputo mendiga en Washington, Milei arma show: la pirotecnia de un poder sin timón

Mientras Caputo mendiga en Washington, Milei arma show: la pirotecnia de un poder sin timón

No hay timing más obsceno: con la brecha disparada, bonos en rojo y el ministro Caputo encadenando gestiones en Washington sin un solo dólar confirmado ni fecha de regreso, el Presidente decidió ensayar —literalmente— su propio recital en el Movistar Arena. La postal es brutal: el país en terapia intensiva y el jefe de Estado tocando sobre el barco que hace agua.

Caputo lleva cuatro días en la capital estadounidense intentando un salvataje. Ni el Tesoro de EE. UU. ni el “circuito Wall Street” han puesto plata fresca; lo más concreto que asoma es un posible swap (intercambio) y buena voluntad diplomática. En criollo: apoyo político, música de fondo… y la caja en silencio. Eso explica por qué, pese a los tuits y las fotos, el mercado no se calmó. El “rescate” no existe hasta que los fondos se acreditan; hoy es, como mucho, una promesa condicionada.

En simultáneo, Milei eligió el escenario como refugio. No es nuevo que cante; lo imperdonable es cuándo lo hace. El Presidente convirtió una presentación en un espectáculo propio, con baterista estrella de su espacio y estética de living streaming, mientras su equipo económico ruega por oxígeno financiero. Es propaganda en clave de show, cuando la hora pide gestión quirúrgica y resultados.

La desconexión entre forma y fondo es el corazón del problema. La Argentina atraviesa una recesión profunda, con consumo desplomado y provincias en alerta fiscal. La política económica apostó todo a “credibilidad + motosierra + dólar planchado”; terminó en sequía de divisas, intervención tosca y nueva desconfianza. Si no hay dólares, no hay ancla nominal que aguante. Y cuando el ministro busca financiación externa, el Presidente debería estar alineado, no jugando a Nerón.

A la erosión económica se suma el costo institucional. El oficialismo perdió a su principal candidato en Buenos Aires, José Luis Espert, tras una semana de revelaciones y presiones; renunció a la candidatura y a la presidencia de Presupuesto. Que esto ocurra a tres semanas de la elección refuerza la percepción de improvisación y debilita la narrativa de “mérito y transparencia”. Pedir reimpresión de boletas a contrarreloj sólo añade ruido operativo y político.

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¿Qué mensaje recibe el votante y el inversor? Que no hay plan consistido, que la política tapa agujeros con marketing, y que el Gobierno elige la épica personal antes que el orden macro. El contraste entre la solemnidad que exige un acuerdo financiero internacional y la estética de estadio no es pintoresco: es desestabilizador. La confianza es un activo binario; cuando la imagen presidencial se percibe frívola en medio de una corrida, la prima de riesgo sube y el costo de cada dólar —si llega— también.

Lo urgente (y posible) ahora

  1. Sobriedad presidencial y cadena de mando clara. Nada de shows hasta estabilizar la caja.
  2. Hoja de ruta verificable: metas de acumulación, cronograma fiscal realista (con provincias adentro) y reglas cambiarias sin conejos de sombrero.
  3. Comunicación con sustancia: reemplazar tuits-efecto por informes semanales con datos, hitos y desvíos explicados.
  4. Pacto operativo con gobernadores: si la caja nacional tiembla, anclar con acuerdo federal de emergencia para evitar que la devaluación post-electoral arrase economías regionales. (El mercado ya descuenta un ajuste; sin coordinación, el golpe lo absorbe el interior).

Al electorado libertario: la crítica no es traición; es control de gestión. Haber creído en una promesa de cambio no obliga a aplaudir el karaoke del poder. Rectificar a tiempo evita males mayores. La libertad también es exigir resultados y poner límites a la impostura.

A la sociedad: no compren espectáculo por liderazgo. Un Presidente que canta mientras su ministro pide auxilio no “motiva a la tropa”; desancla expectativas. La Argentina necesita menos épica y más ingeniería: reservas que crecen, inflación que baja por productividad (no por anemia), exportaciones con calendario y un tipo de cambio que deje de ser una ruleta.

Conclusión
Si Washington no afloja dólares contantes y sonantes, el Gobierno enfrentará otra ola de stress cambiario. En ese contexto, cada gesto cuenta. Y hoy el gesto es pésimo: Caputo suplicando puertas adentro, y Milei encendiendo reflectores puertas afuera. Nerón no es metáfora: es un error de manual. Apaguen la música, muestren el plan, cierren el financiamiento —o admitan que el camino elegido no funciona—. El show, por más likes que sume, no paga importaciones, no estabiliza precios, no compra tiempo. Y el tiempo, a diferencia de la puesta en escena, se terminó.

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¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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