“Dólar suelto, país en llamas”: por qué la devaluación ya está escrita (y puede adelantarse)

“Dólar suelto, país en llamas”: por qué la devaluación ya está escrita (y puede adelantarse)

El dato duro de la semana no es el ruido de un recital: es el sonido áspero de una puerta que no termina de abrirse en Washington. Según trascendidos de mercado y coberturas de medios financieros, el Gobierno empuja una “ingeniería” con un repo respaldado en DEG del FMI, más una línea de swap como muleta cambiaria. Nada de cheques al portador: en público, Scott Bessent dejó claro que “Estados Unidos no está poniendo plata en Argentina; estamos hablando de un swap”. El matiz es letal para las expectativas.

Infobae describió la arquitectura tentativa: un paquete que mezcla compra de bonos y un respaldo con Derechos Especiales de Giro del Tesoro norteamericano, pensado para bajar riesgo país y calmar el tipo de cambio en octubre. Si esa pieza no encastra —o llega débil—, el mercado hará lo que siempre hace: adelantar la película y pricear la devaluación por su cuenta.

Traduzcamos a llano: sin un aval explícito y operativo (monto, timing, instrumento y reglas claras) el régimen actual de tipo de cambio queda en “vida asistida”. Cada rueda demanda más dólares para sostener el mayorista y comprimir los financieros; cada intervención opaca alimenta la idea de que la nafta se acaba. Con swap “seco” y repo discutido, el carry de confianza no alcanza.

Por eso el riesgo no es sólo “después del 26”. Si en estas 48 horas el ministro no regresa con un respaldo contundente —no un tuit, no promesas—, el dólar paralelo puede volver a traccionar y obligar a adelantar el sinceramiento. La regla de hierro es simple: cuando el ancla es la esperanza, cualquier titubeo del ancla se convierte en oleaje.

La macro, además, quedó atrapada en una trampa autoimpuesta: una devaluación fuerte en el arranque, meses de tablita de facto, compresión del salario y de la actividad para moderar el IPC… y ahora otra corrida a la vista. Si se libera el tipo de cambio tras la elección, el pass-through será más alto que en diciembre: menos reservas netas, más brecha acumulada, más precios “desalineados” esperando señal. La inflación no baja con promesas; baja con programa, reservas y credibilidad —los tres faltan.

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Washington tampoco es una autopista libre. El “salvataje” genera ruido político interno: usar al Tesoro/ESF para sostener un país en estrés financiero, en medio de un contexto electoral, es polémico. Por eso Bessent subraya la figura del swap y evita “poner dinero” directo: el costo político en EE.UU. es real, y los tiempos legislativos allá no responden a la urgencia cambiaria acá. Resultado: la red no está tensada; el funámbulo tiembla.

¿Qué sigue? Tres escenarios:

  1. Aval fuerte y rápido: repo confirmado con monto relevante, reglas y cronograma. Calma temporal, baja la brecha, pero sin programa integral el veranito dura poco.
  2. Aval ambiguo (swap sin munición de mercado): la brecha vuelve a abrirse, el BCRA/tesoro queman poder de fuego y la devaluación se corre de fecha, no se evita.
  3. No hay aval: el mercado vota con los dólares; la corrección se acelera antes del 26 y el ajuste posterior es más duro y desordenado.

La sociedad, mientras tanto, ya puso el cuerpo: consumo desplomado, pymes en respirador, provincias asfixiadas y salarios reales exprimidos. Se prometió que el dolor sería corto y con salida en “V”. Hoy la “V” luce como serrucho. No es ideología, es aritmética: sin crédito, sin exportaciones extraordinarias y con expectativas rotas, sostener un tipo de cambio oficial atrasado es empujar agua cuesta arriba.

No hay épica que tape la hoja de Excel. Si el plan depende de shows nocturnos y tuits diurnos, el veredicto de los precios llega de madrugada. La política debe elegir: o corrige de cara al Congreso, con un programa verificable y acuerdos federales que protejan a la producción y al trabajo; o insiste con parches que sólo compran horas a precio de meses. Porque, guste o no, el dólar se libera dos veces: cuando lo decide el Gobierno o cuando lo decide el mercado. Y el mercado, ya lo sabemos, no pregunta.

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