Cuando faltan días para el 26 de octubre, el oficialismo jujeño volvió a dar la nota: acompañó la maniobra de los gobernadores de Provincias Unidas que dejó caer la “ley de combustibles” que ellos mismos habían impulsado. El mensaje es nítido: en la pulseada Nación–provincias, Jujuy se alineó, otra vez, con la Casa Rosada. ¿Precio? Menos recursos hoy, más enojo social mañana.
Primero lo básico. En 2025 se discutió el reparto del Impuesto a los Combustibles Líquidos (ICL) y fondos conexos. Los gobernadores habían promovido una redirección más federal; luego llegó la contra–propuesta del Gobierno para subir la porción nacional y achicar la provincial. Esa pulseada abrió el capítulo que hoy nos ocupa. Incluso la prensa parlamentaria registró que el proyecto original de los gobernadores destinaba mayor porcentaje a las provincias y Seguridad Social, mientras el Ejecutivo presionó para recentralizar la torta.
El desvío no es técnico, es político: si firmaste una agenda de combustibles más federal y al final ayudas a que se caiga, lo que cambia no es una coma, es tu credibilidad. Jujuy Crece integra Provincias Unidas; por eso la contradicción es grosera. Reclamás en los micrófonos “autonomía fiscal”, pero a la hora de votar terminás facilitando el esquema que concentra. ¿Cómo se explica ante una provincia atravesada por costos logísticos altísimos?
El daño no es abstracto. El ICL y su actualización regulada por decretos recientes impactan en recaudación propia, en precios al surtidor y en el flujo de caja provincial. Cada vez que se refuerza la caja nacional a costa de las provincias, Jujuy pierde margen para rutas, hospitales, seguridad o educación. El propio régimen del impuesto quedó bajo cambios normativos que la Nación viene afinando desde 2024/2025, con decretos que reprogramaron subas y calendario.
¿Y la campaña? La campaña queda patas arriba. Jujuy Crece se muestra “crítico” del rumbo libertario en spots y discursos, pero a la hora de los porotos acompaña. Esa disonancia cognitiva desorienta al electorado y tiene una lectura obvia: si piden tu voto para “defender Jujuy”, pero en el Congreso avalan que entren menos recursos, no defienden a Jujuy; defienden la botonera central.
El resultado político se ve venir. El voto antimileísta provincial —mayoritario en barrios populares, pymes, estatales y economías regionales— no va a convalidar a quien juega de opositor en la plaza y de oficialista en el recinto. Ese voto, que busca frenar la recesión y recuperar ingresos, tenderá a castigar al espacio que ayudó a licuar recursos y, por lo mismo, a fortalecer a la oposición peronista que plantea recomponer el federalismo fiscal y la demanda interna.
Tampoco hay “excusa técnica” que valga. Podrán hablar de “responsabilidad macro” o “señales a los mercados”, pero la decisión concreta fue recentralizar, no proteger a la provincia. Y el electorado —que paga combustible caro, ve caer el consumo y sufre la caja flaca del Estado provincial— entiende el mapa: detrás de la pirueta parlamentaria hubo un alineamiento político, no un beneficio para Jujuy.
Conclusión: Jujuy no necesita dirigentes que firman con una mano y voltean con la otra. Necesita coherencia. Si el mensaje es “más federalismo y recursos para la producción”, entonces en el Congreso se vota para traer plata y reglas a la provincia, no para entregarlas. Por eso, a días de las urnas, la contradicción de Jujuy Crece es un búmeran: favorece a quienes, con sus matices, quedaron del lado de los intereses jujeños y del mandato más simple de todos: cuidar el bolsillo y el futuro de su gente.