“Campos Castigados”: un altar para Federico

“Campos Castigados”: un altar para Federico

En “Campos Castigados”, Belén Rouco —quien firma como Pasajera Eterna— levanta un pequeño altar de palabras para Federico García Lorca. El poema, escrito en verso libre, nace del vínculo íntimo de la autora con el arte español: bailarina desde los 10 años en el Círculo Andaluz de La Plata y radicada en San Telmo, llegó a Lorca por el cuerpo —la danza— y se quedó en su literatura. De esa marca temprana surge una elegía que es, a la vez, declaración de amor y acto de memoria.

Belén Rouco, “Pasajera Eterna”, convierte su vínculo con la danza española en un altar de palabras para Federico García Lorca. Campos Castigados es elegía y resistencia: memoria viva, libros con “gotas rojas” y un corazón que devuelve a Federico al presente.
Federico García Lorca

Un viaje de la infancia a Granada

La voz poética confiesa: “Aterrizó en mi infancia / para luego estallar dentro de la adolescencia enamorada”. La irrupción de Lorca ilumina “senderos oscuros”, habilita el recitar, cantar y bailar; la cultura como salvación. Luego, el poema se tensa: “Un demonio dice que lo tenían que matar”. El yo lírico cae herido y el paisaje se vuelve lorquiano: “amargura y calle, lágrima y Olivo”. Aparece el nombre propio —“El cielo pronuncia ‘Federico’”— y el tiempo se desplaza hacia Granada, donde el poeta fue detenido y fusilado en 1936.

Imágenes que duelen y resisten

Rouco condensa la tragedia en una figura potente: “demasiados campos castigados”. Esos campos son los de la guerra, de la censura, de la sangre sobre la palabra: “libros abiertos con gotas rojas sobre ellos”. Pero la elegía no cierra en ausencia; discute con las sombras que repiten “no está” y afirma lo contrario: “Yo lo siento VIVO en mi corazón que ya es un altar”. La idea del altar transforma el duelo en rito y el recuerdo en presencia activa.

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Recursos y tono

El poema trabaja con anáforas (“Recité, canté, bailé”), metáforas corporales y un montaje temporal que cruza biografía y memoria histórica. Es directo, emotivo, pensado para recitarse —como si volviera al tablao de la infancia— y para ser acompañado por palmas, guitarra o un breve zapateado que subraye el pulso del texto.

La Obra:

«Campos Castigados»
(A Federico García Lorca)

Aterrizó en mi infancia
Para luego estallar dentro de la adolescencia enamorada
Alumbró senderos oscuros derribando ante estos ojos infinidad de muros
Recité, canté, bailé
Soñé un mundo mejor sólo a través de él
Hoy, tormenta tras tormenta…
Un demonio dice que lo tenían que matar
Caigo completamente herida
Amargura y calle, lágrima y Olivo
Sí, corazones destrozados
El cielo pronuncia «Federico»
Viajo hacia atrás
Llego a Granada ensangrentada
Lo veo arrestado… asesinado… enterrado
Demasiados campos castigados
Memorizo todas las maldiciones
Por ejemplo libros abiertos con gotas rojas sobre ellos
Rezo sin dejar de llorar
Aunque ciertas sombras repitan «no está»…
Yo lo siento VIVO en mi corazón que ya es un altar.

Pasajera Eterna 🖋️

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Belén Rouco

La autora

Belén Rouco se formó en danza española, inició la escritura de poesía a temprana edad y hoy integra ambas prácticas en una misma acción cultural. En su nota biográfica recuerda la visita de Lorca a la Argentina en 1933 y el regreso trunco del poeta: un dato que “Campos Castigados” recoge para interpelar el presente desde la memoria. Su firma, Pasajera Eterna, dialoga con el motivo del viaje que recorre el poema.

Por qué leerla (y escucharla)

“Campos Castigados” no es sólo un homenaje: es una invitación a defender la palabra frente a cualquier intento de castigo. En su brevedad, el texto propone una pedagogía sensible de la memoria: recordar para que Federico —y lo que representa— siga vivo en el centro del corazón. Porque allí, como escribe Rouco, la poesía todavía florece.

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