Las cifras de septiembre son un baldazo de realidad para la economía de la calle. Las ventas minoristas de las PyME cayeron 4,2% interanual a precios constantes y 2% contra agosto (serie desestacionalizada). En lo que va del año aún queda un tenue +5% interanual por arrastre estadístico, pero la foto del presente es recesiva.
El humor empresario lo confirma: 38% de los comercios declara que su situación empeoró (tres puntos más que en agosto) y sólo 7,2% percibe mejora. La expectativa de inversión es lapidaria: 6 de cada 10 creen que no es un buen momento. Con salarios licuados, hogares endeudados y crédito carísimo, la caja diaria se seca.
El golpe es transversal: todos los rubros cayeron interanualmente. Los más afectados fueron Textil e Indumentaria (-10,9%) y Bazar/Decoración/Muebles (-6,2%). En el margen, sólo Perfumería rebotó +1,4% mensual y Ferretería/Materiales quedó planchado. No hay “motor interno” a la vista.
Este mapa no es una sorpresa: es la consecuencia directa de una macro que prioriza el ancla del consumo como única estrategia antiinflacionaria. Con tarjetas al tope, tasas reales positivas, subas reguladas y tarifas en escalera, el “orden fiscal” de la contabilidad pública se paga con desorden privado en miles de persianas.

La narrativa oficial promete que, si se aguanta un poco más, la “confianza” traerá inversiones. La realidad pyme muestra lo contrario: sin demanda no hay inversión. Y sin crédito productivo accesible, el capital de trabajo se vuelve un lujo. El gobierno envía señales al mercado financiero, pero no hay política para el mercado interno.
Decir que “la recesión baja la inflación” es aceptar un empobrecimiento como método. El 47,6% de los comerciantes espera que 2026 mejore, pero esa esperanza no sustituye decisiones: sin recomposición del ingreso, sin alivio impositivo focalizado y sin financiamiento al 0–3% real para capital de trabajo, la zanja entre números macro y vida cotidiana seguirá abriéndose.
Si el oficialismo persiste en la combinación de ajuste permanente + tipo de cambio administrado para la foto + endeudamiento caro, el resultado será el mismo: menos ventas, más cierres, empleo informal y productividad en retirada. No hay “shock” que compense la ausencia de un programa productivo.
La salida es conocida y técnica, no ideológica: ingreso mínimo pyme vía reducción transitoria de contribuciones a cuentas, moratoria inteligente para deudas impositivas, Ahora PyME con tasa subsidiada y plazos de 12–18 meses, devolución acelerada de IVA a inversiones chicas, y un pacto logístico que abarate fletes y energía para el interior. Orden fiscal sí, pero con brújula: que el ajuste lo pague la renta extraordinaria, no la caja del almacén del barrio.
Mientras eso no ocurra, los números seguirán cantando: la economía real está en rojo. Y no hay relato que compense una caja registradora vacía.