“Rescate para Wall Street, factura para las provincias”

“Rescate para Wall Street, factura para las provincias”

El titular ya circula en medios globales: “Grandes inversores esperan la ganancia inesperada del rescate de Trump en Argentina”. Traducido al criollo: la intervención del Tesoro de EE.UU. no busca reparar nuestra economía productiva sino proteger apuestas financieras que estaban por naufragar. Si eso es así —y todo indica que sí— la euforia de algunos gobernadores que salieron a aplaudir al Presidente es un error político de alto costo para sus provincias.

Primero, porque el “salvataje” no corrige el problema de fondo. Cambia quién maneja la manguera del dólar, no la sequía de dólares que sufren las economías reales. Si el plan se apoya en compras de pesos, carry trade y un swap condicionado, lo que mejora es la foto de corto plazo (tipo de cambio planchado, bonos que rebotan) mientras continúa la película de recesión, salarios licuados y consumo en caída. Ese alivio contable no paga sueldos, no llena changuitos ni reactiva pymes.

Segundo, porque el acuerdo se presenta con una cláusula geopolítica: “desalojar a China”. Para la Nación puede ser una apuesta ideológica; para las provincias, es pegarse un tiro en el pie. ¿Quién compra soja, carne, litio, cobre, vinos, arándanos, tabaco, azúcar y decenas de manufacturas? En gran medida, China y Asia. ¿Quién financió obras eléctricas, solares, ferroviarias e hídricas claves en el interior? En gran parte, China. Desarmar de un plumazo esa relación complementaria no fortalece a nuestras economías regionales; las deja sin cliente, sin crédito y sin obra.

Tercero, porque el “premio” a los mercados llega con castigo social. Lo dijo el propio FMI: para “profundizar” el plan, el pueblo debe soportar más ajuste. Traducido en territorio: menos obra pública provincial, más presión sobre los presupuestos locales, caída de transferencias reales, coparticipación que no compensa inflación y, por ende, salarios públicos atrasados, hospitales y escuelas sin insumos, municipios sin combustible ni repuestos. Cualquier gobernador que haya caminado su tesorería sabe que esa cuenta no cierra.

Cuarto, porque el negocio financiero no es desarrollo. Si la estabilización se sostiene con tasa alta y dólar pisado, los pesos que traen los “salvadores” entran a timbear y salen por la canaleta del interés. En el medio, nuestros activos —tierras, minas, empresas— se abaratan medidos en moneda dura. Es el déjà vu de los ’90: valorización financiera arriba, extranjerización abajo. Las provincias productoras terminan vendiendo barato lo que después deben recomprar carísimo en forma de insumos y servicios.

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Quinto, porque la ventana política se está cerrando. Las elecciones del 26/10 no parecen validar la narrativa de “milagro” oficial. El humor social no cambió: la mayoría siente más angustia, más deuda familiar, menos laburo. Apostar los capitales políticos provinciales a un plan que no derrama en la mesa de nadie es rifar gobernabilidad futura. No hay foto con Washington que compense el enojo en la caja del súper.

Sexto, porque China no es un capricho ideológico: es un ancla comercial. Para muchas provincias, el mercado chino es la diferencia entre subsistir y crecer. Es un comprador de granos y proteínas, pero también un financiador de infraestructura dura que la Argentina fiscalmente no puede encarar sola. Además, en litio y energía la relación es complementaria: nosotros aportamos recursos y territorio; ellos, demanda, equipos y crédito. Romper ese puente no garantiza que otro aparezca: deja a las provincias en el medio del río.

¿Qué deberían hacer los gobernadores?

  1. Blindar los mercados provinciales: misiones comerciales, defensa sanitaria y logística para sostener ventas a Asia y al Mercosur, sin banderías.
  2. Cláusulas de salvaguarda en cualquier acuerdo macro: nada que afecte regalías, obras en curso y contratos provinciales sin compensación explícita.
  3. Agenda de valor agregado: si habrá dólares “baratos” coyunturales, que financien parques de procesamiento (litio con cátodos, fruta con frío y empaque, proteína con trazabilidad), no bicicleta.
  4. Bloque federal real: coordinar postura en Congreso para frenar normas que quiten ingresos a las provincias o condicionen su política productiva.
  5. Diversificación de financiamiento: bancos de desarrollo, CAF, FONPLATA, cooperación técnica europea/asiática; no subordinar toda la obra a un solo actor.

El interior no necesita banderas prestadas: necesita previsibilidad, mercados y crédito paciente. Si el “rescate” sirve para que los fondos amigos del Tesoro salgan hechos mientras el norte chico y la cordillera quedan sin comprador ni obra, no es un plan de estabilización: es una transferencia de riqueza con vista al Hudson.

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A los gobernadores que hoy festejan: recuerden que sus presupuestos respiran al ritmo de los ingenios, los viñedos, los tabacales, las mineras, las frutas, las carnes y el turismo. Todos sectores que dependen de una macro estable y de clientes concretos. Estados Unidos compite con nuestra producción; China la compra y la financia. No es ideología: es aritmética provincial.

Porque al final, cuando el último tuit pase, quedarán las cuentas: ¿habrá más empleo, más exportación y más obra en cada provincia? Si la respuesta es no, habrán elegido el lado equivocado de la historia.

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