En siete días Jujuy vuelve a ser bisagra. Tres bancas nacionales en juego y cinco relatos en pugna: Alejandro Vilca (izquierda) busca retener, Leila Chaher (peronismo camporista) aspira a renovar, Inés Zigarán (Jujuy Crece) intenta heredar el aparato oficial, Pedro Pascuttini (peronismo ortodoxo, Primero Jujuy Avanza) irrumpe con plan productivo propio y LLA quiere convertir su voto duro en representación. El tablero es inestable: economía en recesión, 9 de cada 10 hogares endeudados, salarios corroídos y una inédita injerencia externa que condiciona expectativas.
La escena nacional derrama sobre la provincial. El “rescate” condicionado desde Washington no calmó la vida cotidiana; sí instaló la idea de que el resultado del 26 “habilita” o “corta” la transfusión. Mensaje torpe para un país con memoria anticolonial: puede cohesionar a los convencidos libertarios, pero también movilizar a los que rechazan tutelajes.
En Jujuy el oficialismo llega con la marca del poder: estructura robusta, narrativa débil. Muestra superávit, recibe pobreza. Zigarán carga el costo político de una administración que se ordenó por caja y no por bienestar. De ahí que Carlos Sadir deba “poner el cuerpo” en campaña como si encabezara la boleta.
La izquierda sostiene un piso fiel alimentado por la crítica a “la casta jujeña”. Vilca capitaliza el enojo social y su perfil combativo; fue la banca que convirtió reclamos salariales y laborales en agenda. Pero esa avenida de descontento hoy la comparte con dos peronismos que se disputan el mismo electorado anti-ajuste.
El peronismo camporista de Chaher preserva identidad nacional-popular, pero paga el desgaste del ciclo reciente y la etiqueta que el oficialismo provincial y LLA le colgaron: “viejo orden”. Su voto depende de cuánto logre “despegarse” y de la tracción en las grandes ciudades.
Aparece entonces la novedad: el peronismo ortodoxo y autóctono de Pascuttini. No vende épica sin plan: promete leyes pro-NOA (bioetanol, corredor bioceánico, zonas francas activas, primer empleo) y habla el idioma del que produce. Nace de abajo hacia arriba, con intendentes y dirigentes que entendieron que la unidad también es una forma de crecimiento. Su apuesta: convertir desencanto en esperanza pragmática y voto útil anti-ajuste.
LLA conserva un núcleo generacional y cultural que cree en el “Estado mínimo”. Sostiene su relato de libertad individual aun cuando la intervención externa contradice la consigna. La pregunta es si el desgaste del líder nacional y la economía “sin alivio hoy” erosiona lo suficiente para ceder un escaño.
¿Qué define la elección? el tilde peronista en la boleta, participación del interior pragmático, voto joven rebelde y clase media endeudada. Si el enojo se convierte en voto disciplinado, la izquierda pelea el primer asiento; si el cansancio busca gestión, el peronismo jujeño que ofrece producción (Pascuttini) puede sorprender. Y si el aparato oficial recompone, Zigarán entra por estructura.
Tres escenarios verosímiles:
- Polarización anti-ajuste: Pascuttini Vs LLA, con el oficialismo tercero.
- Inercia de aparato: Zigarán Vs LLA Vs Pascuttini, y el tercer lugar se define por décimas.
- Voto duro libertario resiste: LLA se cuela al podio y empuja a una de las oposiciones al cuarto puesto.
La intriga está servida. En un país con respirador externo y paciencia interna al límite, Jujuy puede enviar al Congreso gritos, planes o silencios. El domingo sabremos si la provincia opta por resistencia (Vilca), continuidad (Zigarán), reconexión productiva (Pascuttini), relato nacional (Chaher) o apuesta de fe ciega libertaria (LLA). Lo seguro: ningún comunicado de Washington resolverá el precio del pan; sí lo harán las leyes y la gestión que elijamos con nuestra boleta.