Trump quiere dolarizar a la Argentina: el plan, los riesgos y la verdadera factura

Trump quiere dolarizar a la Argentina: el plan, los riesgos y la verdadera factura

Perico Noticias // La hipótesis ya circula en Washington y en la City: Estados Unidos podría “prestar” la moneda y, de hecho, el Banco del Tesoro ya “prestó” poder de fuego para estabilizar la coyuntura. La versión dura del guion es explícita: un swap por “todos los pesos” que aún circulan, más un colchón en dólares para respaldar depósitos y contratos y forzar la dolarización. ¿Alcanza? No. ¿Es técnicamente posible? Sí. ¿A qué costo? A un precio institucional y social que hoy nadie está poniendo completo sobre la mesa.

El mecanismo: swap, base y encajes

La arquitectura que se discute es simple en el diseño y compleja en la ejecución:

  • Convertir la base monetaria (billetes y monedas, hoy equivalentes a ~USD 15.000 millones) a dólares.
  • Respaldar el sistema bancario con encajes en dólares de 30–40% de los depósitos (para resistir una corrida sin “imprimir” moneda).
  • Ticket estimado: entre USD 65.000 y 80.000 millones de arranque (sumando base + encajes + colchón). Parte podría venir de reservas y encajes ya dolarizados; el resto, de una línea externa.

Esto no es convertibilidad; es dolarización plena: se dolarizan contratos, depósitos y créditos. La Argentina renuncia a su política monetaria y terceriza su ancla.

Qué resuelve y qué no
  • Sí resuelve: la inflación por emisión doméstica y la expectativa de devaluación permanente. Ordena precios nominales y baja riesgo de hiper.
  • No resuelve: déficit externo, productividad, competitividad, ni ciclos globales. Si el dólar se aprecia por shocks tecnológicos (IA made in USA), Argentina se encarece sin poder devaluar. El ajuste cae sobre salarios, tarifas y márgenes.
  • Nueva rigidez: para que funcione, el resto del sistema debe volverse “súper flexible” (laboral, tarifas, precios relativos). Esa flexibilidad hoy no existe.
Tutoría explícita

La intervención del Tesoro norteamericano en el mercado local ya marcó el rumbo: la estabilización depende de financiamiento y señal política externa. La dolarización llevaría esa tutoría a un régimen permanente. Soberanía no es discutir la foto; es no necesitar la sonda todos los meses.

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Gobernabilidad federal: provincias sin palanca

Los gobernadores miran las planillas: con recesión, coparticipación en baja y obra pública mínima, Interior no compensa macro. Dolarizar bajo caída de actividad encarece la transición y estrecha cajas provinciales. Cambiar nombres en el gabinete no cambia esta aritmética.

Economía real: el puente largo

Aun con dólar oficial estable, la micro atraviesa un reformateo: apertura, competencia, cambio de mix de productos, reorientación geográfica (energía y minería al oeste), construcción aletargada por liquidación de stocks. La recuperación no es inmediata: tarda trimestres, no semanas.

La política de fondo

La “victoria” fue pírrica porque descansa en una estabilización exógena y en la promesa de reformas que no crean empleo en recesión. Dolarizar ordena nominales, pero sin programa productivo, crédito contracíclico, agenda exportadora y pacto federal, solo cambia el ancla del mismo barco.

Alternativa profesional (si se elige ese camino)
  • Sequencing: antes de dolarizar, cerrar brecha fiscal sostenible sin licuar salarios, limpiar pasivos cuasifiscales y conseguir fondeo cierto (no tuits).
  • Backstop creíble: regla de encajes y fondo de garantía en dólares con gobernanza auditada (multilateral + privados), no discrecional.
  • Flexibilidad pactada: modernización laboral negociada sector por sector + tarifas con indexación explícita para evitar trampas de atraso.
  • Tramo productivo: crédito federal para pymes y economías regionales, priorizando trazabilidad de dólares para insumos críticos; plan de obra chica intensiva en empleo.
  • Cláusula de salida: si el régimen no cumple metas de empleo y crecimiento, mecanismo de revisión (la historia cobra caro los candados sin válvula).

Trump quiere la dolarización porque alinea geopolítica, negocios y disciplina. Milei la desea porque promete una victoria técnica contra la inflación. Los argentinos la pagarían con rigidez macro y pérdida de grados de libertad. Puede funcionar si el país hace su tarea dura: productividad, exportaciones y reglas serias. No es magia; es cirugía mayor con anestesia importada. La discusión honesta no es “sí o no” al dólar, sino qué contrato social y federal sostiene ese régimen sin sacrificar empleo, salario y proyecto nacional.

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Washington empuja la dolarización vía swap y colchón de encajes; Milei la abraza como atajo antiinflacionario. El plan exige USD 65–80 mil millones, hiperflexibilidad interna y una tutela financiera de facto. Ordena nominales, pero no crea competitividad ni empleo por sí mismo. Sin programa productivo y federal, será otro ancla en el mismo barco.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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