“A cada chancho le llega su San Martín”: Mamdani irrumpe en Nueva York y reconfigura el tablero que Trump creía propio

“A cada chancho le llega su San Martín”: Mamdani irrumpe en Nueva York y reconfigura el tablero que Trump creía propio

La ciudad que vio nacer a Donald Trump acaba de parir a su antagonista más nítido. Zohran Mamdani, 34 años, socialista democrático, hijo de inmigrantes, se convirtió —según los resultados oficiales neoyorquinos— en el alcalde más joven de la era reciente y el primero de fe musulmana. No llegó con eufemismos: “Si alguien puede mostrarle a una nación traicionada por Trump cómo derrotarlo, es la ciudad que lo vio nacer”, disparó. En clave criolla, a Trump “le llegó su San Martín”.

Lo que sucede en Nueva York rara vez se queda en Nueva York. La participación récord de más de dos millones de votantes no sólo coronó a Mamdani: envió una señal de rotación generacional dentro del Partido Demócrata y abrió una grieta doctrinaria entre el progresismo de manual y el progresismo de bolsillo. Su plataforma —congelamiento de alquileres, transporte y guarderías gratuitas, poder real a los trabajadores— aterriza en un momento de volatilidad financiera donde Wall Street aplaude la estabilidad pero sabe leer los barómetros sociales: hay hambre de redistribución, servicios públicos robustos y reglas claras para el trabajo.

Para la derecha estadounidense, Mamdani es el nuevo rostro del “populismo progresista”. Para sus bases, el “Robin Hood” que devuelve poder de negociación a quienes lo perdieron en la era de la flexibilización infinita. El impacto no es sólo simbólico: el alcalde electo ubicó el salario, el acceso a vivienda y el cuidado infantil como variables macro, no como “programas”. Si eso escala —y todo indica que intentará hacerlo— la agenda económica estadounidense podría recalibrarse hacia la demanda interna y el empleo digno como motores, obligando a la derecha a discutir en el terreno que menos le gusta: el del bienestar tangible.

Trump acusa recibo. Tras una noche en la que los republicanos tropezaron en Nueva York, Nueva Jersey y Virginia, el expresidente explora nuevos encuadres para retomar centralidad —incluso, según especulaciones, jugando a fórmulas impensadas—. Pero el dato duro es otro: su narrativa de orden y mercado total ya no monopoliza el deseo de seguridad; Mamdani ofrece “seguridad social efectiva” con números, no con eslóganes. El contraste es pedagógico.

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En clave latinoamericana, la foto neoyorquina dialoga con la película argentina. Axel Kicillof leyó desde temprano que el siglo XXI no se ordena sólo con equilibrio fiscal: se ordena con crecimiento con salarios reales, obra pública inteligente, ciencia aplicada y un Estado que invierte en plataforma productiva. Su prescindencia de causas de corrupción —en un ecosistema agotado por escándalos— le otorga una ventaja reputacional que cotiza alto en el “mercado electoral de confianza”, mientras su praxis en la Provincia reintroduce un peronismo de gestión, no de consigna.

Mamdani en Nueva York y Kicillof en Buenos Aires trazan un vector común: reposicionar el trabajo como centro de gravedad. No es casual que ambos confronten la fantasía de que la “reforma laboral” por sí sola crea empleo. La discusión madura en otra coordenada: empleo formal, salarios que vuelvan a mover la rueda del consumo, crédito productivo y bienes públicos que bajen el costo de vivir. La “competitividad” no por licuación de derechos, sino por productividad social.

Las derechas globales no desaparecen —se reconfiguran—, pero su predominio vuelve a verse menguado cuando aparecen liderazgos que combinan ética pública, diagnóstico fino y capacidad de ejecución. Es la lección de Nueva York: cuando se habla de necesidades concretas (alquiler, transporte, cuidado, salario), los “paquetes de ajuste” vuelven a ser lo que siempre fueron: traslados de ingresos de abajo hacia arriba con marketing de modernización.

¿Y Argentina 2027? Si el peronismo logra despegarse de sus atavismos, ordenarse detrás de un programa de empleo y producción —y presentarlo con la frontalidad que hoy exige el votante exhausto—, volverá a ser protagonista. Kicillof ya está en la grilla de largada; el resto de las provincias deberán alinear satélites políticos y técnicos a una agenda de trabajo digno, exportaciones con valor agregado y estabilidad macro que se sienta en la mesa de los argentinos, no en los powerpoints.

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Trump encontró su “San Martín” en casa. El progresismo encontró, acaso, su nuevo manual de campaña: menos épica vacía y más resultados palpables. De Nueva York a Buenos Aires, el péndulo vuelve hacia un centro muy claro: la gente quiere vivir mejor. Y quiere hacerlo ahora.

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