Durante años, Mercado Libre fue el póster del “milagro tech” argentino: unicornio, orgullo nacional, caso de éxito en las escuelas de negocio. Pero detrás de la épica emprendedora hubo siempre un dato incómodo: una empresa que se declara fanática del libre mercado se sostuvo con un volumen enorme de beneficios fiscales y subsidios pagados por todos.
Según datos oficiales del Régimen de Promoción de la Economía del Conocimiento, Mercado Libre fue una de las firmas más beneficiadas por exenciones impositivas y reducciones de cargas patronales, que superaron los 60 millones de dólares en pocos años, con un salto de más del 50 % en 2023 respecto del año anterior. Mientras tanto, las Pymes que venden a través de la misma plataforma pagaban impuestos completos, comisiones plenas y costos logísticos crecientes.
Hoy, cuando las aplicaciones chinas como Temu o Shein, con precios de dumping y envíos directos desde Asia, empiezan a morderle mercado, el discurso cambia: el campeón del libre mercado pide proteccionismo, aranceles y freno regulatorio a la competencia extranjera. ¿Libre mercado para cobrar comisiones en Argentina, mercado protegido para cuidar su posición dominante? Difícil de explicar frente a cualquier comerciante que ya bajó la persiana.
La tormenta perfecta para las Pymes
La foto actual es brutal:
- Plataformas extranjeras que venden directo desde China con precios imposibles, aprovechando regímenes de importación simplificada y la lógica del “todo a un click”.
- Un gigante local que concentró la intermediación digital, fijando estándares y comisiones, y que ahora reclama más protección.
- Y en el medio, las Pymes industriales y comerciales argentinas, sin créditos, con costos en dólares y una demanda interna desplomada.
Lo que Temu o Shein están haciendo en Argentina ya se vio en otros países: envíos minoristas que entran uno por uno, fragmentados, para evitar pagar aranceles y controles, aprovechando los umbrales de “de minimis” (importaciones chicas libres de impuestos) que en Estados Unidos ya están siendo revisados justamente por el daño que provocan a la producción local.
Allá, tanto la administración Biden como la actual gestión de Trump avanzaron en propuestas para cerrar ese agujero específico para plataformas chinas y aplicaron tarifas más duras a esos flujos de comercio electrónico. No es ideología: es defensa del empleo propio.
En Argentina, en cambio, seguimos improvisando: ni una política digital seria, ni una estrategia industrial, ni una legislación específica que ponga límites claros a un modelo que licúa márgenes, vacía de clientes a los comercios físicos y convierte a las Pymes en meros proveedores precarizados de un par de plataformas globales.
Mercado Libre no es víctima: es parte del problema
Que las plataformas chinas sean un misil sobre el tejido productivo nacional no convierte automáticamente a Mercado Libre en héroe. Hay que decirlo sin vueltas: el modelo de negocios que consolidó el unicornio argentino también empujó el cierre de comercios de barrio, concentró logística y medios de pago, y obligó a miles de Pymes a aceptar condiciones cada vez más duras para no quedar fuera del mapa.
La diferencia es que Mercado Libre lo hizo con ayuda del Estado argentino:
- Exenciones impositivas millonarias.
- Programas de promoción sectorial especialmente favorables.
- Una casi nula regulación de su posición dominante en medios de pago y marketplace.
Ahora, cuando el mismo libre mercado que glorificaba le pone enfrente competidores aún más agresivos —subsidiados por un Estado chino que defiende a sus campeones nacionales—, el pedido es simple: “regulen a ellos, pero no me toquen a mí”.
Ese doble estándar es inaceptable si de verdad queremos discutir un modelo de desarrollo y no solo quién se queda con la renta de la intermediación.
Qué debería hacer el Estado argentino
No se trata de elegir entre Mercado Libre o Temu. Se trata de elegir entre seguir siendo una economía desmantelada o construir una estrategia inteligente en la economía digital. Algunas líneas mínimas:
- Mismo impuesto para el mismo producto
Cualquier bien que ingrese al mercado argentino —se venda en un local físico, por una Pyme vía Mercado Libre o por una app china— debe enfrentar la misma carga impositiva, de aduana y de controles. Nada de atajos vía pequeños paquetes multiplicados. - Condicionar los beneficios fiscales
Si el Estado va a seguir otorgando exenciones y programas de promoción a grandes plataformas tecnológicas, esos beneficios deben estar atados a metas duras y auditables:- porcentaje de compras a proveedores nacionales,
- empleo formal creado en Argentina,
- inversión en infraestructura logística e innovación local,
- apoyo concreto a la digitalización de Pymes (con tarifas diferenciadas, créditos y capacitación).
- Ley de plataformas y defensa de la competencia
Se necesita un marco regulatorio que:- limite cláusulas abusivas,
- impida la integración vertical que ahoga a competidores,
- y garantice que la información de los clientes no se use para competirle deslealmente a los vendedores de la propia plataforma.
- Plan PyME 4.0 de verdad, no de folleto
Sin crédito barato, sin acceso a tecnología, sin alivio impositivo selectivo para quienes producen y emplean, no hay manera de que una Pyme de Perico, San Pedro o La Quiaca compita con un contenedor lleno de productos ultrabaratos que llega directo al consumidor. El proteccionismo inteligente no es regalarle plata a un unicornio; es blindar el ecosistema productivo nacional.
La hipocresía del “libre mercado” selectivo
El caso Mercado Libre sintetiza la gran trampa del capitalismo periférico argentino: a la hora de pedir subsidios, somos “industria estratégica”; a la hora de pagar impuestos y aceptar reglas, somos “libertarios” y pedimos que el Estado no se meta. Y cuando otra plataforma mundial juega más fuerte y barato que nosotros, redescubrimos la palabra “proteccionismo”.
No alcanza con indignarse contra las apps chinas. Hace falta mirarnos al espejo y discutir de frente qué modelo digital queremos:
- ¿uno donde dos o tres plataformas, locales o extranjeras, se quedan con la mayor parte del valor mientras el resto del país mira desde la vereda,
- o uno donde la tecnología se pone al servicio de miles de Pymes, industrias regionales y comercios que hoy están al borde del cierre?
Si la política no toma nota, la ecuación es simple: subsidios para los gigantes, tarifas y competencia salvaje para los chicos, y un país cada vez más dependiente de lo que decidan CEOs en Buenos Aires, Shanghái o Silicon Valley.
El libre mercado de manual nunca existió. Lo que sí existe es poder. Y hoy, si el Estado argentino no regula con firmeza, el poder se seguirá concentrando lejos de las fábricas, los talleres y los comercios que todavía sostienen el empleo real.
