Paro nacional y reforma laboral: o refundamos el trabajo o aceptamos ser descartables

Paro nacional y reforma laboral: o refundamos el trabajo o aceptamos ser descartables

Editorial – PericoNoticias

No es un paro más.
Es el primer paro nacional explícitamente dirigido contra una reforma laboral regresiva y, al mismo tiempo, la oportunidad de discutir qué reforma laboral sí necesitamos.

ATE decidió no esperar a que el calendario político “acomode” la discusión. Lo dijo con todas las letras: esperar pasivamente sería suicida. Y tiene razón.
Mientras se habla de “salarios dinámicos”, de “modernización” y de “flexibilizar para crecer”, en la calle la película es otra:

  • sueldos que no alcanzan,
  • empleo en negro que se expande,
  • monotributistas que en realidad son empleados encubiertos,
  • pymes al borde del cierre porque no venden.

En este contexto, la reforma laboral que impulsa el gobierno nace de una mirada de planilla Excel: bajar costos, facilitar despidos, fragmentar convenios, individualizar la negociación. No nace de una idea de país.

El falso dilema: más derechos o más empleo

Nos repiten el libreto de los 90:

“Con estas leyes laborales no se puede generar empleo.”

Lo dicen como si el problema fuera el derecho laboral y no la falta de actividad económica, la presión impositiva mal diseñada, la apertura indiscriminada de importaciones y un modelo que empuja a miles de trabajadores a la informalidad.

Conviene decirlo sin rodeos:

  • Ningún comerciante de Perico, de Jujuy o del conurbano va a tomar personal si no vende.
  • Ninguna pyme va a ampliar turnos si su mercado interno está destruido.
  • Ninguna reforma que se limite a abaratar despidos va a crear trabajo donde no hay demanda.

Las llamadas “barreras de salida” (el costo de despedir) no pueden ser la excusa eterna para legitimar un país con medio mercado laboral en negro. Si fuera cierto que quitar derechos crea empleo, Argentina debería estar rebalsando de trabajo formal hace décadas. No es el caso.

Salarios dinámicos: el mérito disfrazado de docilidad

Uno de los ejes de la reforma es el concepto de “salarios dinámicos”: atar el ingreso del trabajador a su productividad individual. Suena moderno. En la práctica, muchas veces significa:

  • romper la lógica solidaria de los convenios,
  • premiar la docilidad por encima del derecho,
  • recargar toda la inestabilidad del negocio sobre el empleado.

En un país con altísima informalidad y fuerte asimetría de poder entre empleador y trabajador, esto no es “modernización”: es debilitamiento de la parte más débil.

El convenio por empresa va en la misma línea: fragmentar, aislar, negociar caso por caso, debilitando la fuerza colectiva. Una pyme apretada por la recesión no negocia en igualdad de condiciones con su gente; negocia con miedo de cerrar. Y la persona que vive al día, negocia con miedo a quedarse en la calle.

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Jornada de reflexión: qué reforma laboral sí hace falta

El paro de hoy, si se queda sólo en “rechazar”, se agota en sí mismo.
Por eso la idea de jornada de reflexión es clave. Supone hacerse preguntas incómodas y responderlas con propuestas concretas:

  1. ¿Queremos discutir una reforma laboral?
    Sí. Pero no la que proponen sólo los grandes empleadores.
    Una verdadera reforma debería tocar, al menos, estos puntos:
  2. Igualdad real para las mujeres
    • Igual salario por igual tarea, sin trampas.
    • Acceso efectivo a cargos jerárquicos en el Estado y en el sector privado.
    • Licencias y políticas de cuidado que no castiguen la carrera laboral femenina.
  3. Monotributo y fraude laboral
    • Millones de “monotributistas” son empleados encubiertos.
    • El Estado mismo usa monotributo para evitar relación de dependencia.
    • Reforma seria: blanqueo gradual, penalización real del fraude y protección de quienes se animen a denunciar.
  4. Nuevas formas de trabajo
    • Plataformas, apps, reparto, teletrabajo: no pueden quedar fuera de la ley.
    • Regulación clara: horarios, descansos, desconexión digital, seguros, cobertura por accidentes.
    • Sin reglas, el costo de la “flexibilidad” lo paga siempre el mismo: el trabajador.
  5. Reducción de la jornada con productividad
    • El mundo discute semanas más cortas y mejores índices de productividad.
    • Acá sólo se habla de trabajar más, cobrar menos y tener menos derechos.
    • Un debate serio exige medir, pilotear, negociar sector por sector, pensando en salud, productividad y calidad de vida.

Empleo, no discurso: sin mercado interno, no hay salida

Otro eje de la jornada de reflexión debería ser brutalmente honesto:
el empleo se genera con actividad económica, no con decretos.

  • Si el consumo sigue en caída libre,
  • si la clase media vive endeudada y estresada,
  • si el Estado sólo recorta sin rediseñar políticas productivas,

entonces la reforma laboral se convierte en un simple mecanismo para abaratar despidos, no para multiplicar contrataciones.

En Perico, en el interior de Jujuy, en el NOA, esto se ve claro:
cuando los locales venden menos, las ferias decaen y el salario se va casi entero en comida y servicios, no hay emprendedor que aguante ni comerciante que se anime a tomar gente.

Superar la oposición defensiva: del “no” a un programa

El paro nacional de ATE abre una puerta: organizar el malestar. Pero hace falta algo más: un programa pro-trabajo, pro-producción y pro-derechos.

Algunas líneas para esa agenda:

  • Defender la negociación colectiva por rama, no por empresa.
  • Atacar la informalidad con inspección seria y beneficios reales para el blanqueo.
  • Promover crédito productivo para pymes que tomen personal y capaciten.
  • Garantizar piso de derechos para todas las formas de trabajo nuevas.
  • Blindar el salario mínimo, las jubilaciones y las asignaciones frente a la inflación.
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No se trata de negar la necesidad de cambios. Se trata de disputar el sentido de esos cambios.

O hay una reforma laboral que mejore la vida de quienes trabajan y buscan trabajo, o habrá una reforma escrita sólo para quien mira la realidad desde el balance y el dólar financiero.

En síntesis

Hoy, mientras muchos paran y otros trabajan con bronca o resignación, vale la pena usar esta jornada como lo que ATE propuso: una jornada de reflexión.

  • Para preguntarnos qué modelo de trabajo queremos.
  • Para reconocer que con medio país en negro, el sistema actual tampoco funciona.
  • Para repudiar las reformas que sólo ajustan del lado más débil.
  • Y, sobre todo, para empezar a escribir otra salida: más empleo, más productividad, más derechos, no menos.

Porque si el único proyecto en discusión es quién nos ajusta más rápido, la verdadera reforma que se viene no será laboral, será social. Y ahí, la calle hablará igual, con o sin permiso.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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