Peronismo en erupción lenta: se cansó del “relato del 4%” y lanza su propio índice de gastos fijos

Peronismo en erupción lenta: se cansó del “relato del 4%” y lanza su propio índice de gastos fijos

El dato formal dice que la inflación baja. Los números del Gobierno muestran una curva descendente, se habla de “desinflación”, de “éxito del programa”, de “rumbo correcto”. Pero en la calle pasa otra cosa: las familias miran sus cuentas y ven que, entre alquiler, tarifas, prepaga, transporte y expensas, el sueldo se hace polvo antes del día 10.

Sobre esa fractura entre el índice oficial y la vida real se montó ahora un movimiento inesperado: el peronismo decidió lanzar su propio índice de gastos fijos, desafiando la medición del INDEC y poniendo el foco donde más duele: en los costos ineludibles que una familia tiene que pagar sí o sí para no quedar afuera de la vida urbana.

No es un invento tecnocrático: es, por primera vez en mucho tiempo, una jugada de oposición inteligente. En lugar de gritar “todo es mentira” desde la tribuna, el peronismo elige cuestionar al Gobierno con otra estadística, con otra metodología, con otro relato numérico.

Del peronismo que administraba el Estado al peronismo que audita al poder

Durante décadas, el peronismo fue Estado: controlaba el INDEC, definía el Presupuesto, manejaba la botonera del poder. Hoy, fuera de la Casa Rosada, se ve obligado a jugar otro rol: el de auditor del modelo en curso.

El nuevo índice de gastos fijos apunta exactamente ahí:

  • Pondera más fuerte servicios públicos, alquileres, transporte y salud privada, que en el último año crecieron muy por encima del IPC promedio.(El Economista)
  • Intenta mostrar que, aunque el índice general mejore, la vida cotidiana del laburante se degrada, porque lo que es ineludible (luz, gas, techo, colectivo, prepaga) sube como cohete.

La idea es demoledora:
podés maquillar la inflación de góndola, pero no podés mentirle al que ya no llega a pagar el alquiler.

Un pequeño gran paso: discutir con datos, no solo con épica

En términos políticos, el movimiento es relevante por dos motivos:

  1. Sale del slogan cómodo.
    En vez de limitarse al “ajuste para los de abajo” o al “hambre planificado”, el peronismo propone una herramienta técnica. Te puede gustar o no, pero te obliga a discutir parámetros, ponderaciones, metodología.
  2. Reconecta con su propia historia.
    El peronismo nació, entre otras cosas, como movimiento que miraba el salario real y el poder de compra con obsesión casi religiosa. Al reclamar un índice que mida el costo de vivir, vuelve —tímidamente— a ese ADN: “primero, la gente”.
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Es un gesto que marca despertar, no todavía resurrección.
Pero en un escenario donde la dirigencia opositora parecía resignada a comentar encuestas por TV, que un sector del peronismo arme un índice propio y ponga al Gobierno a la defensiva es, por lo menos, una buena señal.

El límite: sin interna, no hay trasvasamiento

Ahora bien, que el peronismo lance un índice no significa que ya sea una oposición renovada. Falta casi todo:

  • No hay debate abierto sobre la herencia propia: ni sobre el manejo del INDEC en épocas de maquillaje estadístico, ni sobre las responsabilidades en la crisis actual.
  • No hay trasvasamiento generacional real: conviven dirigentes jóvenes con cuadro dirigencial fósil, y los grandes nombres siguen monopolizando micrófonos, sellos y chequeras.(claudiabernazza.ar)
  • No hay proyecto económico alternativo articulado en clave de siglo XXI: se critica la foto presente, pero no se termina de explicar cómo sería un modelo de desarrollo distinto al de siempre.

En otras palabras: el índice de gastos fijos es una chispa.
Para que se convierta en incendio transformador, el peronismo tiene que animarse a algo mucho más incómodo que medir la inflación: medirse a sí mismo.

El tablero mayor: quién se queda con la palabra “realidad”

En tiempos de redes y algoritmos, la verdadera batalla política es por quién define qué es “la realidad”.

  • El Gobierno apuesta a decir: “la realidad es el IPC, la baja de la inflación mensual, el dólar quieto, el riesgo país”.
  • El peronismo, con su nuevo índice, sugiere: “la realidad son las boletas, el contrato de alquiler, el débito de la prepaga, la SUBE”.

Si logra instalar ese marco, habrá dado un salto cualitativo: dejará de ser solo el partido que administró el derrumbe anterior para convertirse en el que traduce el dolor presente en indicadores comprensibles.

Pero si se queda ahí —en una jugada comunicacional sin reorganización interna, sin programa y sin caras nuevas— el índice será apenas otro gráfico más en una guerra de relatos.

¿Despertar o último manotazo?

La noticia de que el peronismo lanza su propio índice de gastos fijos puede leerse de dos maneras:

  • Como un despertar: un intento serio de volver a conectar con la economía real desde herramientas concretas.
  • O como un último manotazo de una estructura que no termina de aceptar que para volver a gobernar necesita otra cultura política, otro discurso y otra generación al mando.
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Probablemente sea un poco de ambas cosas.
Lo cierto es que, en una Argentina acostumbrada a oposiciones que se limitan al tuit, que un espacio político decida disputar la definición misma de inflación es, al menos, una forma más interesante de hacer política.

Si el peronismo quiere volver a ser movimiento y no solo aparato, este puede ser un buen punto de partida:
medir lo que nadie quiere medir, decir lo que los números oficiales ocultan y, sobre todo, animarse a discutir hacia adentro con la misma crudeza con la que hoy discute al Gobierno.

Mientras tanto, el índice de gastos fijos empieza a asomar como un espejo incómodo:
cada vez que llegue una boleta, un resumen de alquiler o la notificación de aumento de la prepaga, muchos van a recordar que hay alguien poniendo ese golpe en una planilla de cálculo.

Ahí arranca la política de verdad.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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