El ajuste ya no es una hipótesis: es el nuevo “modelo de negocios” que se está aplicando sobre la Argentina real, y Jujuy es uno de sus laboratorios más crueles.
La provincia llega a esta fase con una estructura económica frágil: es de las jurisdicciones donde hay más empleados públicos que trabajadores registrados en el sector privado, lo que revela una matriz productiva raquítica, hiper-dependiente del presupuesto estatal.
Sobre esa base endeble, el recorte nacional cae como una aplanadora: las transferencias a las provincias crecen en términos nominales, pero se desploman en términos reales; en el primer semestre de 2025 la caída del poder de compra de esos fondos rondó el 19%, y la tendencia se profundizó con el “déficit cero” como dogma.
En paralelo, la pobreza nacional ya supera el 55% y los conglomerados del NOA se ubican sistemáticamente entre los más golpeados del país por ingresos reales en caída libre y salarios destruidos por la inflación.
En criollo: baja la plata que llega de Nación, se licúa el salario, se seca el consumo y las familias jujeñas sobreviven a crédito, a fiado o a usura.
Primer engaño: el votante libertario
A los jujeños se les prometió una ecuación simple: “el ajuste lo paga la casta”. La realidad mostró otra planilla de Excel:
- tarifas en alza,
- recorte de subsidios,
- licuación de jubilaciones y salarios públicos,
- obra pública casi paralizada,
mientras el sistema financiero y los grandes jugadores exportadores preservan márgenes y ventajas regulatorias.
El votante libertario creyó que el shock reordenaría privilegios; terminó validando un esquema donde el riesgo se socializa en los hogares y la rentabilidad se concentra en el núcleo duro de la economía financiera.
Segundo engaño: los gobernadores sin poncho
Los gobernadores, Jujuy incluido, aceptaron el relato de la “modernización fiscal” a cambio de una promesa explícita: Nación compensaría la poda de fondos con nuevos instrumentos, acuerdos y líneas de financiamiento. El famoso “poncho” nunca apareció.
La eliminación o congelamiento de partidas (FONID, fondos de transporte, obras, programas sociales) tensiona las tesorerías provinciales, que responden con la única palanca que manejan: más presión tributaria local. En Jujuy esto se traduce en IIBB altos, tasas municipales asfixiantes, rentas que muerden cada ticket y un sector privado formal comprimido entre recesión y fiscalismo defensivo.
Gobernadores oficialistas y opositores empezaron a decirlo en voz alta: la Nación usa el látigo del ajuste como herramienta disciplinadora, mientras dilata las compensaciones y patea hacia adelante cualquier esquema claro de coparticipación realista.
Tercer engaño: un país seducido por Trump y Wall Street
En el tablero geopolítico, Argentina fue vendida como “la nueva apuesta estratégica” de Washington. El Tesoro de Estados Unidos lanzó un salvataje de 20.000 millones de dólares en forma de compra de pesos y esquema de swap, con la promesa explícita de que bancos privados y fondos soberanos –encabezados por JP Morgan– podían sumar otros 20.000 millones para estabilizar la macro.
Lo que siguió fue más humo que liquidez. El grueso de esos anuncios se orientó a sostener el tipo de cambio, reforzar reservas y mejorar la posición frente al FMI, no a financiar reconversión productiva ni a apuntalar a las provincias. Y buena parte de las promesas quedaron en el terreno de las “intenciones” que los mercados hoy consideran, directamente, inviables.
Para completar el cuadro, Donald Trump dejó claro que el apoyo norteamericano estaba atado a la continuidad política del experimento libertario. Dejó entrever que, si Milei no consolidaba su poder, el oxígeno financiero se retiraría, convirtiendo al país en rehén electoral de la geopolítica estadounidense.
La Argentina pasó a ser, en la narrativa de Washington, una pieza más de su guerra fría financiera. No es Ucrania en términos militares, pero sí se le parece en algo inquietante: un territorio empujado a sacrificar tejido social y patrimonio nacional a cambio de una promesa de protección que llega tarde, mal y nunca.
Jujuy en el ojo de la tormenta
En este triángulo de engaños, Jujuy queda atrapada en una tormenta perfecta:
- Estado elefantiásico y caro, con compañías públicas opacas y poco competitivas.
- Sector privado chico y exprimido, que paga impuestos distorsivos mientras ve caer ventas y crédito.
- Familias sobreendeudadas, que tiran del plástico, de la financiera del barrio o del prestamista informal para llegar a fin de mes.
- Inversiones estratégicas mínimas, más allá de enclaves mineros y energéticos donde las grandes ganancias no derraman en empleo masivo ni en desarrollo local sostenible.
El resultado político está a la vista: tres derrotas consecutivas del oficialismo jujeño y un clima social de fatiga, bronca y desconfianza. La narrativa del “sacrificio patriótico” ya no paga en las urnas cuando el sacrificio siempre tiene la misma dirección: de abajo hacia arriba.
El verdadero ultimátum
El verdadero ultimátum ya no viene de Washington, ni de los mercados, ni de los gobernadores: lo está emitiendo el electorado que llevó a Javier Milei al poder. Es un ultimátum silencioso, pero brutalmente claro: si la economía no mejora en el corto plazo, la paciencia se acaba y con ella el sueño libertario.
El votante que creyó en la motosierra para la “casta” y en la “libertad, carajo” para la sociedad real, hoy enfrenta un escenario muy distinto:
- salarios pulverizados,
- tarifas en alza,
- recesión profunda,
- crédito desaparecido,
- provincias en rojo y municipios al borde del colapso financiero.
Ese votante puede aguantar unos meses más de discurso épico, pero no años de heladera vacía. La épica dolarizada no paga el changuito del súper ni la boleta de la luz.
En este contexto, Jujuy funciona como termómetro adelantado: provincia con fuerte voto libertario, economía frágil y altísima dependencia del Estado. Si ahí el ajuste fenomenal se traduce en más pobreza, más cierre de comercios, más endeudamiento familiar y más bronca con “todos”, el costo político no será solo del oficialismo provincial: golpeará de lleno en la marca Milei.
Perico Noticias plantea así la ecuación central:
- si en los próximos meses no hay mejoras visibles en empleo, salario real y actividad;
- si el Norte grande sigue sintiendo que solo pone el cuerpo mientras otros juegan a la geopolítica financiera;
- si el famoso “poncho” nacional nunca llega a cubrir a las provincias,
entonces el contrato entre Milei y su propio electorado empezará a resquebrajarse.
Porque sin resultados económicos, el relato libertario deja de ser esperanza y pasa a ser estafa percibida. Y cuando una narrativa de ruptura se percibe como nueva estafa, la reacción social suele ser más rápida y más dura que frente a los viejos partidos del sistema.
El ultimátum, en definitiva, no es ideológico sino material:
o mejora la vida cotidiana de la gente en un plazo corto, o el experimento libertario se queda sin base social, sin presente y sin futuro. Jujuy será uno de los primeros lugares donde se vea —en las calles y en las urnas— cuál de esos caminos se impone.
