Durante más de una década, la postal de Monterrico fue la misma: calles ocupadas, tránsito colapsado, veredas invadidas, caos normalizado en nombre de “la costumbre”. La feria de manteros se transformó en un símbolo ambiguo: por un lado, trabajo y subsistencia; por el otro, desorden, informalidad y ausencia total de planificación. Nadie quería asumir el costo político de ponerle límite a ese modelo agotado. Hasta ahora.

La decisión ejecutiva del intendente Luciano Moreira de reubicar la feria a un predio con baños, estacionamiento, iluminación y agua es mucho más que una medida administrativa. Es una señal clara de liderazgo: el municipio deja de ser rehén de los usos y costumbres y se planta como conductor de un proyecto de ciudad. Recuperar las calles del barrio La Virginia no es “sólo ordenar el tránsito”; es devolver el espacio público a los vecinos y decirle al comerciante formal que el esfuerzo de pagar impuestos y cumplir reglas tiene sentido.

Este movimiento, además, abre una segunda puerta estratégica: el turismo receptivo. Ningún visitante serio elige como destino una ciudad donde el espacio público está tomado por el desorden. En cambio, una Monterrico con ferias organizadas, servicios básicos garantizados, circulación fluida y una identidad urbana clara puede empezar a venderse como lo que siempre debió ser: una ciudad de oportunidades, con comercio tradicional fuerte, pero también con experiencias turísticas, gastronómicas y culturales que atraigan gasto nuevo y empleo genuino.

El hito no está sólo en mover la feria, sino en el mensaje de fondo: Monterrico deja de conformarse con ser un pueblo grande y decide caminar hacia su condición de ciudad. Eso implica reglas claras, decisión política y capacidad de sostener el cambio frente a las resistencias lógicas de cualquier transformación. Cuando el Estado municipal toma el timón y prioriza el bien común por encima de la comodidad electoral, se habilita algo que en la región parecía olvidado: la idea de futuro.
Por eso, lo que acaba de ocurrir no es un episodio aislado: es un punto de inflexión. Si este rumbo se consolida con más infraestructura, planificación urbana, apoyo real al comerciante y al emprendedor, y una agenda de turismo receptivo seria, dentro de unos años se mirará este momento como el inicio del despegue. Monterrico tomó una decisión que muchos municipios postergan indefinidamente: dejar de gestionar el desorden y empezar a construir desarrollo.
