Argentina ya no es sólo un “caso de estudio” para organismos internacionales. Es una alarma encendida. El último reporte de Barclays sintetiza el cuadro con una frialdad quirúrgica: no hay crecimiento, las reservas del Banco Central están aún más deterioradas que cuando Sergio Massa dejó el Palacio de Hacienda y el stock de deuda pública se ha vuelto, en los hechos, imposible de pagar en las condiciones actuales.
Esa lectura choca de frente con la narrativa oficial del “milagro libertario”. El propio FMI reconoce que el país viene de una contracción fuerte del PBI en 2024, luego del ajuste más brusco en décadas. Aunque sus planillas sigan proyectando rebote para 2025, la foto que miran bancos y fondos es otra: una economía que sale de una recesión profunda para caer en una meseta sin crédito, sin consumo y sin ancla política.
Reservas en rojo y deuda al límite
El dato más delicado es el frente externo. Barclays subraya que las reservas netas siguen en terreno negativo y, lo que es peor, peor que en los últimos meses del gobierno anterior. Lejos de recomponer colchón, el Banco Central continúa operando al filo del default cambiario, dependiendo de swaps, repo y asistencias puntuales mientras multiplica pasivos en dólares.
En paralelo, la deuda crece y se encarece. No sólo por nuevas colocaciones y bonos atados al dólar, sino porque el propio mercado empieza a descontar que, sin un giro de 180 grados en la política económica, las probabilidades de una reestructuración “a la uruguaya” se diluyen y gana peso el escenario de otro choque frontal con los acreedores. El rótulo que usan los analistas es claro: sostenibilidad dudosa, eufemismo elegante para decir insolvencia de facto.
Jugar con los ahorros de la gente
La forma en que el Gobierno eligió pagar el Bopreal terminó de encender luces rojas. El Banco Central utilizó los encajes de los depósitos en dólares —es decir, los fondos que los bancos deben mantener inmovilizados como respaldo de los ahorros de las personas— para cumplir con esos compromisos.
Técnicamente puede discutirse si hay o no riesgo inmediato para los depositantes. Políticamente, el mensaje es devastador: el Estado argentino vuelve a financiarse tocando el perímetro de los ahorros privados. Para un país con el historial de corralitos, pesificaciones y cepos que arrastra Argentina, esa señal vale más que mil conferencias de prensa.
Milei no pudo con la macro… ni con la micro
Javier Milei prometió “aniquilar la inflación y liberar las fuerzas del mercado”. Un año después, la inflación cede pero se mantiene alta, el salto de tarifas y tipo de cambio licuó salarios y jubilaciones, y el supuesto shock de confianza nunca llegó.
Los números laborales lo muestran con crudeza: el desempleo volvió a subir y el empleo informal crece mucho más rápido que los puestos registrados, mientras la recuperación parcial de salarios formales convive con una caída persistente del ingreso de estatales e informales.
La macro no cierra y la micro sangra: consumo en retroceso, pymes asfixiadas por tasas reales aún positivas y caída de ventas, provincias al borde de la iliquidez y un sistema productivo que mira con terror el combo de atraso cambiario, apertura indiscriminada y recorte brutal del mercado interno.
Un país sin plan… y sin oposición
Tal vez el dato político más inquietante es que Milei resiste no porque esté ganando la batalla económica, sino porque enfrente no hay proyecto, sólo fragmentos. Gobernadores negociando por caja, bloques legislativos partidos, liderazgos peronistas y radicales enfrascados en internas interminables.
En ese vacío, el oficialismo aprovechó para avanzar con una reforma tributaria diseñada por estudios privados, que incluye eliminar Ingresos Brutos y reemplazarlo por un IVA “dual” a la brasileña, algo que exige el consenso de las 24 provincias y riesgo de dejar a distritos como Jujuy sin una de sus principales fuentes de recaudación propia.
Los gobernadores piden ATN, permiso para endeudarse y oxígeno financiero. La respuesta, por ahora, es fría. Sin recursos frescos y con el ajuste nacional trasladado a las provincias, el mapa fiscal argentino se parece cada vez más a una bomba de tiempo.
Alerta mundial
La combinación es explosiva:
- economía que viene de una caída fuerte y no despega,
- reservas netas en rojo y deuda calificada como “impagable” por uno de los bancos más influyentes del mundo,
- un Banco Central obligado a manotear encajes para cumplir con bonos,
- provincias al borde del colapso fiscal,
- y una oposición deshilachada, incapaz de articular una alternativa creíble.
Argentina ingresa así en una fase peligrosa: la del país que no quebró en los papeles, pero ya no cierra en los excels de ningún inversor serio. Cuando las planillas de los bancos de inversión, del FMI y de los grandes fondos coinciden en que las cuentas no dan, lo que sigue no es una discusión ideológica: es un operativo de contención global para evitar que un nuevo estallido argentino arrastre a la región.
Milei puede seguir gritando contra la “casta” y celebrando victorias culturales en redes sociales. Pero la aritmética de la deuda, de las reservas y del tejido social no entiende de likes. Si el Gobierno no corrige el rumbo y la dirigencia opositora no construye una estrategia común, el 2026 puede ser mucho más oscuro de lo que hoy se imagina. Y, como advierten en los pasillos de los organismos, no siempre hay un nuevo rescate esperando del otro lado del teléfono.
