Argentina apaga 30 pymes por día y fabrica repartidores descartables: cuando lleguen los drones, ¿quién va a sobrar?

Argentina apaga 30 pymes por día y fabrica repartidores descartables: cuando lleguen los drones, ¿quién va a sobrar?

Argentina está apagando 30 persianas de pymes por día mientras multiplica repartidores en moto y bicicleta que viven al filo de la línea de pobreza. No es el guion de una distopía: es la foto cruda de un modelo económico colapsado que ya no integra, apenas contiene.

Según un relevamiento reciente, la cantidad de trabajadores de Rappi se disparó más de 250% en un año: pasaron de unos 40.000 a más de 150.000 repartidores “independientes”. No es expansión del empleo, es la evidencia del derrumbe: detrás de cada nueva mochila naranja suele haber una fábrica que cerró, un comercio que ya no vende, una pyme que no pudo pagar tarifas dolarizadas, alquiler, impuestos y créditos al 200%.

En paralelo, la política oficial repite el mantra de la “libertad de mercado” mientras la macroeconomía se hunde y la microeconomía agoniza. Ajuste fiscal brutal, caída del consumo, tasas impagables, presión tributaria intacta sobre los que producen y competencia desleal de importaciones: el combo perfecto para destruir el tejido productivo. Las 30 pymes que bajan la persiana hoy son 30 familias, 30 equipos de trabajo, 30 redes de proveedores que mañana se suman a la informalidad.

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El reparto a demanda se convirtió en el refugio masivo de una clase media empobrecida. Docentes, estudiantes universitarios, técnicos, incluso ex dueños de pequeños negocios hoy pedalean 10 o 12 horas por día para facturar lo justo y no quedar afuera del sistema. Sin aguinaldo, sin vacaciones pagas, sin seguro digno, sin convenio colectivo. El riesgo lo pone el trabajador, la renta se la lleva la plataforma.

La narrativa oficial intenta vender esto como “emprendedurismo” y “flexibilidad”. En realidad es precarización 4.0: la vieja changa con GPS, algoritmo y calificación de estrellas.

Y mientras tanto, el Gobierno celebra que “se destraban regulaciones” y que “se modernizan las relaciones laborales”, como si el problema de la Argentina fueran los derechos de los que todavía tienen empleo y no la recesión combinada con políticas que sólo piensan en el balance de corto plazo de las grandes corporaciones.

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¿Qué pasará cuando lleguen los drones?

La pregunta es brutal pero inevitable: si hoy ya hay más de 150.000 repartidores jugándose el cuerpo en la calle, ¿qué va a ocurrir cuando las grandes empresas implementen reparto por drones o vehículos autónomos a escala?

Porque ese futuro no es ciencia ficción. Las principales plataformas del mundo ya testean sistemas de delivery aéreo y robots terrestres. Cuando la tecnología sea rentable, el mismo modelo que hoy expulsa a la pyme para reemplazar al trabajador formal por un repartidor, expulsará al repartidor para reemplazarlo por una máquina.

Si no discutimos esto ahora, dentro de pocos años no sólo vamos a contar pymes cerradas, sino también cientos de miles de jóvenes sobrantes para un mercado de trabajo que ya no los necesita ni siquiera como fuerza de delivery.

Un sistema que fracasó

La combinación es letal:

  • Recesión prolongada.
  • Caída del salario real.
  • Destrucción de pymes.
  • Expansión de empleos hiper precarios “plataformizados”.
  • Cero política industrial y tecnológica propia.
  • Una dirigencia que mira encuestas, no tendencias estructurales.

El resultado es un país que reemplaza ingenieros por repartidores, metalúrgicos por pickers de depósito, emprendedores productivos por monotributistas desesperados. El discurso libertario prometía “sincerar la economía”, pero lo que sinceró es algo más crudo: el capitalismo periférico sin red, sin protección y sin proyecto nacional.

¿Hasta cuándo?

La pregunta no es sólo económica, es política y moral:
¿hasta cuándo vamos a aceptar que cierre una pyme cada vez que a una gran empresa le “mejoran la competitividad” a fuerza de devaluaciones, tarifazos y recorte de derechos?

Argentina necesita un giro de 180 grados:

  • Plan de salvataje pyme real, con crédito subsidiado, alivio impositivo y tarifas productivas.
  • Reforma laboral inteligente, que formalice lo que hoy es precariedad, sin convertir al trabajador en descarte.
  • Política tecnológica soberana, que use la automatización para mejorar la productividad sin tirar gente por la ventana.
  • Sistema de protección social nuevo, pensado para un mundo donde el trabajo estable ya no será la norma.
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Sin eso, seguiremos sumando mochilas de colores en las calles mientras se apagan las luces de los talleres, las fábricas y los comercios de barrio. Y cuando los drones reemplacen a los repartidores, ya ni siquiera quedará el consuelo de la changa.

La verdadera libertad no es elegir entre ser pobre o estar más pobre; es tener un proyecto de país donde el talento de nuestros jóvenes no termine reducido a un teléfono en la mano y una bicicleta al borde del accidente.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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