Sadir habla de cambiar el gabinete, pero el problema es mucho más grave que un par de sillas

Sadir habla de cambiar el gabinete, pero el problema es mucho más grave que un par de sillas

Carlos Sadir sale a escena y anuncia “cambios en el gabinete” y “eficientización de la gestión”. En los papeles suena correcto, hasta razonable. El problema es que Jujuy no está reclamando un retoque cosmético, sino algo mucho más profundo: un gobierno que recupere legitimidad, resultados y conexión real con la gente.

Mientras tanto, todos saben algo que nadie dice en público con todas las letras:
el poder en Jujuy sigue orbitando alrededor de Gerardo Morales. Sadir gobierna, sí, pero con el freno de mano puesto y con un ex gobernador que aún pesa más que varios ministerios juntos.

Un gobernador que firma, pero no termina de mandar

Sadir habla de revisar nombres y de exigir eficiencia, pero la pregunta de fondo es otra:

¿Cuánto margen real tiene para decidir y cuánto sigue atado a la arquitectura política que dejó Morales?

Cuando el poder formal (la banda, el despacho, el sello) no coincide con el poder real, el resultado es un Estado que titubea, que llega tarde, que administra más que gobierna. Y la ciudadanía percibe eso con una claridad brutal: ve un gobernador que promete ajustar el equipo, pero no ve el golpe de timón que la crisis demanda.

El fin de los frentes y una coalición que se queda sin libreto

Mientras Sadir habla de “eficiencia”, en Buenos Aires se discute algo que puede dinamitar el sistema político tal como Jujuy lo conoció en las últimas décadas: la eliminación de los frentes electorales.

Si eso avanza, el esquema que sostuvo al oficialismo –antes Cambia Jujuy, hoy Jujuy Crece– entra en zona de turbulencia:

  • Los partidos satélite que hoy viven bajo el paraguas oficialista dejan de tener sentido tal como están configurados.
  • La UCR deberá absorber, ordenar o soltar esos aliados justo cuando es un partido en retroceso a nivel nacional.
  • El modelo de “sumar sellos” para mostrar volumen empieza a quedarse sin andamiaje legal y sin relato político.

En ese contexto, hablar de “cambio de gabinete” sin discutir modelo de poder, reglas del juego y rumbo provincial suena a gesto defensivo, no a estrategia.

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Eficiencia de discurso vs. pobreza estructural de hechos

Sadir puede insistir con la palabra “eficiencia” las veces que quiera.
La realidad le responde con otros indicadores:

  • Pobreza estructural que no se perfora.
  • Jóvenes que siguen eligiendo irse porque no ven horizonte en la provincia.
  • Regiones enteras que sienten que el Estado llega solo para la foto o el anuncio, pero no para resolver lo cotidiano.

Si después de tantos años de continuidad de un mismo espacio político el balance es:

  • pobreza alta,
  • fuga de talento,
  • y servicios que no acompañan,

entonces el problema no es de dos o tres ministros desalineados. Es de idoneidad, prioridades y forma de gobernar.

Cuando se rompe el vínculo emocional, no hay giro comunicacional que alcance

La legitimidad no se sostiene solo con el recuerdo de una elección ganada.
Se sostiene mientras la sociedad sienta que:

  • la escuchan,
  • la entienden,
  • y hacen algo concreto con lo que pide.

Cuando no hay escucha,
no hay resultados visibles
y el relato oficial suena cada vez más lejos de lo que pasa en la calle,
el contrato emocional se rompe.

Cambiar nombres en el gabinete sin cambiar:

  • el modo de decidir,
  • a quién se prioriza,
  • qué territorios se atienden,
  • y qué temas se ponen primeros en la agenda,

es arriesgarse a que la gente lea estos movimientos como lo que sospecha: un intento de ganar tiempo, no de cambiar en serio.

De acá a 2027: tiempo corto, deuda larga

El oficialismo llega a la recta final de este ciclo con tres lastres muy pesados:

  1. Un contexto económico nacional hostil.
  2. Un sistema de partidos en revisión, con el fin de los frentes en el horizonte.
  3. Una sociedad cansada, que ya no compra fácilmente ni épicas ni excusas.

En ese marco, un recambio de gabinete puede ser necesario, pero de ninguna manera es suficiente.

Si el gobierno provincial no:

  • mejora su idoneidad técnica,
  • reconstruye su vínculo emocional con la ciudadanía,
  • y deja de gobernar mirando solo el tablero interno de su coalición e intereses financieros particulares, el desgaste no solo va a continuar: se va a acelerar.
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Porque, en política, hay algo que nunca falla: cuando la legitimidad se agota y la gestión no convence, el ciclo se termina mucho antes de que lo marque el calendario electoral. Y Jujuy ya empezó a hacer ese balance, con o sin cambio de nombres en el gabinete.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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