Un Presupuesto que Garantiza el Regreso de la Hiperinflación

Un Presupuesto que Garantiza el Regreso de la Hiperinflación

Anoche, el Congreso aprobó el Presupuesto 2026. No fue una simple votación de cifras; fue la firma de un nuevo pacto de rendición. La rendición del Estado a la imprenta. A cinco años del récord de emisión pandémica del 3.5% del PBI que analizábamos en 2020, la clase política demostró, una vez más, que no aprendió la lección más básica y cara de nuestra historia: no se puede gastar lo que no se tiene sin destruir la moneda.

El gobierno actual llegó al poder con el grito de guerra «¡No hay plata!» y una retórica feroz contra la «maquinita». Sin embargo, los números fríos del Presupuesto recién aprobado cuentan una historia distinta, y ominosamente familiar. Ante la imposibilidad política de realizar un ajuste fiscal real y profundo –que implique recortar el gasto público a los niveles de la recaudación–, se optó por la solución de siempre: disimular el déficit y recalentar la emisión por la puerta trasera.

¿Cómo se hace? El mecanismo es más sofisticado que en 2020, pero el resultado final es el mismo diluvio de pesos sin respaldo:

  1. Tesoro-Banco Central: Un Matrimonio Irrompible. El Presupuesto continúa y profundiza la dependencia del financiamiento del BCRA. Aunque se hable de «cero déficit», las proyecciones se sostienen sobre préstamos y asistencia del Banco Central que, en esencia, son emisión disfrazada. La «independencia» del BCRA es, en la práctica, una fachada.
  2. La Deuda como Cobertura. Se asume una colocación de deuda en moneda local a tasas estratosféricas. Pero, ¿quién la compra? En gran medida, el propio sistema financiero con liquidez que el BCRA inyecta. Es un círculo perfecto: el Banco emite para dar liquidez, esa liquidez compra deuda del Tesoro, y el Tesoro financia su gasto. La inflación es la consecuencia matemática.
  3. La Billetera de los Ahorristas. El mayor impuesto argentino, el inflacionario, queda presupuestado. La erosión del salario y los ahorros no es un efecto colateral; es la variable de ajuste de facto para equilibrar las cuentas que la política no se anima a equilibrar.
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En 2020, la emisión fue una respuesta de pánico ante un shock externo (la pandemia). En 2025, mirando al 2026, es una política deliberada y presupuestada. Es la admisión de que no hay voluntad ni capital político para hacer lo que hay que hacer: reducir el Estado a su dimensión financiable. Se prefirió el camino conocido: licuar el problema en un mar de papel moneda.

La ecuación es tan vieja como devastadora: Déficit Fiscal + Financiamiento Monetario = Hiperinflación. No es una teoría, es la historia argentina escrita en billetes cada vez más zeros. Este presupuesto no es un plan para crecer; es un mecanismo para sobrevivir otro año más a costa del futuro de todos, especialmente de los que menos tienen, que son los que no pueden dolarizarse.

El mensaje que envía la política es claro: «Sigan circulando, sigan trabajando en pesos. Nosotros seguiremos imprimiendo. Ustedes pagarán la cuenta.» El desenlace ya lo conocemos. Solo queda preguntarse cuánto tiempo pasará hasta que, una vez más, la «fuente» de la que hablaba Marull (**) en 2020 se desborde por completo y todos debamos salir corriendo, no ya a comprar dólares, sino a buscar cualquier bien real antes de que el peso deje de ser un instrumento de cambio para convertirse en un souvenir de la irresponsabilidad.

La próxima hiperinflación no será un accidente. Será, como anoche quedó demostrado, una política de Estado presupuestada y votada.

(**) Fernando Marull es un economista y periodista económico argentino, reconocido por su análisis claro y directo de la coyuntura macroeconómica del país. Su mención en el artículo de 2020 no es casual: es una voz de referencia para entender la relación entre la política fiscal, la emisión monetaria y la inflación.

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