JUJUY 2026: AUSTERIDAD O BANQUILLO — la “motosierra penal” convierte el gasto en delito y el federalismo en obediencia

JUJUY 2026: AUSTERIDAD O BANQUILLO — la “motosierra penal” convierte el gasto en delito y el federalismo en obediencia

En Jujuy, la política viene discutiendo como si 2026 fuera un año “más”. No lo es. 2026 es un cambio de régimen: el ajuste ya no se presenta como una opción de gestión, sino como un mandato legal; y lo que antes se resolvía con conflicto político, ahora amenaza con resolverse con expedientes penales.

Después del Presupuesto 2026, el Gobierno nacional se siente con “piso” para avanzar con reformas pateadas para este verano. Y en esa lista aparece el núcleo duro: convertir el déficit cero en doctrina, y la indisciplina fiscal en conducta punible.

La “motosierra penal”: cuando firmar se vuelve un riesgo

La ingeniería es simple y brutal: se impulsa una figura de Sanción Penal por Gasto Irregular, con cárcel e inhabilitación para el funcionario que aumente o modifique gastos sin respaldo de recursos previstos y acreditados en el presupuesto.

Traducido a la vida real: el intendente que hoy “ata con alambre” la emergencia social, el gobernador que estira partidas para apagar incendios salariales, el ministro que refuerza una guardia hospitalaria porque colapsa… mañana puede pensarlo dos veces. No por responsabilidad fiscal: por miedo.

Y cuando la política gobierna con miedo, pasa una de dos cosas:

  • o se paraliza (y la gente paga el costo),
  • o recorta a ciegas (y la gente paga el costo igual).

El ajuste en Jujuy no es una hipótesis: es una obligación

El Gobierno nacional plantea un “torniquete” al gasto: déficit cero como columna vertebral. (Página|12)
Si ese torniquete baja al territorio, Jujuy enfrenta una ecuación vieja con amenaza nueva: menos margen fiscal, más demandas sociales, y ahora —posiblemente— riesgo penal si se “desordena” el gasto.

Por eso, en 2026 no discutiremos “si ajustar”. Discutiremos:

  • qué se recorta,
  • a quién se protege,
  • y quién paga el costo político y moral del recorte.

Porque si el ajuste se vuelve inexorable, la única discusión que queda es la del criterio. Y el criterio es ética, no planilla.

La batalla cultural que viene: el Estado sobredimensionado en el banquillo

Acá aparece el dato incómodo: la ola libertaria —con razón o sin ella— encontró un blanco perfecto. En muchas provincias (y Jujuy no es excepción), el Estado se volvió sinónimo de:

  • clientelismo de baja intensidad,
  • burocracia que frena al que produce,
  • nepotismo, acomodos,
  • y rendiciones de cuentas débiles.
  Jujuy no está enferma de política: está enferma de pereza moral

Es decir: un Estado enfermo, más preocupado por sostener estructura que por resolver problemas.

Entonces, la “batalla cultural” que se asoma es esta: austeridad extrema versus autonomía federal. Y ahí sucede algo políticamente explosivo: incluso buena parte de la oposición, y buena parte de la sociedad, puede acompañar el recorte si lo percibe como cirugía contra el gasto clientelar.

El riesgo es que, en nombre de extirpar grasa, también se corte músculo: educación, salud, seguridad, ciencia aplicada, infraestructura básica. Es decir: se destruya capacidad de futuro.

¿Y la coparticipación? La provincia sin palancas

Si el flujo de fondos se tensa y la actividad cae, la recaudación provincial y municipal se enfría. Y si además se instala un régimen donde “gastar sin respaldo” se penaliza, las herramientas tradicionales se achican.

¿Emitir bonos o cuasimonedas? La historia argentina los conoce, pero no son salida limpia: implican riesgo de desvalorización, litigios y ruptura de confianza. Además, no todas las provincias tienen el mismo acceso al mercado ni el mismo “peso” financiero para sostener una emisión de deuda en condiciones aceptables.

En síntesis: Jujuy entra a 2026 con menos palancas y más presión.

El punto decisivo: soberanía provincial vs obediencia fiscal

Este es el corazón del editorial: si la Nación convierte la austeridad en un mandato punitivo, el federalismo cambia de naturaleza. Deja de ser coordinación entre jurisdicciones y pasa a ser obediencia con castigo.

Y ahí se juega la soberanía: no la soberanía declamada en discursos, sino la soberanía práctica de decidir prioridades en el territorio.

Remate con esperanza: que el ajuste no sea venganza, sino transformación moral

Ahora bien: negar el problema sería suicida. Jujuy —como tantas provincias— necesita reformarse. Está sobredimensionada en áreas, lenta en trámites, opaca en rendiciones, vieja en herramientas. Hay parálisis cognitiva y una pereza moral que convirtió lo público en rutina y no en misión.

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Pero atención: la salida no es una “motosierra sin alma”. La salida es una transformación con base ética:

  • transparencia radical,
  • auditoría real,
  • gobierno digital,
  • compras abiertas,
  • meritocracia verdadera (no eslogan),
  • y un pacto de integridad que corte el nepotismo como se corta una enfermedad.

Si 2026 trae ajuste inexorable, entonces Jujuy tiene una última chance de convertirlo en algo digno: reducir lo inútil sin destruir lo esencial.
Porque un Estado más chico puede ser un Estado mejor… pero solo si antes se vuelve un Estado decente.

Y esa es la discusión que nadie quiere dar —porque duele—, pero que define el futuro: no el tamaño del Estado, sino su calidad moral.

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