Redacción Perico Noticias // En medio de una crisis económica que no da tregua, el gobierno nacional lanzó una nueva medida para tratar de captar dólares del sector agroexportador: la reducción de las retenciones a las exportaciones de productos derivados de la soja. Sin embargo, el anuncio parece haber tenido un impacto limitado, y todo indica que esta iniciativa no será suficiente para convencer al campo de liquidar los dólares que tanto necesita la economía argentina.
Una medida que llega tarde y luce incompleta
El gobierno apuesta a que la baja de retenciones sirva como un incentivo para acelerar la liquidación de divisas retenidas por el sector agroexportador, que viene especulando ante un contexto de alta inflación y volatilidad cambiaria. No obstante, la reacción inicial del campo ha sido tibia, ya que consideran que el beneficio es insuficiente y no compensa los costos que enfrentan en un escenario de incertidumbre económica y climática.
La letra chica de la medida, aún en proceso de definición, genera desconfianza en un sector que históricamente ha demandado reglas claras y previsibilidad. El esquema planteado, que incluye una baja temporal en las retenciones a aceites y harinas de soja, ha sido criticado por su alcance limitado y su carácter transitorio, lo que dificulta que los productores y exportadores se arriesguen a liquidar grandes volúmenes de dólares en estas condiciones.
El problema de fondo: falta de confianza
Más allá de la baja de retenciones, el gobierno enfrenta un problema estructural de confianza con el sector agropecuario. La relación entre el Estado y el campo ha estado marcada por años de tensiones, agravadas por políticas fiscales que el sector percibe como excesivamente extractivas. La decisión de bajar las retenciones puede interpretarse como una señal de buena voluntad, pero no logra revertir el desgaste acumulado.
Para muchos actores del sector, el gobierno actúa más como un perseguidor desesperado de divisas que como un socio confiable en la generación de valor. Esta percepción se agrava en un contexto donde las medidas económicas parecen improvisadas y reactivas, en lugar de formar parte de un plan integral que brinde certidumbre a largo plazo.
La urgencia del gobierno: dólares para calmar el mercado
La falta de reservas en el Banco Central es uno de los mayores puntos de presión para la administración actual. Sin dólares, se dificulta la estabilización del tipo de cambio y se incrementa la incertidumbre en los mercados financieros. En este contexto, el gobierno depende casi exclusivamente del campo como generador de divisas genuinas, pero sus intentos por atraer esos dólares han fracasado reiteradamente.
Mientras tanto, el dólar paralelo sigue subiendo, y la brecha cambiaria pone en jaque cualquier intento de estabilización. La baja de retenciones no parece ser suficiente para revertir esta dinámica, y el riesgo es que el gobierno termine cediendo cada vez más sin lograr los resultados esperados.
Una estrategia que corre detrás del problema
El gobierno parece estar siempre un paso atrás en su relación con el campo. En lugar de anticiparse y construir una estrategia sostenible, se encuentra reaccionando a los problemas del momento. Este enfoque no solo genera frustración entre los productores, sino que también refuerza la percepción de que las medidas económicas son meramente coyunturales y carecen de una visión de largo plazo.
Además, el sector agroexportador opera bajo una lógica que va más allá de los incentivos fiscales: analiza el contexto político, económico y climático antes de tomar decisiones. En un año electoral, con la economía en recesión y sin señales claras de estabilidad, es difícil que medidas aisladas como esta logren el efecto deseado.
¿Qué necesita el campo para liquidar?
Para que el campo liquide los dólares necesarios, hace falta algo más que una baja temporal de retenciones. El sector demanda una política fiscal coherente, estabilidad cambiaria y previsibilidad. Sin estas condiciones, cualquier medida será vista como un paliativo y no como una solución real.
La pregunta de fondo es si el gobierno está dispuesto a adoptar una estrategia más amplia y estructural que aborde las demandas del campo, o si seguirá optando por medidas cortoplacistas que solo postergan los problemas.
Conclusión: un círculo vicioso difícil de romper
La baja de retenciones evidencia, una vez más, la relación desgastada entre el gobierno y el campo. Mientras el primero persigue desesperadamente dólares, el segundo sigue apostando a su propia estrategia de defensa frente a un contexto incierto. Sin un cambio profundo en la forma de abordar esta relación, el resultado será el mismo: dólares que no llegan y un mercado que sigue descontrolado.
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