En un tiempo donde la política está marcada por la inercia, los cálculos electorales y la cobardía de no incomodar a ciertos sectores, el intendente de Monterrico, Luciano Moreira, tomó una decisión sin precedentes: enfrentar una problemática histórica de su comunidad con una medida disruptiva. La consecuencia fue inmediata y rotunda: nueve lunes consecutivos sin accidentes fatales, un hito que Monterrico no conocía en décadas.
Los números hablan por sí solos. Antes de esta medida, los lunes eran sinónimo de luto y tragedia para muchas familias. El alcohol, la velocidad y la falta de controles adecuados confluían en una estadística negra que marcaba el inicio de la semana con noticias devastadoras. Sin embargo, en un giro inesperado, la implementación de controles rigurosos de tránsito, endurecimiento de sanciones y un despliegue operativo con apoyo policial y municipal generaron un cambio drástico en el comportamiento de la sociedad.
¿Por qué otros intendentes no siguen el ejemplo?
La pregunta que resuena en otras localidades es simple: ¿por qué no replicar el modelo de Monterrico si ha demostrado ser efectivo? La respuesta es más política que técnica. Moreira no está atado a compromisos con sectores que lucran con la desidia estatal ni a estructuras anquilosadas que paralizan a otras gestiones. Tomó una decisión audaz, sin temor a enemistarse con aquellos que se benefician de la falta de controles o del “dejar hacer”.
Mientras otras ciudades siguen empantanadas en debates eternos sobre cómo abordar la seguridad vial, Monterrico demuestra que la voluntad política es el principal motor del cambio. Con decisión y sin pactos oscuros, la ciudad logró lo que parecía imposible: transformar la cultura del tránsito, instalar la conciencia vial y salvar vidas.
El respaldo de la gente
Lejos de generar resistencia, la comunidad aceptó y valoró la medida. Las familias saben que ahora sus hijos tienen más chances de regresar a casa los fines de semana sin formar parte de una estadística macabra. Los propios conductores, con el paso del tiempo, han ido asimilando nuevas reglas de convivencia en las calles. El resultado es un consenso social que valida la audacia de Moreira.
En el juego de la política, donde muchas veces las decisiones difíciles se postergan para evitar conflictos, Monterrico ha dado un paso adelante. La política del coraje se impuso sobre la de la comodidad. Mientras otras intendencias siguen postergando medidas urgentes por temor a los costos políticos, la de Moreira ya puede exhibir su propio logro: una ciudad que dejó de ser sinónimo de tragedia cada lunes.
El mensaje es claro: cuando hay voluntad, hay resultados. Lo que falta en otros municipios no es dinero ni infraestructura, sino valentía y convicción. Monterrico ha marcado un camino. Solo falta que los demás se animen a recorrerlo.