Las elecciones en Jujuy se acercan con un ingrediente explosivo: nadie controla nada. En un escenario donde la casta es rechazada por el 62% de los votantes, el 85% repudia el adelantamiento electoral y el 78% se ahoga en la crisis económica, la política tradicional se desmorona sin líderes de peso y sin brújula. La sociedad jujeña, empoderada en la era digital, ya no obedece alineamientos partidarios; el voto es una decisión solitaria, individualista y reactiva, configurando un mapa electoral donde cualquier desenlace es posible.
El oficialismo: unidad de cartón y una implosión en curso
La Unión Cívica Radical celebró ayer su cónclave con una conclusión previsible: Carlos Sadir será el condutor, «bendecido» por un Gerardo Morales que, consciente de su desgaste, debió intervenir por videoconferencia, en un acto que dejó más dudas que certezas. Sin embargo, lo que se quiso vender como un bloque homogéneo es, en realidad, una construcción endeble, sostenida por la necesidad de administrar la provincia, pero fracturada en su esencia. La unidad es un espejismo que no resistirá el cierre de listas: hay dirigentes que se sienten despojados, rencores que no han cicatrizado y un cisma que late bajo la superficie.
El PJ: la intervención kirchnerista y la esperanza en Kicillof
En el peronismo jujeño, la postergación de internas hasta noviembre dejó un mensaje claro: las decisiones se toman en Buenos Aires. Cristina Fernández de Kirchner impuso orden, garantizando una unidad forzada que servirá de andamiaje electoral, pero que aún carece de narrativa propia en la provincia. El modelo a seguir es el de Axel Kicillof, quien se perfila como la nueva esperanza del kirchnerismo para 2027. Sin embargo, en Jujuy, el cristinismo tardío no ha encendido motores. La incógnita es si la ola expansiva que reconfigura el peronismo nacional llegará a tiempo para convertir al PJ jujeño en una alternativa real.
El libertarismo en caída libre: de la euforia a la decepción
Lo que hasta hace unas semanas era una marea imparable, hoy es un movimiento aturdido. En Jujuy, Milei perdió el 12% de su apoyo en apenas seis días, y no es un retroceso circunstancial: es la fracción más informada de su electorado la que se siente defraudada. El caso «Criptogate» golpeó en la línea de flotación del relato libertario, dejando en evidencia que la honestidad, ese valor que diferenciaba a los seguidores de Milei del resto de la política «contaminada», ha quedado en entredicho.
El derrumbe no es total, pero la cachetada ha sido despiadada. Lo que quede en pie del electorado libertario dependerá de cómo responda el Presidente en los próximos días. Su retorno de Estados Unidos sin resultados concretos lo obliga a tomar medidas audaces para recuperar iniciativa: una baja de retenciones en la zona núcleo o la liberación del cepo podrían ser intentos desesperados para recomponer imagen, aunque con el riesgo de precipitar un colapso. Por lo pronto, la decepción libertaria ya es un hecho, y muchos votantes han vuelto a la categoría de indecisos, pero con un aprendizaje clave: saben perfectamente a quiénes no votarán.
El caos como oportunidad: la irrupción de las fuerzas no tradicionales
En un escenario donde los grandes partidos están en crisis, las fuerzas emergentes comienzan a ocupar el vacío. En Jujuy, la izquierda y las nuevas alianzas pragmáticas, como el Frente Amplio y el partido Otra Historia, empiezan a gravitar con fuerza. La política tradicional es rechazada, y la demanda ciudadana es clara: quieren otra historia.
Las elecciones del 11 de mayo ya no tienen un resultado previsible. La estructura de poder que gobernó Jujuy por décadas está resquebrajada, los libertarios han perdido su halo de pureza y la política ha quedado en manos de un electorado que no responde a patrones del pasado. Si algo está claro es que Jujuy entró en una etapa de incertidumbre total, y en ese terreno, todo puede suceder.