La reciente unidad entre Rubén Rivarola y Leila Chaher, articulada bajo la tutela de Cristina Fernández de Kirchner, no solo desató una catarata de críticas en el peronismo jujeño, sino que también selló su destino electoral. La estrategia, lejos de representar una renovación, consolidó una estructura anquilosada en el verticalismo y en pactos de supervivencia que solo benefician a las cúpulas partidarias. La falta de autocrítica y la imposibilidad de actualizar la doctrina peronista a los desafíos del siglo XXI dejan al PJ provincial atrapado en su propia inercia.
El rechazo de la militancia fue inmediato. En redes sociales y espacios políticos, los reclamos contra el acuerdo Rivarola-Chaher dejaron en evidencia el hartazgo ante una dirigencia que no escucha ni representa a las bases. En lugar de abrir el juego a nuevos liderazgos, el peronismo jujeño optó por perpetuar el esquema de poder de siempre, uno que ya ha demostrado su ineficacia electoral en la provincia. Sin un proyecto de transformación real, la estructura partidaria solo sobrevive por inercia, sin capacidad de interpelar a una sociedad que demanda respuestas nuevas.
Cristina Kirchner, en su afán por sostener el control del PJ en todo el país, terminó imponiendo una fórmula que no tiene proyección política ni electoral. Con esta decisión, el peronismo jujeño no solo se aleja de cualquier posibilidad de victoria en mayo, sino que se condena a la irrelevancia política. Mientras tanto, la sociedad jujeña sigue esperando una alternativa real a la hegemonía radical, una que el PJ parece incapaz de ofrecer.
Las redes sociales fueron el escenario de un masivo repudio a la designación de Rivarola como figura clave en el PJ jujeño. Militantes de base, dirigentes locales e incluso simpatizantes del peronismo expresaron su descontento con una oleada de publicaciones que expusieron la inconsistencia política de quienes hoy promueven la unidad del partido. En Twitter y Facebook, los comentarios críticos coincidieron en señalar que la inclusión de Rivarola no solo representa una traición a los principios históricos del justicialismo, sino que también valida una dirigencia que ya demostró su incapacidad para ganar elecciones.
El principal argumento de los detractores radica en el antecedente de Rivarola como pieza clave en la crisis institucional del PJ jujeño. Su apoyo explícito a la reforma constitucional impulsada por Gerardo Morales en 2023, que generó protestas y represión en la provincia, marcó un quiebre definitivo con amplios sectores del peronismo. Su rol en aquel episodio fue tan controvertido que terminó perdiendo la presidencia del partido, evidenciando la falta de respaldo interno a su conducción. Sin embargo, lejos de quedar relegado, ahora regresa con el respaldo de CFK, lo que profundiza la sensación de un partido manejado por acuerdos cupulares sin consulta a la militancia.
El impacto de esta decisión va más allá de las redes sociales y de la interna del PJ. A nivel electoral, la figura de Rivarola está desgastada y asociada a la complicidad con el radicalismo jujeño. Su promoción dentro del partido no solo refuerza la idea de que el peronismo provincial carece de renovación, sino que también lo deja en una posición extremadamente vulnerable frente a la contienda electoral del 11 de mayo. En lugar de ofrecer una alternativa creíble, el PJ jujeño parece haber optado por el suicidio político, aferrándose a un liderazgo que ya demostró ser incapaz de generar confianza en el electorado.