«Argentina no se está levantando, la están arrodillando: Milei y el fraude del ajuste»

«Argentina no se está levantando, la están arrodillando: Milei y el fraude del ajuste»

El presidente Javier Milei presentó su discurso de apertura de sesiones ordinarias con la euforia de un vendedor de humo. Prometió estabilidad, crecimiento y recuperación, pero la realidad golpea a millones de argentinos que, lejos de mejorar, se hunden en la desesperación. Desde una mirada peronista, cristiana y de sentido común, su relato no solo es engañoso, sino también peligroso.

El modelo de Milei no tiene como eje la justicia social, sino la especulación financiera. Mientras la casta empresarial se enriquece con la timba del dólar y las exportaciones sin retenciones, el pueblo sufre el peor ajuste de la historia. Milei celebra el «superávit fiscal» como un logro, pero omite decir que ese dinero se logró a costa de destruir el consumo, pulverizar salarios y frenar la inversión productiva. La Argentina de Milei no es más rica, es más desigual.

El gobierno afirma que la inflación bajó, pero a qué precio. Los sectores populares no pueden acceder a la canasta básica, la indigencia se disparó y las jubilaciones son una burla. No hay estabilidad con hambre. El ajuste es una soga al cuello del pueblo, no una solución.

Desde el cristianismo, Milei representa lo opuesto a la doctrina social de la Iglesia. Su desprecio por los más vulnerables se ve en cada recorte, en cada decisión que beneficia al mercado en detrimento de las personas. Jesús multiplicó los panes, Milei los quita. En su Argentina no hay espacio para la solidaridad, solo para la meritocracia de los poderosos.

Pero la mayor estafa del mileísmo es su relación con el FMI. Nos dice que el ajuste nos hará libres, cuando en realidad nos hace más dependientes. El superávit que Milei tanto celebra no es para desarrollar el país, sino para pagarle a los mismos acreedores que nos condenaron a la pobreza. Con esta estructura económica, Argentina nunca podrá crecer con justicia social. El país necesita inversión real, industria nacional y un Estado que garantice el bienestar. Sin eso, solo hay saqueo y sumisión.

El relato de Milei es el de un predicador del mercado que vende sacrificio y pobreza a las mayorías para enriquecer a unos pocos. Pero la historia enseña que el pueblo argentino no tolera gobiernos que lo condenan al hambre. Milei cree que tiene el destino controlado, pero en la calle la bronca crece. La Argentina no se está levantando, la están arrodillando. Y cuando el pueblo diga basta, la motosierra se le volverá en contra.

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