Trump, la OTAN y la ley de la selva: Argentina en el nuevo desorden global

Trump, la OTAN y la ley de la selva: Argentina en el nuevo desorden global

El mundo vuelve a crujir bajo los zigzagueos de la política internacional. Donald Trump, con su clásica retórica disruptiva, ha lanzado un ultimátum a Europa: o invierten más en defensa, o Estados Unidos les deja a la intemperie en un escenario de guerra latente. La amenaza de abandonar la OTAN si los aliados europeos no cumplen con sus compromisos de gasto militar no solo reordena el tablero estratégico del Atlántico Norte, sino que también tiene implicaciones profundas para el sur global, en especial para una Argentina sumida en una dependencia extrema de Washington.

Europa, a pagar su propia defensa o quedarse sola

El escenario no es nuevo, pero sí la presión. Desde su primer mandato, Trump viene insistiendo en que la OTAN es un “negocio ruinoso” para Estados Unidos. Su regreso al centro de la escena política mundial vuelve a poner sobre la mesa la viabilidad de la alianza atlántica en su configuración actual. Europa, acostumbrada a la tutela estadounidense desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, enfrenta ahora la dura realidad de que debe financiar su propia seguridad en un mundo donde la guerra en Ucrania ha demostrado que la paz no es un activo garantizado.

La respuesta europea ha sido inmediata, pero caótica. España, uno de los países con menor inversión en defensa dentro del bloque, ya ha empezado a modificar su discurso. La Comisión Europea ha lanzado un plan de rearme de 800.000 millones de euros, pero sin plazos claros ni consenso interno. Hungría e Italia dudan, mientras que Alemania quiere extender los tiempos de flexibilización fiscal. Todo esto ocurre en un contexto donde el gasto público sigue inflado y la inflación no ha sido completamente domada.

El modelo de seguridad subsidiada por Estados Unidos está en peligro. Europa, forzada a asumir un liderazgo militar que nunca quiso, se encuentra con problemas estructurales: sin una industria de defensa propia lo suficientemente robusta, con Estados enfrentados por sus propias crisis internas y una guerra en sus fronteras que amenaza con prolongarse indefinidamente.

La ley de la selva y el ocaso del libre comercio

Pero el movimiento de Trump no es solo un problema para Europa. Es una redefinición del orden mundial bajo una lógica de proteccionismo extremo, en la que el comercio global vuelve a regirse por la ley de la selva. Estados Unidos no solo está exigiendo más gasto militar a sus aliados, sino que al mismo tiempo impone aranceles, presiona a sus deudores y refuerza su control estratégico en puntos clave como el Canal de Panamá. El mensaje es claro: el multilateralismo es una ilusión, el bilateralismo es la norma, y los intereses de Washington están por encima de cualquier retórica globalista.

En este contexto, la idea de un tratado de libre comercio entre Argentina y Estados Unidos se vuelve un anacronismo. No solo porque el proteccionismo estadounidense ha alcanzado su máxima expresión, sino porque la estructura misma del comercio internacional ha cambiado. La Argentina de Milei, urgida por la necesidad de fondos frescos y atada a la sombra del FMI, choca de frente con una potencia que está en plena etapa de repatriación industrial y endurecimiento de las reglas del juego económico.

Argentina: atrapada entre el ajuste y la intemperie

El gobierno argentino acaba de enviar un proyecto al Congreso para tomar nueva deuda con el FMI. Mientras tanto, la política exterior de Estados Unidos está en otra dirección: está cobrando deudas, presionando con aranceles y abandonando viejas estructuras de cooperación económica. Para un país como Argentina, cuya economía depende de la exportación de commodities y ciertas manufacturas con escasa diversificación, la amenaza de un Trump proteccionista y agresivo no es menor.

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El escenario es doblemente problemático. Por un lado, Argentina necesita desesperadamente dólares para evitar una nueva aceleración inflacionaria, pero su principal prestamista, Estados Unidos, no tiene interés en facilitar acuerdos favorables. Por otro lado, el contexto internacional de militarización y tensiones geopolíticas desincentiva el crecimiento de economías periféricas. En otras palabras: mientras el mundo se rearma y se protege, Argentina sigue dependiendo de un orden financiero que ya no la favorece.

El espejismo de la autodeterminación y el peligro de la irrelevancia

La paradoja de la política exterior argentina bajo el gobierno de Milei es evidente: su modelo libertario necesita de un mercado global abierto y dinámico, pero el mundo se está cerrando a cal y canto. La globalización tal como la conocíamos se está desmoronando y la lógica de los bloques vuelve a imperar. Sin autonomía financiera y con una estructura productiva limitada, la Argentina de hoy está en una posición de extrema vulnerabilidad.

La pregunta clave es si el gobierno logrará algún tipo de acuerdo inmediato con Estados Unidos. La respuesta más probable es que cualquier negociación será a costa de concesiones que podrían agravar aún más la dependencia argentina. Con una Casa Blanca enfocada en su reindustrialización y en la consolidación de su poder geopolítico, la posibilidad de que Argentina consiga condiciones favorables en un eventual acuerdo bilateral es prácticamente nula.

El dilema argentino en el desorden mundial

El mundo que viene es un mundo de realismo crudo: menos cooperación, más proteccionismo y una creciente militarización de las relaciones internacionales. La pregunta no es si Argentina podrá adaptarse a este escenario, sino qué costo pagará en el proceso. Con una economía frágil y una diplomacia errática, el margen de maniobra es escaso.

Mientras Estados Unidos redefine su rol en la OTAN y Europa trata de financiar su rearme sin colapsar fiscalmente, Argentina enfrenta su propia encrucijada: depender aún más de un sistema financiero que la ahoga o buscar una nueva estrategia en un mundo donde la interdependencia económica es cada vez más un recuerdo del pasado.

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