Aranceles en pausa: Trump cede, el mercado manda y el NOA respira… ¿por 90 días?

Aranceles en pausa: Trump cede, el mercado manda y el NOA respira… ¿por 90 días?

Donald Trump habló, y por primera vez en mucho tiempo, no fue para avanzar, sino para retroceder. Bajo el peso de Wall Street y de un mercado global que no admite juegos de artificio, el expresidente norteamericano —favorito republicano para un eventual regreso en noviembre— anunció la suspensión de los aranceles que había impulsado como punta de lanza de su estrategia económica. Serán 90 días sin nuevos aranceles… para casi todos, excepto China. El mundo escucha el eco de sus palabras con atención, pero también con una sospecha creciente: esto no es una tregua, es una advertencia.

Para las economías regionales argentinas, especialmente las del NOA, esta pausa es un respiro. La posibilidad de mantener competitividad exportadora sin tener que enfrentar barreras arancelarias adicionales en EE.UU. alivia tensiones sobre sectores como el tabaco jujeño, los limones tucumanos, el azúcar salteño, los vinos catamarqueños y productos agroindustriales que dependen de la estabilidad externa más que de la interna. Pero el alivio es limitado: solo dura 90 días. Y después, nadie sabe qué.

En su propio estilo caótico y contradictorio, Trump dejó pistas en su discurso. Se refirió al mercado como “hermoso” y admitió que su decisión de frenar los aranceles se debió, en buena parte, a la reacción negativa de los inversores. Afirmó que hay que ser «flexible» y que, a veces, hay que buscar «cómo rodear el muro». La traducción geopolítica es brutal: incluso Trump, ícono del nacionalismo económico, ha comprendido que el mercado financiero global no se combate, se negocia. O se cede.

Y si Trump se doblega, ¿qué le queda a un país como Argentina? La pregunta inquieta. La decisión de suspender los aranceles revela que el mercado es más poderoso que cualquier gobierno, incluso el del país más influyente del mundo. Y ese dato cambia las reglas del juego para todos. Lo que para EE.UU. es una táctica electoral, para Argentina puede ser una cuestión de supervivencia. Si el viento internacional gira —por aranceles, guerras comerciales, subas de tasas o cambios de humor financiero—, el margen para sostener la actual política cambiaria de Javier Milei se evapora.

Las reservas del Banco Central siguen en niveles críticos, el superávit fiscal es frágil y el ancla del dólar oficial está comprada a plazo. En este contexto, cualquier señal de desaceleración del comercio global puede traducirse en presión sobre las exportaciones, caída en la entrada de dólares y, finalmente, una inevitable devaluación. El NOA —si bien momentáneamente a salvo— depende de ese precario equilibrio.

Los próximos 90 días serán, en este sentido, una cuenta regresiva. Trump usará la pausa como parte de su estrategia electoral: mostrarse fuerte pero flexible, duro pero razonable. Sin embargo, si en ese plazo no logra rediseñar su narrativa con algún triunfo concreto frente a China, o si los mercados vuelven a temblar, su presión arancelaria podría resurgir con más fuerza. Y eso pondría en jaque no solo la estabilidad global, sino también las esperanzas argentinas de evitar un nuevo cimbronazo.

Lo paradójico es que mientras Trump admite que hay que adaptarse al mercado, Javier Milei repite que la única solución es someterse a él. Uno retrocede, el otro acelera. Pero ambos dependen de un actor invisible que no se presenta a elecciones y que, como quedó claro en estas horas, decide cuándo empieza y cuándo termina la fiesta. Por eso, más que un respiro, lo que acaba de ocurrir es un aviso: el mercado no perdona ni a Trump. Y si no perdona al más fuerte, ¿qué futuro le espera al más débil?.

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